SANTIAGO, sábado, 25 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha emitido el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile con el título: «Fe y solidaridad en tiempos de prueba, a ejemplo de san Alberto Hurtado».
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1. Recordando una «hora de gracia para Chile»
Con gran alegría la Iglesia celebra hoy el tercer aniversario de la canonización del Padre Alberto Hurtado, un gran regalo de Dios para nuestra Patria, como también lo han sido la canonización de Teresa de Los Andes y las beatificaciones de Laura Vicuña y Ceferino Namuncura. En un país de memoria frágil, nos hace bien revivir ese hermoso acontecimiento que es parte del patrimonio histórico de Chile y que se tradujo en la fiesta memorable que se vivió en la Plaza de San Pedro y en todo nuestro país, en octubre del año 2005. Los acontecimientos de la hora presente nos demuestran que es necesario y bueno hacer un alto en el camino para valorar el legado de este santo de la fe y «padre de la Patria», como lo llamó el entonces Presidente de la República.
2. La necesaria consecuencia de los líderes
El Padre Hurtado no se quedó en declaraciones, homilías ni en discursos. Los hizo y muy bien. Aunque sus escritos remecieron a la Iglesia y al país, estaba convencido de que «el mundo está cansado de discursos (…) Quiere hechos, quiere obras, quiere ver a los cristianos que encarnan como Cristo la verdad en su vida«. Hoy, cuando la opinión pública clama a sus dirigentes una mayor consecuencia entre el decir y el actuar, el ejemplo de este sacerdote santo que pone en práctica lo que cree es un testimonio elocuente que urge resaltar. En vísperas de las elecciones de alcaldes y concejales, un proceso de la más alta trascendencia para la vida de las personas y sus comunidades, es saludable para nuestra convivencia democrática que los electores puedan discernir, libremente y en conciencia, los proyectos y personas que mejor se acercan a sus ideales y valores, que mejor traducen sus propuestas en acciones, y que con mayor coherencia trabajan en favor del bien común. Quiera el Señor que los comicios transcurran en plena normalidad, y que el Compromiso de Amistad Cívica que los partidos políticos firmaron junto al Arzobispo de Santiago en el mes de agosto, se traduzca en una jornada pacífica, sin triunfalismos ni revanchismos, por el mayor bien y progreso de todos.
3. La verdadera riqueza: el servicio a los pobres
San Alberto tenía muy claro que «el pobre es Cristo que carga su cruz, y como a Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como ser humano«. Para san Alberto, la opción preferencial por los pobres es una opción genuinamente eclesial que remonta a Dios y a Cristo mismo.
Nos decía el Padre Hurtado: «la misión de los ricos es servir a los pobres«. «Y en la Iglesia Santa, la Iglesia de los pobres, los ricos también tienen entrada con un pasaporte: el servicio a los pobres». ¡Qué lección más contundente para aquellos que, ante el altar de un mal entendido «progreso», exaltan la riqueza como un triunfo, el prestigio como ideal y el poder como la principal ambición! La crisis financiera internacional, que también manifiesta sus efectos en Chile, nos da suficientes pruebas en este sentido y bien vale la pena una consideración particular al respecto.
4. En tiempos de crisis, construir sobre roca firme
Aunque los pastores no somos, necesariamente, expertos en ciencias económicas, la Iglesia es maestra en humanidad al enseñarnos el amor de Dios. La referencia evangélica con que el Santo Padre Benedicto XVI ha meditado en torno a la incierta situación de las finanzas mundiales resulta muy iluminadora para nuestros días. Porque cuando el afán del lucro y la acción especulativa sin límites se imponen en los mercados, la persona humana está construyendo su casa sobre arena. «Quien construye su vida sobre estas realidades, sobre la materia, sobre el éxito, sobre todo lo que es apariencia, construye sobre arena. Únicamente la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad, es estable como el cielo y más que el cielo; es la realidad«, ha dicho el Papa.
Sabemos que nadie es inmune a estas crisis, pero al mismo tiempo valoramos los pasos previsores que la institucionalidad de nuestro país ha venido dando y que le permiten enfrentar de mejor modo sus consecuencias. De un modo especial saludamos la iniciativa del Gobierno al invitar a los principales actores nacionales a actuar unidos en esta situación de crisis mundial. Trabajar en unidad y colaboración es, sin duda, un camino para construir sobre «roca firme». En efecto, la buena voluntad y la disposición de todos a un diálogo honesto, con altura de miras y espíritu constructivo, posibilitan acuerdos sobre las principales decisiones nacionales y evita al país enfrascarse en la enemistad y en largas y estériles polémicas que debilitan la amistad cívica y defraudan la confianza ciudadana.
