Gertrude Comensoli, la santa de la eucaristía y de la solidaridad

Fundadora de las hermanas del Santísimo Sacramento, será canonizada el próximo 26 de abril

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ROMA, miércoles, 1 abril 2009 (ZENIT.org).- Sor Gertude Comensoli murió mientras contemplaba el Santísimo Sacramento expuesto. En medio de su enfermedad terminal pidió que abrieran una ventana desde su cuarto que colindaba con la capilla de su comunidad, para poder mirar la eucaristía desde su lecho de muerte.

El Papa Benedicto XVI la canonizará el próximo domingo 26 de abril en la plaza de San Pedro, junto con otros cuatro beatos.

Hoy su cuerpo yace incorrupto en la capilla de la casa madre, de la comunidad de las hermanas del Santísimo Sacramento, ubicada en ciudad de Bérgamo, al norte de Italia. Su cabeza conserva la posición en la que murió, contemplando la Eucaristía.

Su nombre de pila era Caterina. Nació en 1847. Creció en medio de una familia sencilla y profundamente creyente.

«Desde niña, era muy sensible a la continua presencia de Dios en medio de los hombres a través de la Eucaristía y vivio el deseo del Señor de cumplir con el servicio de la alabanza para la salvación de los humanos», explica a ZENIT el padre Riccardo Petroni, postulador de su causa de canonización.

En 1862 entró en el instituto Hijas de la Caridad, el cual tuvo que abandonar por problemas de salud. Después se consagró a la Compañía de Santa Ángela como novicia.

Buscando siempre el servicio a los más necesitados se convirtió más adelante en la promotora de la Guardia de Honor, una asociación que nació para el difundir el culto al Sagrado Corazón.

Los desafíos de una sociedad industrializada

Caterina tenía una gran preocupación: La tradicional sociedad campesina de la Italia de fines del siglo XIX se transformaba en una sociedad industrial. Las familias tenían que enfrentar nuevas exigencias laborales. Se daba una gran degradación moral en el ambiente. Lo que más inquietaba a Caterina era que las excesivas horas de trabajo «no dejaban espacio para el alma».

Viendo esta situación, Caterina asistió en Roma a una audiencia privada con el Papa León XIII, quien la alentó para que hiciera algo por la difícil situación social y moral que tanto estaba afectando al mundo de los trabajadores.

Caterina no pudo darle largas al clamor de su corazón: «Era una voz potente la que me llamaba. Me daba gran pena lo que no tendiera a Dios y a la práctica de las virtudes; probaba como una especie de agonía en las conversaciones de la noche», testimonia la santa en su breve autobiografía.

Así fundó así el Instituto de Adoración y educación el 15 de diciembre de 1882. Recibió la compañía y el consejo del padre Francesco Spinelli y el apoyo del obispo de Bérgamo monseñor Gaetano Camillo Guindan.

El primer objetivo era el de la adoración perpetua para que gracias a la oración profunda, las religiosas pudieran proyectarse en la acción de caridad hacia los más necesitados. Dos años más tarde Caterina vistió el hábito y tomó el nombre de sor Maria Getrude del Santísimo Sacramento.

«Las hermanas se comprometieron en hacer que los empleos no constituyeran un riesgo para la salvación del alma y no fueran en abandono o en detrimento de aquellos valores sobrenaturales que pertenecían al tejido cristiano y social de la Italia de aquel tiempo», asegura el padre Riccardo.

Pero siete años después, una grave crisis azotó su comunidad, cuando el tribunal de Bérgamo declaró el instituto en quiebra. «Mi Jesús, de aquí a cualquier minuto vendrán a ponerme todo bajo sigilo. Los hombres sigilan nuestras cosas. Tu sigila mi corazón en tu duclcísimo y amable corazón», escribía sor Gertrudis.

El obispo de aquel entonces, monseñor Giambattista Rota, le tendió una mano y ella recibió así una nueva casa madre. De esta manera la congregación tuvo los recursos para retomar su camino.

En 1900 el Instituto de las hermanas del Santísimo Sacramento recibió el primer reconocimiento pontificio de parte de León XIII.

Hoy son 90 comunidades presentes en Italia, Brasil, Ecuador, Kenya, Malawi, Bolivia y Croacia. Nutridas del amor hacia la Eucaristía, desarrollan su servicio cotidiano en las obras asistenciales, educativas y litúrgicas. La futura santa murió en 1903. Juan Pablo II la beatificó en 1989.

«Jesucristo vive en medio de nosotros para estar siempre cerca dispuesto a ayudarnos. El amor lo tiene prisionero en una hostia, escondido día y noche en el santo tabernáculo. Él tiene sus delicias en la luz inaccesible del Padre y, sin embargo, encuentra su delicia al estar con los hombres», escribió la futura santa.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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