ROMA, viernes 24 de abril de 2009 (ZENIT.org).- En este 2009 dedicado a la Astronomía, ha salido a la venta en Italia el volumen "Galileo y el Vaticano", de Mariano Artigas y de monseñor Melchor Sánchez de Toca (editorial Marcianum Press).

El texto recorre la obra de la comisión de estudio del caso Galileo Galilei, promovida por Juan Pablo II desde el 3 de julio de 1981 hasta el 31 de octubre de 1992, año del 350° aniversario de la muerte de Galileo.

El cardenal Paul Poupard, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Cultura, coordinó las investigaciones desde el principio hasta el final.

El trabajo multidisciplinar fue llevado a cabo por expertos que trabajaron sobre cuatro líneas diversas, y respondía a una orientación sugerido por el Concilio Vaticano II, concluyéndose con un importante discurso de Juan Pablo II.

El cardenal Poupard explicó su experiencia sobre este caso en declaraciones a ZENIT: "El papa Juan Pablo II tenía la preocupación de clarificar una imagen a menudo mala de la Iglesia en la opinión pública, ya que para muchos creyentes la Iglesia sería la enemiga de la ciencia".

"A medida que se ha ido adelante en los estudios, en mi tarea por la parte cultural, he comprendido mejor cómo se manipuló todo esto, sobre todo por parte de la Ilustración, convirtiéndose en un arma contra la Iglesia", comentó.

"Es muy difícil ir contra las pseudo-evidencias --afirma el cardenal Poupard--, y esto lo he comprobado a medida que trabajaba en este campo. Al final tuve que coordinar un poco los demás trabajos de exegetas, historiadores, científicos y otros".

El prólogo al texto es obra del presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el arzobispo Gianfranco Ravasi, que confió a ZENIT el interés que tiene la Iglesia en desmitificar el caso Galileo desde el punto de vista cultural.

"El principio fundamental - afirma monseñor Ravasi - es el de conseguir, como ya decía Juan Pablo II, purificar el parado, purificar la memoria, quitando los errores que se pueden reconocer también por parte de la comunidad eclesial, y sobre esa base ya purificada poder construir un futuro distinto de diálogo que considero que es fundamental, porque ahora tenemos delante muchos desafíos, y éstos a menudo se afrontan sólo en clave polémica, y no en cambio con un verdadero y propio diálogo".

Efectivamente - añade - es necesario decir que Galileo era un gran creyente, y que dijo cosas muy importantes desde el punto de vista de la teología, del método teológico, del método exegético. Precisamente sobre la base de esto sorprende un poco que aún se utilice precisamente a Galileo como una especie de bandera contra la fe".

"En realidad, su caso estudiado correctamente puede ser juzgado evidentemente de forma negativa, y puede ser por ello considerado como un recuerdo del pasado que hay que borrar - añade monseñor Ravasi-. Por otra parte, sin embargo, es necesario reconocer que Galileo de hoy en adelante puede convertirse en un llamamiento constante para un diálogo mejor y más fecundo dialogo entre ciencia y fe, él que fue víctima".

En esto, la obra puede ser de gran actualidad, concluye monseñor Ravasi, porque es una "historia de la comisión creada por Juan Pablo II partiendo de documentos de archivo inéditos. Una historia completa y exhaustiva a partir de textos originales".

Uno de los autores de "Galileo y el Vaticano", monseñor Melchor Sánchez De Toca y Alameda, subsecretario del Consejo Pontificio para la Cultura, explicó a ZENIT que "en realidad el caso de Galileo nunca se abandonó. Siempre ha estado abierto".

"Lo que quiso hacer Juan Pablo II - explicó - ha sido invitar a la Iglesia a poner luz sobre este caso, y sobre todo invitar a toda la comunidad científica y a la Iglesia a quitar los obstáculos del pasado, los obstáculos que siguen haciendo de Galileo una especie de icono, un mito, que la conciencia de mucha gente ve como el símbolo de una contradicción entre la ciencia y la religión".

"Creo que el mejor resumen se puede encontrar en la actitud y en las palabras de Juan Pablo II en su discurso del 31 de octubre de 1992, cuando concluyó los trabajos de esta comisión que él mismo había constituido".

"La Iglesia ha reconocido los errores del pasado, los errores de los jueces de Galileo - admitió -. Es necesario dejar de mirar el pasado para mirar al futuro. El tribunal de la historia no puede estar siempre abierto en sesión permanente".

Por Mercedes de la Torre