Cardenal Hummes: Un año para mostrar a los sacerdotes el amor de la Iglesia

Entrevista con el cardenal Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 3 de junio de 2009 (ZENIT.org).- El próximo 19 de junio el Papa Benedicto XVI inaugurará con unas vísperas solemnes en la Basílica de San Pedro, el Año Sacerdotal con el tema: «Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote».

Durante este año Benedicto XVI proclamará a san Juan María Vianney «patrono de todos los sacerdotes del mundo». Igualmente se publicará el «Directorio para los confesores y directores espirituales», así como a una recopilación de textos del Papa sobre temas esenciales de la vida y de la misión sacerdotal en la época actual.

ZENIT ha conversado con el cardenal brasileño Cláudio Hummes, O.F.M., prefecto para la congregación del Clero y obispo emérito de Sao Paulo, quien presenta este año como «propositivo» y como una oportunidad para que los sacerdotes recuerden que «la Iglesia los ama, que se preocupa por ellos».

–¿Cuál es el objetivo principal del año sacerdotal?

–Cardenal Hummes: En primer lugar la circunstancia. Será un año jubilar por los 150 años de la muerte de san Juan María Vianney, más conocido como el santo cura de Ars. Esta es la oportunidad, pero el motivo fundamental es que el Papa quiere dar a los sacerdotes una importancia especial y decir cuánto los ama, cuánto los quiere ayudar a vivir con alegría y con fervor su vocación y misión.

Esta iniciativa del Papa tiene lugar en un momento de gran expansión de una nueva cultura: hoy domina la cultura postmoderna, relativista, urbana, pluralista, secularizada, laicista, en la cual los sacerdotes deben vivir su vocación y su misión.

El reto es entender cómo ser sacerdote en este nuevo tiempo, no para condenar al mundo sino para salvar el mundo, como Jesús, quien no vino para condenar al mundo sino para salvarlo.

El sacerdote debe hacer esto de corazón, con mucha apertura, sin demonizar a la sociedad. Debe estar integrado en ella con la alegría misionera de querer llevar a la gente de esta sociedad a Jesucristo.

Es necesario dar una oportunidad para que todos oren con los sacerdotes y por los sacerdotes, convocar los sacerdotes a orar, hacerlo de la mejor manera posible en la sociedad actual y, además, eventualmente tomar iniciativas para que los sacerdotes tengan mejores condiciones para vivir su vocación y la misión.

Es un año positivo y propositivo. No se trata, en primer lugar, de corregir a los sacerdotes. Hay problemas que siempre deben ser corregidos y la Iglesia no puede cerrar los ojos, pero sabemos que la grandísima mayoría de los sacerdotes tienen una gran dignidad y adhieren a su ministerio y a su vocación. Dan su vida por esta vocación que han aceptado libremente.

Lamentablemente se dan los problemas de los que nos hemos enterado en los últimos años relativos a la pedofilia y otros delitos sexuales graves, pero como máximo quizá pueden llegar a un cuatro por ciento del clero. La Iglesia quiere decirle al 96 por ciento restante que estamos orgullosos de ellos, que son hombres de Dios y que los queremos ayudar y reconocer todo lo que hacen como testimonio de vida.

Es también un momento oportuno para intensificar y profundizar la cuestión de cómo ser sacerdotes en este mundo que cambia y que Dios nos ha puesto delante para salvar.

–¿Por qué el Papa ha presentado a san Juan María Vianney como modelo para los sacerdotes?

–Cardenal Hummes: Porque desde hace mucho tiempo es el patrono de los párrocos. Forma parte del mundo del presbítero. Queremos también estimular a varias naciones y conferencias episcopales o iglesias locales para que escojan algún sacerdote ejemplar de su área, y presentarlo al mundo y a los jóvenes. Hombres y sacerdotes que sean verdaderamente modelos, que puedan inspirar y puedan renovar la convicción del gran valor y de la importancia del ministerio sacerdotal.

–Para usted como sacerdote, ¿cuál es el aspecto más bello de su vocación?

–Cardenal Hummes: Esta pregunta me hace recordar un hecho de san Francisco de Asís: El dijo una vez: «Si me encontrara por el camino a un sacerdote y a un ángel, yo saludaría primero al sacerdote y luego al ángel. ¿Por qué? Porque el sacerdote es quien nos da a Cristo en la Eucaristía». Esto es lo más fundamental y maravilloso: el sacerdote tiene el don y la gracia de Dios para ser ministro de este gran misterio de la Eucaristía.

El sacerdocio fue instituido por Jesucristo en la Última Cena. Cuando dijo «Haced esto en conmemoración mía», les dio a los apóstoles este mandamiento y también el poder de hacer esto, de hacer lo mismo que Jesús hizo en la última cena. Y estos apóstoles han transmitido a su vez este ministerio y este poder divino a los hombres que son obispos y sacerdotes.

