TOKIO, martes 16 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- «La miseria económica constituye una amenaza para la paz mundial, y la aplicación rígida, sin reglas morales, de las leyes del mercado es una de las principales causas de humillación de la dignidad humana». Así lo afirman los obispos de Japón, en un mensaje hecho público con motivo del Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.
En el texto, que recoge el diario «L’Osservatore Romano» en su edición de este martes, los prelados afirman que para asegurar la paz en el mundo es urgente «garantizar a todos, y mucho más en el clima de incertidumbre actual por la crisis económica mundial, la aplicación de los derechos humanos, liberando a los pueblos de la miseria».
Los obispos reconocen el «largo e importante camino» recorrido tras las dos guerras mundiales y la proclamación de los derechos humanos, y los esfuerzos de «muchas personas y organizaciones» en este sentido.
Sin embargo, recuerdan, «es un hecho que la desigual distribución de la riqueza y, en consecuencia, la desigual distribución de los beneficios, ha ampliado las diferencias entre los países ricos y los países pobres», y afirman que la causa de esta situación está en lo que llaman «fundamentalismo de mercado».
Se trata de la aplicación «despiadada» de la lógica del mercado, afirman, que «ha producido graves daños como el deterioro del ambiente y el cambio climático», así como «el aumento de los precios de los alimentos y del combustible»».
Esto es consecuencia, añaden, «de las leyes de un mercado sin alma que ha hecho aún más miserables las condiciones de vida de multitudes de pobres en todo el mundo, poniendo en peligro el derecho fundamental a la vida».
Los obispos afirman con rotundidad que «si los individuos, las empresas y las naciones siguen buscando su propio interés, la dignidad humana será pisoteada y el mundo será cada vez más violento y deforme», en el cual las víctimas, «cuya dignidad humana es violada impunemente, se convertirán en presa fácil de la tentación a la violencia».
«No hay tiempo que perder», añaden. La crisis «no es en primer lugar estructural, sino moral». Los prelados se dirigen a toda la sociedad japonesa, empezando por los católicos.
«Si no hacemos nuestro el punto de vista de los marginados, nosotros, incluso sin intenciones maliciosas, nos acabaremos poniendo de parte de aquellos que dicen que un cierto grado de violaciones de los derechos humanos es inevitable», concluyen.