ROMA, miércoles, 1 abril 2009 (ZENIT.org).- “En el curso de los últimos veinte años, el Consejo Pontificio para los Laicos ha reconocido canónicamente numerosos movimientos eclesiales y nuevas comunidades: significa que ahora se proponen y consideran como un bien para la Iglesia universal”, sostiene Guzmán Carriquiry, subsecretario de este Consejo Pontificio.
Lo afirmó en su intervención el pasado 28 de marzo, en el curso “Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad”, sobre criterios de eclesialidad para el reconocimiento de asociaciones y movimientos laicales.
El curso, que tiene lugar en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, es una propuesta del instituto Laikos de la misma universidad y del Forum Internacional de Acción Católica (FIAC), en colaboración con las Comunidades de Vida Cristiana (Cvx) y con el patrocinio del Consejo Pontificio para los Laicos.
“El reconocimiento –añadió Carriquiry- que exige un largo trabajo de verificación, significa que la certeza subjetiva madurada en el fundador de participar en una obra querida de Dios, se hace ahora certeza objetiva, proclamada por el sucesor de Pedro”.
Si es complejo “confrontarse con la fantasía del Espíritu, que genera una variedad de formas difíciles de encuadrar en las normas canónicas”, la exhortación apostólica Christifideles laici de 1988 señaló “criterios claros y precisos de discernimiento y reconocimiento”.
Asociaciones y movimientos, en síntesis, deben proponerse como “lugares de santificación de los fieles laicos, de educación en la fe, de compromiso en el mundo al servicio de la dignidad integral del hombre, en relación filial con el Papa y los obispos”.
“La carga de universalidad –subrayó el subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos- no dispensa a estos grupos de la relación con los obispos de las iglesias locales”.
Vale para todos “la invitación contenida en la encíclica Redemptoris Missio a insertarse con humildad en el tejido social, cultural y eclesial de las diócesis”, así como a los obispos se pide “una cordial acogida, hecha de paterno acompañamiento y vigilancia”.
También se pide, indicó Carriquiry, “un feliz intercambio” entre parroquias y grupos laicales. “La parroquia –afirmó- no es una federación de grupos sino la morada del pueblo de Dios: nadie debe sentirse en ella excluído y ninguna parroquia puede identificarse con un movimiento o una asociación”. En este sentido, “carisma no significa autorreferencialidad sino enriquecimiento para toda la comunidad”.
Por lo que se refiere a las relaciones entre movimientos y asociaciones, “con los años –bromeó Carriquiry- se ha pasado de la ‘guerra fría’ y la coexistencia pacífica a las relaciones de estima y colaboración”. De hecho, “hay en la Christifideles laici una invitación que no ha sido ignorada, la de ‘competir en la estima mutua’”.
“A todos –subrayó Carriquiry- se pide dar la propia aportación a construir la iglesia como casa y escuela de comunión y contribuir a la urgencia de la nueva evangelización”.
Precisamente a la luz del imperativo misionero, concluyó el subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, “se deberá medir la validez de asociaciones y movimientos de toda la comunidad cristiana”.
Los responsables de los movimientos y asociaciones presentes en el encuentro de la Universidad Gregoriana encontraron en los criterios de eclesialidad, recordados por Carriquiry, los rasgos característicos de su propia historia.
Paolo Trionfini, vicepresidente nacional del sector de adultos de Acción Católica, recordó que la misma se constituyó al servicio de la misión de la Iglesia”. Una opción estatutaria “que se traduce en la asunción de un estilo de discípulos los cuales, abandonando los protagonismos de los que van por libre, se sienten asociativamente dedicados a la Iglesia local”.
“Según el prototipo de los primeros cristianos, insertos como ellos en la sociedad del propio tiempo, como ellos desprendidos, como ellos unidos a la Iglesia”, es el modelo de apostolado entregado por su fundador san Pedro Poveda a la Institución Teresiana.
“También hoy –subrayó María Isabel Tellería Tapia, secretaria general de la asociación- la Institución Teresiana se propone favorecer la experiencia de fe en diálogo con las culturas, comprometiéndose en la construcción de una sociedad justa y solidaria”.
Es una característica propia de la asociación “la presencia en las estructuras del Estado que se extiende hoy a la presencia en los organismos internacionales”.
“Cuando nos presentamos a la Iglesia y nos dicen: ‘Pero ¿qué hacéis? ¿y concretamente, concretamente?’ Concretamente se convierten las personas. Nuestra Señora, donde aparece, convierte. Y aparece también aquí de algún modo en su Obra y convierte”. Así Carlo Fusco, del Movimiento de los Focolares, recordó las palabras de la fundadora Chiara Lubich en un encuentro en el que se verificaba la adhesión del movimiento –cuya denominación es también Obra de María- a los criterios de eclesialidad.
“El carisma de la unidad –recordó Fusco- se explica en todas las actividades, desde la promoción de la economía de comunión hasta la actividad para poner en común los carismas en el proyecto ‘Unidos por Europa’”.
“Hoy, el campo específico de acción de las Comunidades de Vida Cristiana (Cvx) –explicó Leonardo Becchetti, presidente en Italia- es la opción preferencial por los últimos, que ha llevado a compromisos concretos como uno a favor de los inmigrantes, trabajando en red con las otras realidades eclesiales”.
Un rasgo, este último, no casual: “El Cvx vive una tensión hacia la unidad que se manifiesta reuniendo a los movimientos para crear un ambiente en el que todos puedan madurar los propios carismas”.
Sobre todo, a favor de la sociedad en la que vivimos: “En nuestro tiempo –concluyó Becchetti- las relaciones son un bien frágil y la vida asociativa, más que ayer, es un recurso importante, un tesoro que hay que meter en valor”.
Por Chiara Santomiero, traducido del italiano por Nieves San Martín