CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- “Los científicos no siempre dirigen sus investigaciones al bienestar de la humanidad. La ganancia fácil, o peor aún, la arrogancia de sustituir al Creador juegan, a veces, un papel determinante”, afirmó el Papa Benedicto XVI.
El Papa concedió una audiencia concedida a los participantes en el Congreso Internacional sobre el X aniversario de la Encíclica “Fides et Ratio”, de la Pontificia Universidad Lateranense, en una audiencia en la sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
En esta encíclica, promulgada en 1998 por Juan Pablo II, se subraya “la importancia de conjugar fe y razón en su relación recíproca, aunque en el respeto de la esfera de autonomía de cada una”, afirmó el Papa.
Estas jornadas de estudio reúnen hasta el próximo 18 de octubre a filósofos, teólogos y científicos de varias nacionalidades, y han sido posibles, reconoció, gracias a la colaboración entre la Universidad Lateranense, la Pontificia Academia de las Ciencias y la Conferencia Mundial de las Instituciones Universitarias Católicas de Filosofía.
En su discurso, el Papa destacó la “actualidad” de la “Fides et ratio”: “se revela en ella la profundidad y larga visión de mi inolvidable Predecesor”.
“La Encíclica, en efecto, se caracteriza por su gran apertura hacia la razón, sobre todo en una época en la que se ha teorizado sobre su debilidad”, explicó. Con el magisterio de Juan Pablo II, en cambio, “la Iglesia ha querido defender la fuerza de la razón y su capacidad de alcanzar la verdad, presentando una vez más a la fe como una forma peculiar de conocimiento, gracias a la cual puede abrirse a la verdad de la Revelación”.
En el curso de los tiempos, observó el Papa, “ se ha verificado un deslizamiento desde un pensamiento preferentemente especulativo a uno mayormente experimental”, que ha pretendido “conocer los secretos de la naturaleza”.
Sin embargo, esto ha producido un efecto negativo, explicó, “ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las cosas para dar lugar a una razón satisfecha con descubrir las verdades contingentes de las leyes de la naturaleza”.
La fe no tiene miedo a la ciencia
La investigación científica tiene ciertamente su valor positivo”, añadió el Papa, pero “no es capaz de elaborar principios éticos”, sino que necesita la ayuda “de la filosofía y la teología” para “evitar proceder por sí sola en un sendero tortuoso, lleno de imprevistos y no privado de riesgos”.
Esto, precisó, “no significa en absoluto limitar la investigación científica”, sino “mantener vigilante el sentido de responsabilidad que la razón y la fe poseen de cara a la ciencia, para que permanezca en su estela de servicio al hombre”.
Además, añadió el Papa, “la fe no teme al progreso de la ciencia y al desarrollo al que conducen sus conquistas, cuando estas están dirigidas al hombre, a su bienestar y al progreso de toda la humanidad. Como recordaba el desconocido autor de la Carta a a Diogneto: ‘El árbol de la ciencia no mata, sino la desobediencia. No se tiene vida sin ciencia, ni ciencia segura sin vida verdadera’”.
Por otro lado, afirmó, la inteligibilidad de la creación “no es fruto del esfuerzo del científico, sino condición que se le ofrece para permitirle descubrir la verdad presente en ella”, mientras que “la razón, por otro lado, siente y descubre que, más allá de lo que ya ha alcanzado y conquistado, existe una verdad que nunca podrá descubrir partiendo de sí misma, sino sólo recibir como don gratuito”
.Por tanto, la razón, la ciencia y la fe no se solapan, explicó el Papa, pues “la verdad de la Revelación no se sobrepone a la alcanzada por la razón; sino más bien la purifica y exalta, permitiéndole dilatar sus propios espacios para insertarse en un campo de investigación insondable como el misterio mismo”.
“Es en torno al misterio, por tanto, donde la fides y la ratio encuentran la posibilidad real de un trayecto común”, concluyó.
[Por Inma Álvarez]