El Papa une el dolor del mundo al dolor de Cristo en el Vía Crucis del Coliseo

En particular, el de las víctimas del terremoto en Italia

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ROMA, viernes, 10 abril 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI unió el dolor del mundo, en particular el de las víctimas del terremoto de Italia, al dolor de Cristo, en el multitudinario Vía Crucis que presidió en la noche del Viernes Santo, en el Coliseo.

Hablando desde la colina del Palatino, que se encuentra frente al famoso anfiteatro, el Papa pronunció una meditación y al final se alejó del texto que había preparado para exhortar: «recemos con todos los afligidos; recemos sobre todo por todos los que sufren en la tierra de L’Aquila, golpeada por el terremoto».

«Recemos para que también, en esta noche oscura, se les aparezca a ellos la estrella de la esperanza, la luz del Señor resucitado», deseó.

Desde ese mismo lugar el Papa siguió las catorce estaciones del Camino de la Cruz que Jesús recorrió en Jerusalén de rodillas.

El Vía Crucis atravesó el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continúa por delante del Arco de Tito y concluyó en la colina del Palatino.

El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la Cruz en la primera estación y en la última estación.

El símbolo de los cristianos también fue portado por un joven discapacitado, ayudado por un médico de la Orden de Malta; una familia romana, un enfermo acompañado de un camillero y una monja; una muchacha asiática y dos monjas indias, dos jóvenes de Burkina Faso, y dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa.

En las meditaciones del Vía Crucis, compuestas por monseñor Thomas Menamparampil, SDB, arzobispo de Guwahati, en la India, resonó el sufrimiento de los cristianos que han sufrido persecución en este último año.

En su meditación final, el Papa invitó a los miles de peregrinos de los cinco continentes, con velas en la mano, a detenerse en la contemplación del rostro de Cristo «desfigurado: es el rostro del Varón de dolores, que ha cargado sobre sí todas nuestras angustias mortales».

«Su rostro se refleja en el de cada persona humillada y ofendida, enferma o sufriente, sola, abandonada y despreciada», aseguró.

Y subrayó: «Al derramar su sangre, Él nos ha rescatado de la esclavitud de la muerte, roto la soledad de nuestras lágrimas, y entrado en todas nuestras penas y en todas nuestras angustias».

Benedicto XVI, que participa en todas las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa, a las 21,00 de este sábado presidirá en la Basílica Vaticana de este sábado la Vigilia Pascual.

El Domingo de Pascua concluirá la Semana Santa, presidiendo la misa del Domingo de Resurrección a las 10,15, en la Plaza de San Pedro.

A las 12,00, desde el balcón central de la basílica, impartirá la bendición «Urbi et Orbi», que será seguida en directo por canales de televisión de los cinco continentes.

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ZENIT Staff

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