El Papa habla del aprecio de la Iglesia por la astronomía y la ciencia en general

La Navidad está ligada al solsticio de invierno, explicó

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- El Papa aprovechó hoy su reflexión dominical en el rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro con los peregrinos allí congregados, para hablar del aprecio que la Iglesia ha tenido siempre por la ciencia y por la astronomía en particular.

Aludiendo a la coincidencia del rezo del Ángelus de hoy con el solsticio de invierno en el hemisferio norte de la tierra (día más corto del año, que marca la transición entre los días decrecientes del otoño y los días crecientes del invierno y la primavera), el Papa explicó que la Navidad, cercana a este día, tiene “una dimensión cósmica” además de histórica.

De hecho, explicó, a Jesús la liturgia le llama “sol de gracia que, con su luz, transfigura y enciende el universo en espera”.

A propósito de esta coincidencia, Benedicto XVI aludió a la importancia de la astronomía, ya desde la antigüedad, e incluso entre los mismos Papas, para determinar los tiempos y las horas litúrgicas, como el propio rezo del Ángelus, que se realiza “por la mañana, al mediodía y por la noche”.

“Entre mis predecesores de venerada memoria ha habido cultivadores de esta ciencia, como Silvestre II, que la enseñó, Gregorio XIII, a quien debemos nuestro calendario, y san Pío X, que sabía construir relojes solares”, explicó.

El Papa explicó también que la propia Plaza de San Pedro “es una meridiana: el gran obelisco, de hecho, arroja su sombra a lo largo de una línea que recorre el empedrado hacia la fuente que está bajo esta ventana, y en estos días la sombra es la más larga del año”.

En este sentido, se refirió a la próxima celebración del año 2009, dedicado a la astronomía, al cumplirse el 4º centenario de las primeras observaciones con el telescopio de Galileo Galilei, y mandó un saludo “a todos aquellos que participarán en diverso grado en las iniciativas de este año mundial de la astronomía”.

“Si los cielos, según las bellas palabras del salmista, narran la gloria de Dios, también las leyes de la naturaleza, que en el transcurso de los siglos tantos hombres y mujeres de ciencia nos han hecho entender cada vez mejor, son un gran estímulo para contemplar con gratitud las obras del Creador”, concluyó.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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