Esto es lo más importante y el centro. La Eucaristía es el centro de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II dijo que la Iglesia vive de la Eucaristía. El sacerdote es el ministro de este gran sacramento, que es el memorial de la muerte de Jesús.

Y luego tenemos también el sacramento de la Reconciliación. Jesús dijo: «A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Juan, 20, 23). Ha venido para reconciliar el mundo con Dios y a los seres humanos entre ellos. Ha dado el Espíritu Santo a los apóstoles soplando sobre ellos.

Él ha dado a los apóstoles en nombre de Dios y suyo aquello que había adquirido con su sangre y con su vida en la Cruz, transformando la violencia en un acto de amor para el perdón de los pecados. Y les dice a los apóstoles que serán los ministros de este perdón. Esto es fundamental para todos. Cada uno quiere ser perdonado de sus pecados, estar en paz con Dios y con los demás. El misterio de la reconciliación es muy importante en a vida del sacerdote.

Hay otras muchas acciones como la evangelización, el anuncio de la persona de Jesucristo muerto y resucitado, de su reino. El mundo tiene derecho de saber y conocer a Jesucristo y todo lo que significa su Reino. Este es un ministerio específico también del sacerdote que comparte con los obispos y con los laicos que hacen el anuncio de la Palabra y deben llevar a la gente a un encuentro intenso y personal con Jesucristo.

–¿Cuáles cree que son las mayores dificultades y los nuevos retos que afrontan hoy los jóvenes que quieren ser sacerdotes?

–Cardenal Hummes: Quiero repetir que no debemos demonizar la cultura actual que se difunde cada vez más y que se convierte en una cultura dominante en todo el mundo a pesar de la presencia de otras culturas.

Esta nueva cultura ya no quiere ser ni cristiana ni religiosa. Quiere ser laica y rechaza y quiere rechazar cualquier injerencia religiosa. Los adolescentes y los jóvenes se encuentran en una situación diferente a la que hemos vivido nosotros, que nacimos en una cultura muy religiosa y que se reconocía como cristiana y católica. Actualmente ya no es así.

Creo que para los adolescentes y jóvenes es realmente más difícil tener la valentía de aceptar una invitación de Dios, que nace en su interior. Responder es hoy más complicado, porque la sociedad ya no valora el sacerdocio. Antes la sociedad lo valoraba. Ahora bien, un trabajo de fe y de evangelización será siempre posible, porque Dios da siempre todas las gracias cuando llama para esto.

La parroquia debe ofrecer a los jóvenes y a los adolescentes la oportunidad de hablar de aquello que llevan en el corazón, de ese llamado, porque si ellos no tienen la oportunidad de hablar con alguien en quien puedan confiar, poco a poco esta voz desaparecerá. Aquí entra en juego la pastoral vocacional, que tanto necesitamos.

Una parroquia bien organizada es capaz de salir al encuentro de los jóvenes y adolescentes y darles la oportunidad de hablar sobre el llamado que sienten. También la oración por las vocaciones es ahora más importante que en el pasado.

Otra causa por la que puede
haber menos candidatos es porque las familias son más reducidas. Tienen pocos hijos o ninguno. Esto lo hace más difícil. El número de sacerdotes en varios países se ha reducido demasiado. Vemos esta situación con grandísima preocupación.

–¿Cómo cree que debe ser la formación de un seminarista en los ámbitos personal, espiritual, intelectual y litúrgico? ¿Qué aspectos cree que no pueden faltar?

–Cardenal Hummes: La Iglesia habla de cuatro dimensiones que deben ser cultivadas con los candidatos.

En primer lugar, la dimensión humana, la afectiva –toda la cuestión de su persona–, su naturaleza, su dignidad y una madurez afectiva normal. Esto es importante porque es la base.

Luego está la dimensión espiritual. Hoy nos encontramos delante de una cultura que ya no es ni cristiana ni religiosa. Por lo tanto es aún más necesario desarrollar bien la espiritualidad en los candidatos.

Luego está la dimensión intelectual. Es necesario estudiar filosofía y teología para que los sacerdotes sean capaces de hablar y de anunciar hoy a Jesucristo y su mensaje, de modo que emerja toda la riqueza del diálogo entre la fe y la razón humana. Dios es el Logos de todo y Jesucristo es su explicación.

Después, obviamente, está la dimensión de apostolado, es decir, hay que preparar a estos candidatos a ser pastores en el mundo de hoy. En este ámbito pastoral hoy es muy importante la identidad misionera. Los sacerdotes deben tener no sólo una preparación sino también un estímulo fuerte para no limitarse sólo a recibir y ofrecer el servicio a aquellos que vienen a verles, sino también para salir en búsqueda de las personas que no van a la Iglesia, sobretodo de aquellos bautizados que se han alejado porque no han sido lo suficientemente evangelizados, y que tienen el derecho de serlo, porque hemos prometido llevar a Jesucristo, educar en la fe.

