CIUDAD DEL VATICANO, lunes 24 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- La celebración el pasado 15 de noviembre de una cumbre de urgencia entre los países más ricos del mundo sobre la crisis financiera mundial hace temer que el objetivo de consolidar las ayudas al desarrollo de los países pobres, que se tratará en la próxima cumbre de Doha, quede arrinconado.
Así lo ha expresado la Santa Sede, a través de un extenso documento elaborado por el Consejo Pontificio «Justicia y Paz» y aprobado por la Secretaría de Estado vaticana, en el que se abordan las actuales causas y consecuencias de la crisis financiera mundial, de cara a la cumbre de Naciones Unidas que se celebrará e Doha (Qatar) entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre.
Esta Conferencia, que debía estudiar la realización del consenso sobre la financiación al desarrollo acordado en la anterior cumbre mundial de Monterrey (conocida como «Monterrey Consensus»), se ha visto ensombrecida «por la crisis financiera global».
La profundidad de la crisis financiera, que se une a las anteriores crisis alimentaria y energética, teme la Santa Sede, «puede tener como consecuencia que el tema de la financiación al desarrollo sea puesto en segundo lugar».
«Desde el momento en que el G-20 ha tenido lugar dos semanas antes de la Conferencia de Doha promovida por las Naciones Unidas, los muchísimos países que no han participado en la cumbre temen, no sin cierta razón, que el primer acontecimiento, que ha implicado solo a un número restringido de países, pero que ha atraído la atención de la opinión pública internacional, prive de impacto político a la Conferencia de Doha».
Sin embargo, la Santa Sede confía en que «los países que se han reunido en Washington el 15 de noviembre tengan en debida cuenta la Conferencia de Doha y favorezcan su éxito».
Precisamente ahora, en un contexto de crisis, subraya el documento, sería un buen momento para «repensar el sistema financiero global», mirando «el cuadro en su conjunto» y no atendiendo solamente «a las emergencias financieras».
«No siempre lo más urgente es también lo más importante. Al contrario, reordenar las prioridades es más necesario en cuanto la situación se ha hecho difícil», añade.
Es necesario tener en cuenta, advierte la Santa Sede, «que se ha llegado a la emergencia financiera de hoy tras un largo periodo en el cual, presionados por el objetivo inmediato de perseguir resultados en breve, se han dejado de lado las dimensiones propias de las finanzas».
La verdadera naturaleza de las finanzas «consiste en favorecer el empleo de los recursos ahorrados allí donde favorecen la economía real, el bienestar, el desarrollo de todo hombre y de todos los hombres».
La Santa Sede asegura que si no hay una profunda revisión del sistema financiero, no se conseguirá un dar una respuesta real a la crisis.
Desde la Conferencia de Monterrey, advierte el documento, se han adoptado «algunas iniciativas» de financiación al desarrollo, pero sigue sin tocarse la cuestión fundamental, la participación de los países más pobres en el comercio mundial.
Con la crisis actual, es previsible, además, que los fondos que debían destinarse a las ayudas al desarrollo se deriven «a causa de los ingentes recursos públicos necesarios para tapar la emergencia de la crisis financiera. Y esto es un mal, indiscutiblemente».
Sin embargo, explica la Santa Sede, la verdadera respuesta a la crisis debería pasar por «construir las condiciones para que los ahorros que se generan se dediquen verdaderamente al desarrollo, es decir, a la creación de ocasiones de trabajo».
«La Conferencia de Doha es por tanto una ocasión que la comunidad internacional no debe perder para volver a poner en el centro cuestiones de fondo importantísimas para el bien común de la humanidad: la financiación al desarrollo es una de estas», añade.
Por Inma Álvarez