CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 10 diciembre 2008 (ZENIT.org).- El árbol de Navidad que se está decorando en la plaza de San Pedro del Vaticano servirá este año para ser reciclado en objetos de madera escolares que, además, serán decorados por los mismos niños.
El proyecto prevé reciclar la madera en muebles de jardín y juegos para las escuelas, como bancos, asientos, etc., que serán decorados por pequeños italianos.
Según ha explicado «L’Osservatore Romano», diario de la Santa Sede, el 7 de diciembre, se trata de una iniciativa inspirada en la conciencia de que la madera es una riqueza que «no hay que desperdiciar, es más, que hay que volver a utilizar para el propio beneficio y el de las nuevas generaciones del planeta».
Desde 1982, cada año, un país europeo diferente le dona al Papa el árbol de Navidad que adorna la plaza de San Pedro. Este año proviene de la zona de Gutenstein en el valle de Piesting de Austria. Es la octava vez que Austria ofrece este regalo y la segunda en el pontificado de Benedicto XVI.
El árbol llegó a San Pedro el pasado 5 de diciembre. Ya se encuentra al costado del obelisco central donde actualmente esta siendo decorado con 2 mil bolas de colores y 1.500 lámparas.
Los encargados de adornarlo son miembros de los servicios técnicos de la Gobernación del estado de la Ciudad del Vaticano, en particular los miembros del servicio eléctrico.
La inauguración se realizará el próximo sábado 13 de diciembre con la presencia del cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Gobernación del Estado Vaticano.
En la ceremonia participará un grupo de unos 800 peregrinos austriacos, acompañados por el jefe de gobierno de la Baja Austria Erwin Pröll y del obispo de Sankt Pölten, monseñor Klaus Küng.
El prelado ha explicado que el árbol, cuando todavía no está decorado, «simboliza la humanidad privada de su Salvador, que no ha recibido todavía la luz de la fe y la gracia de la liberación del mal».
En Navidad, el mundo acoge al Verbo de Dios, «la luz en las luces que decoran el abeto: ilumina nuestro camino interior hacia Belén».
«Por este motivo nos llena de alegría, nos da consuelo y esperanza, y nos dice, después de dos mil años: este niño, el Hijo de Dios, ha nacido para ti».
«Un árbol de Navidad resplandeciente puede restituir el sentido espiritual de la profundidad del misterio de Navidad a quien lo ha perdido», concluye el obispo.