MANILA, miércoles, 25 junio 2008 (ZENIT.org).- El paso por Filipinas del ciclón Frank y el tifón Fengshen han suscitado la ayuda de la Iglesia y el llamamiento a la solidaridad de monseñor Angel Lagdameo, presidente de la Conferencia Episcopal Filipina.
Las conferencias episcopales de Filipinas y Estados Unidos, informa AsiaNews, a través del «Catholic Relief Services» (La Caritas estadounidense) han dispuesto una primera cantidad de 25.000 dólares para afrontar la emergencia causada por el paso del tifón Fengshen.
«Hemos recibido el vía libre de la sede central –afirmó Michael Frank, responsable para Filipinas de la organización– para garantizar asistencia básica a las víctimas del tifón. Este dinero será distribuido a través del secretariado general de la Comisión de Asistencia Social Justicia y Paz (NASSA)».
Sor Rosane Mallillin, secretaria ejecutiva del NASSA, subrayó la petición de ayuda de las diócesis más golpeadas por las fuertes lluvias del pasado fin de semana, entre ellas la de Jaro en Iloilo y San Jose de Antique. Según las primeras estimaciones llegadas, 108 aldeas del un total de 138 en Iloilo –al sur del país– han sido devastadas por la furia de las aguas, mientras que la diócesis de San Jose de Antique pide alimentos, vestidos, agua potable y medicinas.
Monseñor Robert Alesna, de la archidiócesis de Cebu, afirmó que a través de la secretaría diocesana está en preparación un memorandum dirigido a las 144 parroquias en las que se expresa «cercanía» y «solidaridad» por las víctima del tifón, incluidos los pasajeros todavía dados por desaparecidos que estaban a bordo del «Princess of the Stars», el transbordador hundido ante la isla central de Sibuyan. Por el momento, sólo 57 de las más 800 personas a bordo han sobrevivido.
Según fuentes de la Conferencia Episcopal, un equipo de expertos del CRS -acompañados por una representación de la Conferencia Episcopal- llegará hoy a la zona de Cotabato, al sur de Filipinas, la más golpeada por el paso del tifón que ha causado cerca de mil muertos y desaparecidos y más de 70.000 sin techo, para verificar los daños y predisponer las primeras intervenciones.
Son además al menos 82 las aldeas de las provincias de Bulacan, Pampanga, Bataan, Nueva Ecija y Zambales que han sido sumergidas por las aguas, destruyendo las viviendas de más de ocho mil familias.
El prelado subraya que una segunda recogida de fondos se realizará el domingo próximo en las iglesias diocesanas, con motivo de las celebraciones litúrgicas.
Por otra parte, monseñor Angel Lagdameo, presidente de la Conferencia Epicsopal Filipina, se ha mostrado horrorizado por «lo nunca visto» en la isla de Panay y ha hecho un llamamiento a la ayuda a los damnificados, informan varias agencias.
«Panay no había nunca conocido una catástrofe semejante; las ciudades y las aldeas al pie de las montañas están recubiertas de lodo y detritus que bajan de las alturas cuando todos los cursos de agua naturales y artificiales se han desbordado», dijo monseñor Lagdameo.
Tras haber visitado el lugar personalmente, el prelado dijo haber visto a lo largo de las carreteras, numerosas familias transportando algunos efectos recuperados de las casas destruidas.
Aunque la población está organizándose para afrontar la emergencia, «todo el mundo está conmocionado o en estado de confusión», subrayó monseñor Lagdameo.
Simples ciudadanos, organizaciones religiosas y laicas, se han movilizado para ir en ayuda de las víctimas aportando alimentos y bienes de primera necesidad. Pero la gente sigue en la necesidad, afirmó monseñor Lagdameo.
Numerosas familias sin casa buscan refugio y las parroquias están hoy desbordadas, añadió.
En esta isla de 1,3 millones de habitantes y en la que la cuatro provincias han sido completamente arrasadas, no se pueden contar las víctimas. Es demasiado pronto para decir a cuánto se eleve el número de desplazados, pero sabemos que sólo en la zona de Iloilo un centenar de personas han perdido la vida o están desaparecidas, dijo monseñor Melito Oso, director del Centro de Acción Social de la archidiócesis.
La lluvia ha cesado pero toda la isla sigue inundada, añadió el prelado. Las tormentas tropicales, que son frecuentes en Filipinas y han tenido desde hace algunos años un efecto devastador, serían el resultado, según monseñor Melito Oso, de la explotación de los bosques, y del mal uso de los embalses y canales artificiales, mal pensados y peor gestionados.
Por Nieves San Martín