CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 4 de abril de 2009 (ZENIT.org) .- Publicamos las palabras que Benedicto XVI dirigiró a los miembros del consejo pastoral de la parroquia del Santo Rostro de Jesús, en Roma, el 29 de marzo.
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Queridos amigos:
En este momento quiero daros las gracias por todo lo que hacéis con vistas a la construcción de la Iglesia viva en este barrio de Roma. Me parece que uno de los dones del concilio Vaticano II es la existencia de estos consejos pastorales, donde laicos representantes de toda la comunidad afrontan, juntamente con el párroco y con los sacerdotes, los problemas de la Iglesia viva de un barrio, ayudan a construir la Iglesia, a hacer presente la Palabra de Dios y a sensibilizar a la gente con respecto a la presencia de Jesucristo en los sacramentos. En este tiempo, en el que el laicismo es fuerte y todas las impresiones que se recogen en el entorno se ponen en cierto modo contra la presencia de Dios, contra la capacidad de percibir esta presencia, es mucho más importante que el sacerdote no esté solo, sino que se vea rodeado de creyentes que con él lleven esta semilla de la Palabra de Dios y ayuden a que sea viva y crezca también en nuestro tiempo. Por eso, gracias por vuestras iniciativas. Es importante consolar, ayudar, apoyar a la gente en el momento del sufrimiento, hacer que experimenten la cercanía de los creyentes que se sienten particularmente cerca de todos los que sufren.
Esto lo he visto en África. En Yaundé, Camerún, hay un gran Centro, fundado por el cardenal Léger, canadiense, gran padre del Concilio, donde yo lo conocí. Después del Concilio, en 1968, sintió la necesidad, no sólo de predicar y gobernar, sino también de ser un simple sacerdote para ayudar a los que sufren. Se fue a Camerún y allí fundó ese Centro, que hoy pertenece al Estado, pero en el que trabajan sobre todo eclesiásticos, donde se ve toda la gama de sufrimientos: sida, lepra, todo. Pero también se ve la fuerza de la fe; se ve gente que, motivada por la fuerza de la fe y por el amor que suscita la fe, se pone totalmente a disposición. Así el sufrimiento se transforma y las personas que ayudan quedan transformadas, se hacen más humanas, más cristianas: se experimenta algo del amor de Dios. Por eso, en nuestras dimensiones, también nosotros queremos ser siempre sensibles ante el sufrimiento, ante los que sufren, ante los pobres, ante las personas necesitadas por diversas formas de pobreza, incluso espiritual, que nos esperan, en las que nos espera el Señor. Gracias por todo lo que hacéis.
Según la tradición, el consejo es un don del Espíritu Santo; y un párroco, mucho más un Papa, necesita consejo, necesita que le ayuden a encontrar las decisiones. Por eso, estos consejos pastorales realizan también una obra del Espíritu Santo y atestiguan su presencia en la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacéis. Que el Señor os acompañe siempre y os dé la alegría pascual para todo el año. Muchas gracias.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
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