Esto muchísimas veces no se ha hecho o se ha hecho muy poco. El sacerdote debe ir en misión y preparar su comunidad para que vaya a anunciar a Jesucristo a la gente, al menos a aquellos que están en el territorio de su parroquia pero también más allá de ésta.

Hoy esta dimensión misionera es muy importante. El discípulo se convierte en misionero con su adhesión entusiasta, alegre a Cristo, capaz de revestir incondicionalmente toda su vida de él. Debemos ser como los discípulos: fervorosos, misioneros, alegres. En esto consiste la clave, el secreto.

–¿Qué actividades especiales se van a realizar en este año tanto para los jóvenes como para los mismos sacerdotes?

–Cardenal Hummes: Habrá iniciativas en el ámbito de la Iglesia universal, pero el año de sacerdote debe celebrarse también a nivel local. Es decir, en las iglesias locales, las diócesis y las parroquias, porque los sacerdotes son los ministros del pueblo y deben incluir las comunidades.

Las diócesis deben impulsar iniciativas tanto de profundización como de celebración para llevar a los sacerdotes el mensaje de que la Iglesia los ama, los respeta, los admira y se siente orgullosa de ellos.

El Papa abrirá el Año Sacerdotal el 19 de junio, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, porque es la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. Habrá vísperas solemnes celebradas en la basílica vaticana, estará presente la reliquia del cura de Ars. Su corazón estará en la Basílica como signo de la importancia que el Papa quiere dar a los sacerdotes. Esperamos que muchos sacerdotes estén presentes.

La clausura tendrá lugar un año después. Todavía queda por definir la fecha exacta del gran encuentro del Papa con los sacerdotes, al que están invitadas todas las diócesis. Habrá otras muchas iniciativas. Estamos pensando también en realizar un congreso teológico internacional los días precedentes a la clausura. También habrá ejercicios espirituales. Esperamos también poder involucrar a las universidades católicas para que puedan profundizar en el sentido del sacerdocio, la teología del sacerdocio, y en todos los temas que son importantes para los sacerdotes.

–¿Puede hablarnos ahora de los desafíos que enfrenta un sacerdote en esta sociedad tan anti religiosa? ¿Cómo cree que puede permanecer fiel a su vocación?

–Cardenal Hummes: En primer lugar, la Iglesia a través de sus seminarios y formadores debe hacer una selección muy rigurosa de los candidatos. Luego hace falta una buena formación, fundamentalmente en la dimensión humana, intelectual, espiritual, pastoral y misionera. Es fundamental recordar que el sacerdote es discípulo de Jesucristo y estar seguros de que haya tenido este encuentro personal y comunitario intenso con Jesucristo, en el le haya dado su adhesión. Cada misa puede ser un momento muy fuerte para este encuentro. Pero también la lectura de la Palabra de Dios.

Como decía Juan Pablo II, hay muchas oportunidades para testimoniar el encuentro con Jesucristo. Es fundamental ser un misionero capaz de renovar este celo sacerdotal, de sentirse alegre y convencido de su misión y de que esto tiene un sentido fundamental para la Iglesia y para el mundo.

Siempre digo que el sacerdote no es sólo importante por el aspecto religioso dentro de la Iglesia. Desempeña también una grandísima labor en la sociedad, porque promueve los grandes valores humanos, está muy cerca de los pobres con la solidaridad, la atención por los derechos humanos. Creo que debemos ayudarles para que vivan esta vocación con alegría, con mucha lucidez y también con corazón para que sean felices, dado que se puede ser feliz en el sacrifico y el cansancio.

Ser feliz no está en contradicción con el sufrimiento. Jesús no era infeliz en la cruz. Sufría tremendamente, pero estaba feliz, porque sabía que lo hacia por amor y que esto tenía un sentido fundamental para la salvación del mundo. Era un gesto de fidelidad a su Padre.

–¿Qué otros santos cree que pueden ser modelos para el sacerdote de hoy?

–Cardenal Hummes: Obviamente el gran ideal es siempre Jesucristo, el buen pastor. En el caso de los apóstoles, sobretodo san Pablo. Hemos celebrado el Año Paulino. Se ve que era una figura realmente impresionante y que puede ser siempre una gran inspiración para los sacerdotes, sobretodo en una sociedad que ya no es cristiana. Cruzó las fronteras de Israel para ser apóstol de los gentiles, de los paganos. En un mundo que se está alejando tanto de cualquier manifestación religiosa, su ejemplo es fundamental. San Pablo tenía esta conciencia muy fuerte: Jesús ha venido para salvar, no para condenar. Es la misma conciencia que debemos tener nosotros ante el mundo de hoy.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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