Integración vertical y horizontal

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 6 junio 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, con el título «Integración vertical y horizontal».

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VER

Es frecuente encontrar creyentes que hacen consistir su fe cristiana en una dimensión exclusivamente vertical, como rezos, ritos, celebraciones religiosas, tradiciones piadosas, fiestas ruidosas y a veces cargadas de alcohol, recitaciones bíblicas y novenas, pero sin ninguna dimensión social, sin compromiso por la transformación del mundo. Se consideran auténticos católicos, y dicen que lo otro es meterse en política, que nada tiene que ver con la religión.

Por lo contrario, hay grupos y personas muy comprometidos en la lucha por lo social y lo político, con mucho análisis de la realidad, con programas alternativos, defensores de los derechos humanos, promotores de las culturas originarias, críticos acérrimos contra los gobiernos, desconfiados de todo lo que hacen las autoridades, pero con poco interés por la oración, la participación diaria en la Misa, la Liturgia de las Horas, la lectio divina (lectura orante de la Palabra de Dios), la confesión sacramental, el Rosario. También están convencidos de que su forma de vivir la fe cristiana, es la auténtica.

JUZGAR

¿Cuál de los dos caminos es el verdadero? Jesús es el sendero auténtico. El combina perfectamente las dos dimensiones: vertical y horizontal. Ni una sin la otra. Son como los dos palos de la cruz, que nos dan identidad.

Jesús dedica mucho tiempo a la oración. Es lo que le sostiene ante las tentaciones del demonio, ante el deseo de la gente de hacerlo un rey político, ante las persecuciones y las traiciones, ante la cruz y la muerte. Su oración no es pedir cosas a su Padre, sino amoldar su propia voluntad a la del Padre. Nos insiste en la necesidad de orar siempre y sin desfallecer. Nos deja su presencia pascual en la Eucaristía y nos dice que si no nos alimentamos de este pan de vida, no tendremos su Vida en nosotros. Sin El, nada podemos; somos ramas desgajadas del tronco, que se secan, se pudren, sólo sirven para la leña, para golpear.

Sin embargo, Jesús es el hombre que ama y da su vida por todos, en primer lugar por los pobres y pecadores, y también por sus enemigos. Se presenta en Nazaret como el que viene a cambiar la situación de los que sufren esclavitudes y marginaciones; les trae su liberación, una vida diferente. Lo demuestra curando enfermos, dando de comer a las multitudes, desenmascarando a las autoridades civiles y religiosas que oprimen al pueblo, consolando a los tristes, acercándose a los excluidos. La cruz en la máxima expresión de su amor. El es la encarnación visible del amor misericordioso del Padre, que se prolonga en la historia y en la Iglesia, por la acción del Espíritu Santo. Nos dice que seremos juzgados por el amor que hayamos tenido a los pobres en sus sufrimientos. El apóstol Juan dice que quien no ama, no ha conocido a Dios, ni permanece en Dios.

Dijimos en Aparecida:«La misión evangelizadora no puede ir separada de la solidaridad con los pobres y su promoción integral» (545). » La Iglesia no tiene como tarea propia emprender una batalla política, sin embargo, tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia» (546).

Sin embargo, advirtió Juan Pablo II: «Hay que preguntarse si una pastoral orientada de modo casi exclusivo a las necesidades materiales de los destinatarios no haya terminado por defraudar el hambre de Dios que tienen esos pueblos, dejándolos así en una situación vulnerable ante cualquier oferta supuestamente espiritual. Por eso, es indispensable que todos tengan contacto con Cristo mediante el anuncio kerigmático gozoso y transformante, especialmente mediante la predicación en la liturgia» (EAm 73).

ACTUAR

Si queremos en verdad ser discípulos de Jesús y seguirlo, hemos de armonizar e integrar lo vertical con lo horizontal. Lo puramente religioso, sin compromiso social, no es cristiano. La lucha socio-política, sin oración y sin sacramentos, se cae, no se sostiene; como el palo horizontal que no se apoya en el vertical, viene a tierra, se pudre. Así les pasa a quienes no valoran la Eucaristía. Mucha oración, para sostener la liberación. Que el Espíritu Santo nos ayude a ser integrar todo.

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ZENIT Staff

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