PERÚ, viernes, 3 octubre 2008 (ZENIT.org).- Los problemas de empobrecimiento de Latinoamérica, donde en los tres últimos meses el alza de los precios aumentó el número de pobres de manera exponencial, la emigración y sus problemas en los países de acogida, las decisiones comerciales internacionales y otros desafíos que vive en este momento el continente americano fueron el núcleo de la ponencia presentada por el enviado del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) a los obispos europeos reunidos en Hungría.
Durante la sesión plenaria del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), celebrada en Esztergom, el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y del departamento de Misión y Espiritualidad del CELAM, Héctor Miguel Cabrejos, recordó los 53 años de existencia de este organismo y su labor «de animación, colaboración y servicio» a las Conferencias Episcopales.
A pesar de la extensión territorial tan grande, los más de 1.200 obispos han tenido en el CELAM «uno de los pocos organismos continentales que ha promovido la integración latinoamericana», explicó.
Ante el compromiso de realizar una Misión Continental, asumido en la V Conferencia de Aparecida, el representante latinoamericano precisó que «la colaboración con los obispos europeos es de primera importancia, dado que, en muchos casos, enfrentamos desafíos en los que esa solidaridad puede ser particularmente significativa».
En este sentido, recordó que el nuevo mundo durante años fue bendecido «con muchos misioneros europeos que colaboraron activamente en la tarea de plantar la fe cristiana entre nosotros y creemos que ha llegado la hora de responder a esa generosidad».
«Es cierto que a pesar de tener casi la mitad de católicos del mundo, no disponemos de suficientes ministros ordenados y de agentes pastorales, pero creemos que debemos saber dar no sólo desde nuestra pobreza, sino, también desde la riqueza de la fe de nuestro pueblo. No es algo sencillo, pero tampoco es imposible. La reciprocidad en la solidaridad nos enriquece a todos», recalcó el presidente de los obispos peruanos.
«Compartir experiencias pastorales, siempre nos hace bien. También nosotros tenemos algo que ofrecer, pues tanto a los jóvenes y a los seminaristas como a los sacerdotes les hace mucho bien conocer otras realidades, lo que consecuentemente les hará apreciar más y mejor lo que tienen», explicó.
En este sentido destacó experiencias positivas de voluntariado y de hermanamiento entre parroquias que han sido sobre todo «un puente de vida eclesial». «Nadie es tan pobre que no tenga algo que dar y nadie es tan rico que no tenga algo que recibir», recordó.
El obispo hizo notar sin embargo un cierto cambio en la actitud hacia América Latina y el Caribe que, responde, dijo a «un enfoque algo esquemático».
«Es verdad, existen problemas como la exportación de droga y situaciones de corrupción, en Aparecida las hemos considerado como un flagelo para nuestros pueblos y las hemos rechazado firmemente; pero como pastores queremos decir igualmente a ustedes nuestros hermanos en la fe, que la pobreza y la desigualdad crece entre nosotros».
«El alza del precio de los alimentos, que solamente en los tres últimos meses ha aumentado el número de pobres en cien millones más; la tentación de algunos gobiernos de nuestro continente de reciclar sistemas políticos que ya han demostrado su fracaso histórico, pero que encarnados en algún pseudos mesías atraen a la gente, avizoran un retorno a la violencia y esta vez no por ideologías sino por necesidad y hambre», expuso.
En este sentido hizo un llamamiento a los obispos europeos para que dejen oir su voz ante la organización de los países productores de petróleo (OPEC) en Viena, en las cumbres del G8 cuando se celebren en Europa y en la Organización Mundial del Comercio.
«Siempre hace falta una voz ética en esos ambientes. No se puede pensar solamente en globalizar el mercado» y citó experiencias muy interesantes realizadas por diversas organizaciones humanitarias católicas.
Aludió al «gravísimo problema de la inmigración ilegal que hemos visto cómo ha hecho endurecer posturas de gobiernos y de ciudadanos comunes que recuerdan xenofobia y racismos que creíamos superados».
Y recordó, como lo han dicho muchos obispos Europeos y norteamericanos, que los jóvenes que emigran «son trabajadores, no delincuentes».
Destacó que «numerosas familias de nuestros países tienen como primer ingreso del PBI las remesas de los familiares que trabajan en el exterior» y que «de nada sirven los muros cuando hay hambre y pobreza extrema». «¡Cómo clamábamos contra el muro de Berlín! Ahora que éste se ha caído se edifican otros en el mundo para no dejar entrar a los pobres», se lamentó.
Respecto al tema central del encuentro de los obispos europeos dijo: «Nos atacan constantemente pero no podemos simplemente permanecer a la defensiva. Es necesario crear opinión pública y eso implica presencia creativa».
En otro momento subrayó la paralización de la Organización Mundial del Comercio «empantanada en rondas (primero Uruguay y ahora Doha) que no conducen a ninguna parte». «Por el comercio justo pasa el camino para la paz social. Postergar la atención de los problemas no conduce a su solución», indicó.
Y concluyó agradeciendo la oportunidad brindada para exponer la realidad que vive hoy el nuevo mundo, así como sus «inquietudes y esperanzas para una sociedad y una Iglesia férreamente solidaria y fraterna».
Por Nieves San Martín