Si bien la prudencia aconseja adoptar un sano realismo en estas situaciones, no quisiéramos que una lógica fatalista termine instalando el miedo entre los agentes y los procesos económicos. La experiencia, lamentablemente, nos demuestra que los más perjudicados por estas crisis terminan siendo los grupos más vulnerables de la sociedad, los pobres, los predilectos de Jesús. En ese sentido, hacemos un ferviente llamado a todos los empresarios y emprendedores de nuestra patria, y a todos los trabajadores: necesitamos valorar, cuidar y promover nuestras fuentes de empleo, dignificar el trabajo, hacerlo cada día mejor, comprender que un trabajo bien hecho y dignamente remunerado es el sustento de la familia, el pilar de nuestra sociedad. Valoramos el apoyo que se quiere dar a las Pymes, donde encuentra empleo la mayor parte de los trabajadores, y pedimos respetuosamente a empresarios y trabajadores, así como a las autoridades del Ejecutivo y del Parlamento, aportar su mayor esfuerzo para impedir, en todo cuanto nos sea posible, la pérdida de fuentes laborales.
5. Solidaridad y justicia, hoy más que nunca
Los cristianos estamos llamados a exaltar la solidaridad y la justicia como virtudes urgentes de verificar en nuestro tiempo. No se trata de una simple motivación hacia una actitud asistencial. El Padre Hurtado nos deja una tarea que no podemos eludir: se trata sobre todo de hacer justicia pues la caridad construye sobre la base de la justicia. Por ese motivo, tres años después de su canonización, a todos nos duelen las injusticias sociales, los hechos de corrupción y valoramos todas las acciones destinadas a dignificar a los más pobres y a hacerlos sujetos de nuestra historia. En estos tiempos en que las proyecciones económicas tambalean, estos énfasis deben ser reforzados. Porque «sin justicia social no puede existir democracia integral«.
6. ¿Qué haría Cristo en nuestro lugar?
La vida del Padre Hurtado se explica por su amor apasionado y vehemente por Jesucristo. Si una palabra tuvo permanentemente en sus labios fue precisamente la de Cristo. Él era su único anhelo y su principal energía. «Apóstol de Jesucristo» lo llamó su gran amigo, Monseñor Manuel Larraín, en sus exequias. Y en pocas palabras lo resumió el Santo Padre durante su homilía en la Misa de Canonización: «En el amor y entrega total a la voluntad de Dios encontraba la fuerza para el apostolado«.
La pregunta central y reiterada del Padre Hurtado, también hoy, en vísperas del Bicentenario de nuestra Independencia, es: «¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?». Es una pregunta relevante, una invitación que despierta las grandes potencialidades del corazón humano: encarnar a Cristo en el trabajo, en la familia, en las relaciones afectivas, en el estudio, en la profesión, en la vida deport
iva, en la vida cultural, en la vida social. Y no nos cabe duda que seguiría defendiendo a los pobres, promoviendo la vida plena para todos y liberándonos de tanta esclavitud personal y social. Y por supuesto, en esas mismas tareas encontraríamos también hoy a San Alberto Hurtado.
Al Padre Hurtado le tocó vivir la cultura de la sobriedad y del ahorro. A nosotros, acostumbrados a vivir en medio de la cultura del consumo y del individualismo, y ante un escenario de incertidumbre globalizada: ¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?
Ante sus ojos y los nuestros está un progreso que no alcanza para todos, están las oportunidades que se reparten de manera desigual, los modelos diversos de vida familiar, de desarrollo de la sociedad y de la persona humana: ¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?
Que la Virgen María, a quien el Padre Hurtado llamaba cariñosamente «la Mamita», nos haga mirar a Jesús y le pida a Él que fije en nosotros su mirada. Que Ella nos proteja a todos y nos haga discípulos misioneros cada vez más fieles de su Hijo Jesucristo.
EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
+ Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la CECh
+ Gonzalo Duarte García de Cortázar
Obispo de Valparaíso
Vicepresidente
+ Card. Francisco Javier Errázuriz Ossa
Arzobispo de Santiago
+ Ricardo Ezzati Andrello
Arzobispo de Concepción
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General
Santiago, 23 de octubre de 2008.