Homilía en el funeral de los dos soldados españoles asesinados en Afganistán

Por monseñor Juan del Río, arzobispo Castrense de España

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MADRID, jueves 13 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía pronunciada por monseñor Juan del Río, arzobispo Castrense de España, el día 11 de noviembre en el funeral celebrado en la base militar de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable (BRILAT) en la localidad gallega de Figueirido por los dos soldados españoles asesinados el pasado domingo en Afganistán: el brigada Juan Andrés Suárez García y el cabo primero Rubén Alonso Ríos.

* * *

Hermanos:

«Consolad, consolad a mi pueblo dice el Señor» (Is 40,1) Y Jesús, el Hijo del Dios vivo consoló a aquella madre que perdió a su hijo, la viuda de Naím.

Hoy aquí en Galicia, toda España os quiere consolar, creyentes y hombres y mujeres de buena voluntad. Todos, queremos daros lo mejor que tenemos: el sentimiento, la cercanía, el afecto y deciros como Jesús le dijo a la viuda, como hemos escuchado en el Evangelio que se acaba de proclamar: «no lloréis, ánimo» (cf. Lc 11, 7-16).

Confiad en Dios, en el que tiene el poder para resucitar a todos los muertos. Porque Él es el Dios de la Vida, el Dios que ha resucitado a su Hijo de la muerte, el Verbo de Dios eterno, que tomó nuestra carne, también esta carne destrozada que hoy está en medio de nosotros, para que donde estuviera la muerte surgiera la Resurrección.

Verdaderamente todos estamos invadidos por la impotencia ante el terror y la violencia de estas muertes.

¿Por qué, ¡cuando se siembra ayuda humanitaria, cuando se siembran valores democráticos, cuando se siembra libertad y paz!… si todo eso es bueno para la humanidad y para la sociedad, por qué recibir esta recompensa?

Cuántas preguntas hay en vuestras mentes y en vuestros corazones, queridos familiares, pero, «¡ánimo, no tengáis miedo! ¡sed valientes!» (2 Sam. 2, 7).

«Madurando en pocos años, llenó mucho tiempo» (Sab. 4,13) hemos escuchado en la primera lectura, y porque maduraron y fueron soldados valientes de España hoy contemplamos la muerte no como desesperación sino como Misterio.

Ellos con su trabajo y con muerte han sembrado y siembran los valores que verdaderamente hacen grande a la humanidad: los valores de la paz, la libertad, del progreso, de la ayuda solidaria…

La paz de allí, la libertad de allí por la cual ellos han dado la vida, son nuestra paz y libertad de aquí.

Descansen en paz estos buenos soldados de España. Que Dios los siente en la mesa de los justos.

Y vosotros, familiares, amigos y conocidos, consolaos con palabras de fe, «porque el amor es más fuerte que la muerte» (Benedicto XVI, Vigilia Pascual 2007) y nadie podrá arrebataros de vuestros corazones a vuestros seres queridos.

Así sea.

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ZENIT Staff

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