BALTIMORE, miércoles, 13 noviembre 2008 (ZENIT.org).- El cardenal Francis George, arzobispo de Chicago, dedicó su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de los obispos, que está teniendo lugar estos días en Baltimore, a la defensa de la vida de los no nacidos como parte del bien común del país, al mismo nivel que la justicia racial.
Comentando el triunfo histórico de presidente electo Barack Obama, el primer afroamericano en ser elegido presidente del país, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos del país afirmó que «podemos alegrarnos hoy con los que, después de figuras heroicas como el reverendo Martin Luther King jr, forman parte de un movimiento para traer los derechos civiles a nuestro país, para que nuestro ordenamiento legal estuviera más de acuerdo con derechos humanos universales, con el orden querido por Dios».
«Estamos, quizás, en un momento en el que, por la gracia de Dios, todas las razas viven seguras dentro de la sociedad americana», prosiguió el cardenal.
«No hemos llegado al momento, sin embargo, en el que los católicos, sobre todo en la vida pública, puedan ser considerados como plenamente participantes en la experiencia estadounidense, a no ser que estén dispuestos a dejar de lado algunas enseñanzas fundamentales católicas sobre la justicia moral y política».
Añadió que para los obispos «lo más importante es que la Iglesia permanezca fiel a sí misma y a su Señor en los años venideros, ya que sólo siendo auténticamente ella misma podrá servir a la sociedad y a sus miembros, en el tiempo y en la eternidad».
«En la promoción del bien común de nuestra sociedad, la justicia racial es uno de los pilares de nuestra doctrina social. La justicia económica, sobre todo con el pobre, tanto aquí como en el extranjero, es el otro».
«Pero la Iglesia guarda también y siempre la memoria, la convicción, de que la Palabra Eterna de Dios se hizo el hombre, se encarnó en el seno de la Virgen María, nueve meses antes de que Jesús naciera en Belén. Esta verdad celebra nuestra liturgia y está marcada en nuestro espíritu».
«El bien común nunca puede ser suficientemente encarnado en ninguna sociedad cuando los no nacidos pueden ser legalmente asesinados», añadió.
«Si la decisión de Dred Scott del Tribunal Supremo, según la cual los afroamericanos eran propiedad de los demás y en cierto sentido menos que personas todavía estuviera en la ley constitucional», continuó el cardenal George, «Obama no sería presidente de los Estados Unidos. Hoy, como era el caso hace cientos cincuenta años, el común acuerdo no puede encontrarse destruyendo el bien común».
Un mundo dividido
El cardenal recordó que hace 50 años el Papa Juan XXIII inició el Concilio Vaticano II: «El Papa vio un mundo dividido y esperó que la Iglesia pudiera actuar, como la Lumen Gentium nos llama, como ‘el sacramento de la unidad de la raza humana'».
«Los que debilitan nuestra unidad interna hacen la misión externa de la Iglesia hacia el mundo más difícil, si no imposible», subrayó. «Jesús prometió que el mundo creería en él si somos uno: uno en la fe y la doctrina, uno en la oración y los sacramentos, uno en el gobierno y el pastoreo».
«La Iglesia, su vida y enseñanza, no se acomodan fácilmente a los discursos dominantes en nuestros debates públicos. Como obispos, sólo podemos insistir que los que quieren imponer su propia agenda a la Iglesia, los que creen y actúan de forma autosuficiente, respondiendo sólo ante sí mismo, sean ideológicamente de derechas o de izquierdas, traicionan al Señor Jesucristo».
La conferencia episcopal, recordó el presidente ante los obispos presentes, es «un instrumento para ayudar a la unidad espiritual, para crear los lazos de afecto que nos ayuden a gobernar en comunión unos con otros, sobre todo en un mundo dividido y en una Iglesia que conoce el disenso de algunas de sus enseñanzas y el descontento con aspectos de su gobierno».
«El refuerzo de la relación de las personas con Cristo es nuestra principal preocupación y deber como obispos», aseguró el cardenal George.
Dentro de esta preocupación el purpurado mencionó a los católicos de ambos partidos, «sobre todo al principio de una nueva administración y un nuevo Congreso. «Les respetamos y les amamos, y rezamos para que la fe católica guíe sus decisiones de modo que nuestra comunión pueda ser plena».
Crisis económica
Sobre la actual crisis económica, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos afirmó que «puede ayudar a construir o destruir a la nación», en un comunicado en nombre de todos los obispos, titulado «Solidaridad en tiempos de crisis económica».
Los obispos expresan su «apoyo activo y solidaridad con todo los que están siendo víctimas de la crisis económica actual», y añaden que «como pastores y obispos, vemos muchas consecuencias humanas y morales de esta crisis».
Los prelados notan que mientras la situación afecta más unos que otros, «en toda la nación las familias pierden sus hogares, las pensiones son amenazadas, los trabajadores pierden sus empleos y la asistencia médica; y muchas personas están perdiendo el sentido de la esperanza y de la seguridad».
«Esta situación inquietante y complicada nos recuerda una verdad universal: todos somos niños de Dios», prosigue el comunicado. «Somos responsables de nuestros hermanos y hermanas. Estamos en esto juntos».
«Los tiempos duros pueden aislarnos, pero también unirnos. La comunidad católica seguirá tendiendo la mano a aquellos que pasan necesidad, apoyando a las víctimas, y trabajando por políticas que traigan más compasión, responsabilidad y justicia a la vida económica».
«Rezamos para que, trabajando juntos, podamos encontrar el coraje, la sabiduría y los modos de construir una economía de prosperidad y de mayor justicia para todos».
Por Karna Swanson, traducción del inglés por Inma Álvarez