El Santo Padre invoca la paz con los líderes religiosos de Galilea

En el auditorio del Santuario de la Anunciación de Nazaret

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NAZARET, jueves, 14 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI y los líderes religiosos de Galilea se tomaron de la mano este jueves por la tarde pidiendo a Dios el don más precioso para Tierra Santa, la paz.

El encuentro, uno de los más emotivos del viaje papal, se celebró en el auditorio del Santuario de la Anunciación de Nazaret. El pontífice confesó que experimentaba «una particular bendición» por el hecho de visitar la tierra «en la que el ángel anuncio a la Virgen María que concebiría por obra del Espíritu Santo».

El Papa tomó lugar en un palco junto a los representantes cristianos, judíos, musulmanes y drusos, recibiendo el saludo del vicario para Israel del patriarca latino de Jerusalén, monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, que recordó que «el diálogo hace cooperadores de la verdad» y que la diversidad no es un límite sino una «sinfonía».

El guía espiritual de los drusos observó que la visita del pontífice es «fuente de santidad» y de «bendición», y expresó su preocupación por quien utiliza la religión con fines políticos, subrayando que «la religión debe ser para Dios y la tierra para todos».

El representante musulmán afirmó que de Nazaret debe salir un mensaje de convivencia para toda la humanidad, y que quien acusa al islam está prestando atención a «comportamientos equivocados», pues el verdadero islam se basa en la paz.

El rabino recordó por su parte la importancia del diálogo interreligioso para alcanzar la paz.

La paz, don de Dios

En su discurso, Benedicto XVI recordó que en el corazón de toda tradición religiosa «se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios, aunque no se pueda alcanzar sin el esfuerzo humano».

«Una paz duradera proviene del reconocimiento de que el mundo no es nuestra propiedad, si no más bien el horizonte en el cual estamos invitados a participar del amor de Dios y a cooperar para guiar el mundo y la historia bajo su inspiración», observó.

«Nuestras diferentes tradiciones religiosas tienen en sí un potencial notable para promover una cultura de la paz, especialmente a través la enseñanza y la predicación de los valores espirituales más profundos de nuestra común humanidad».

«Moldeando los corazones de los jóvenes, moldeamos el futuro de la humanidad», subrayó.

«De buen ánimo los cristianos se unen a los judíos, musulmanes, drusos y personas de otras religiones con el deseo de salvaguardar a los niños del fanatismo y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores de un mundo mejor», aclaró.

Por último afirmó que «la Iglesia católica está comprometida en participar en esta noble empresa. Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad, buscará asegurar que la luz de la verdad, de la paz y de la bondad siga resplandeciendo desde Galilea, y guíe a las personas del mundo entero a buscar todo lo que promueve la unidad de la familia humana».

Invocación por la paz

Al final de su discurso, Benedicto XVI recibió como regalo una escultura de madera que representaba una paloma, símbolo de la paz.

A continuación, un representante judío tomó el micrófono para invitar a los centenares de personas presentes en la ceremonia a cerrar los ojos y unirse a él para en un canto elevado a Dios para invocar el don de la paz.

«Lord, grant us peace», «Señor, danos la paz», fue la invocación que resonó varias veces, alternada a las palabras «paz» en árabe y en hebreo, «salam» y «shalom», seguida por la frase en latín «Dona nobis pacem».

La ceremonia vivió el momento más impactante cuando, al final, el Papa y los demás líderes religiosos presentes en el palco se levantaron y se tomaron de la mano, uniéndose al canto. El pontífice, mostrando un rostro radiante, tenía a su izquierda el representante druso y a la derecha un rabino.

Por Roberta Sciamplicotti

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ZENIT Staff

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