CIUDAD DEL VATICANO, jueves 2 de abril de 2009 (ZENIT.org).- “Juan Pablo II conseguía comunicar una fuerte carga de esperanza, fundada en la fe en Jesucristo”, y ésta es la “herencia espiritual” que quiso transmitir a los jóvenes, afirmó el Papa Benedicto XVI, esta tarde en la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro con motivo del cuarto aniversario de la muerte de su predecesor.
Ante una Basílica llena de jóvenes, presentes en Roma para la próxima celebración diocesana de la Jornada Mundial de la Juventud (este Domingo de Ramos), el Papa evocó el “entusiasmo que Juan Pablo II sabía infundir a las nuevas generaciones”.
“Queridos amigos, meditando sobre esta página del Evangelio de Juan, surge espontánea la consideración de qué difícil verdaderamente es testimoniar a Cristo. Y el pensamiento se dirige al amado Siervo de Dios Karol Wojtyła – Juan Pablo II, que desde joven se mostró intrépido y osado defensor de Cristo”, afirmó.
Destacó la fecundidad espiritual del pontificado de su predecesor, especialmente con los jóvenes: “él engendró en la fe a muchos hijos e hijas. De ello sois signo visible vosotros, queridos jóvenes presentes esta tarde: vosotros, jóvenes de Roma y vosotros, jóvenes llegados de Sydney y de Madrid, que representáis idealmente a las multitudes de chicos y chias que han participado en las ya 23 Jornadas Mundiales de la Juventud, en diversas partes del mundo”.
“¡Cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, cuántas jóvenes familias decididas a vivir el ideal evangélico y a tender a la santidad están unidas al testimonio y a la predicación de mi venerado Predecesor! ¡Cuántos chicos y chicas se han convertido, o han perseverado en su camino cristiano gracias a su oración, a su ánimo, a su apoyo y a su ejemplo!”, añadió.
La clave, explicó, es que Juan Pablo II “conseguía comunicar una fuerte carga de esperanza, fundada en la fe en Jesucristo”.
Precisamente, señaló, este es el tema elegido para la Jornada diocesana de este año: “Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo”. Esta esperanza, añadió, “no basada en ideas o previsiones humanas, sino sobre Dios, el Dios viviente”.
“Queridos jóvenes, no se puede vivir sin esperanza. La experiencia muestra que cada cosa, y nuestra misma vida corren riesgo, pueden derrumbarse por cualquier motivo interno o externo a nosotros, en cualquier momento”, afirmó Benedicto XVI.. “Es normal: todo lo que es humano, y por tanto la esperanza, no tiene fundamento en sí mismo, sino que necesita una roca a la que anclarse”.
Invitó por tanto a los jóvenes a ser “una pequeña fuente de esperanza para el prójimo, y que todos juntos seáis un oasis de esperanza para la sociedad dentro de la cual estáis insertados”.
Advirtió también contra la tentación de reducir la esperanza cristiana a “una ideología, a un eslogan de grupo, a un revestimiento exterior. ¡Nada más contrario al mensaje de Jesús!”.
Por último, les invitó especialmente a ser generosos con su vida, en particular “durante el Año Sacerdotal que comenzará el 19 de junio próximo, haceos prontamente disponibles, si Jesús os llama, a seguirlo en el camio del sacerdocio y de la vida consagrada”.
Gran educador
El Papa quiso destacar la importancia que Juan Pablo II daba a la educación de los jóvenes, y a la necesidad de “proponer modelos”. “En la edad del crecimiento, los jóvenes necesitan adultos capaces de proponer sus principios y valores; advierten la necesidad de personas que sepan enseñar con la vida, antes que con las palabras, a gastarse por altos ideales”.
“Como padre afectuoso y atento educador, indicaba seguros y firmes puntos de referencia indispensables para todos, de modo especial para la juventud”, subrayó.
“Yo también he querido retomar este ansia suya, deteniéndome en diversas ocasiones a hablar de la emergencia educativa que concierne hoy a las familias, a la Iglesia, a la sociedad y especialmente a las nuevas generaciones”, afirmó Benedicto XVI.
Esta fecundidad espiritual, señaló el pontífice, se hizo especialmente patente en el momento de su agonía y de su muerte.
En esos momentos, “esta nueva generación quiso manifestarle que había comprendido sus enseñanzas, recogiéndose silenciosamente en oración en la Plaza de San Pedro y en tantos otros lugares del mundo. Sentían, los jóvenes, que su desaparición constituía una pérdida: moría “su” Papa, al que consideraban “su padre” en la fe. Advertían al mismo tiempo que les dejaba en herencia su valor y la coherencia de su testimonio”, añadió.
En un momento del discurso, el Papa se dirigió en polaco a los jóvenes de este país presentes en la Basílica, y les exhortó a “acoger el llamamientode Juan Pablo II: No tengáis miedo de confiaros a Cristo. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo cada día y en cada situación”.
[Por Inma Álvarez]