VIENA, viernes 12 de septiembre de 2008 (ZENIT.org) Ver a los inmigrantes como hermanos en dificultad, más allá de las cifras, es la clave de actuación de la Iglesia ante la cuestión de la inmigración.

Así lo afirma el cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para las Migraciones, en su mensaje dirigido al Congreso de Pastoral de Inmigrantes que se celebra estos días en Viena.

El congreso está organizado por el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), con el título "Migrantes africanos en Europa y en la Iglesia", y se celebra desde hoy hasta el próximo domingo. La Santa Sede participa en calidad de observador.

En el mensaje, que firman el cardenal Martino y el secretario del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes, monseñor Agostino Marchetto, se refiere a las conclusiones del congreso panafricano celebrado en Kenia el pasado mes de junio, sobre el mismo tema.

La Santa Sede invita a ver a los inmigrantes como personas y no como números, porque sólo de esta forma se es fiel a la tradición cristiana de amor al prójimo.

"Esta regla de oro la encontramos en la revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia y en su Magisterio, haciendo nuestro este tesoro particularmente a través de pronunciamientos específicos en la pastoral migratoria".

"¿Qué historias personales empujan a los inmigrantes e Europa?" -se pregunta el cardenal Martino.

Quedarse en las cifras esconde la realidad pues éstas, "con su neutralidad matemática", ocultan "los dramas que urgen a un número creciente de africanos a arriesgar la vida para llegar a nuestro viejo continente".

Este movimiento "cada vez mayor" de los pueblos "interpela a la Iglesia y a su responsabilidad pastoral", añade el mensaje.

Quedarse en la cuestión de la legalidad o la ilegalidad, la "la razón solícita de su presunta pureza, ensordezca al gran mensaje que viene de la fe cristiana".

En este sentido, es necesario que los países africanos y europeos hagan "esfuerzos comunes", así como "favorezcan los contactos de los inmigrantes con sus países de origen, para que contribuyan a su desarrollo".

Desde el punto de vista de la Iglesia, continúa el mensaje, "es necesario continuar afirmando la centralidad de la persona humana, en base a la cual las discriminaciones, la violencia, las limitaciones a la libertad personal y colectiva, son también causa de pobreza".

"Se trata, por una parte, de verdaderas reducciones en el desarrollo social y económico, y por otra parte, de obstáculos que empobrecen el encuentro y el diálogo, el enriquecimiento y el intercambio, la reciprocidad y la edificación mutua".

De hecho, añade el documento, "no hay futuro para un país o una cultura que se cierra, o peor, que combate a las culturas que le llegan desde fuera".

"El cristianismo, que está en la base de la cultura e identidad europeas, "ha contribuido enormemente a la mejora de la condición humana, en términos de humanismo, ayudando a crear sociedades más libres y paritarias, poniendo en discusión los estereotipos y promoviendo el diálogo y los valores".

"Esperemos que el encuentro de ambos continentes refuerce en ambos el humanismo que, a pesar de todo, les caracteriza", concluye el mensaje.

Por Inma Alvarez