CIUDAD DEL VATICANO, martes 16 de junio de 2009 (ZENIT.org).- La leyenda negra sobre el Papa Pío XII (Eugenio Pacelli), que lo acusa de cercanía con el nazismo, tiene dos causas, según el director de «L’Osservatore Romano»: la propaganda comunista y las divisiones dentro de la Iglesia.
Giovanni Maria Vian las ha expuesto en una entrevista concedida a ZENIT con motivo de la publicación de un libro que ha coordinado con el título «En defensa de Pío XII. Las razones de la historia» («In difesa di Pio XII. Le ragioni della storia», Venezia, Marsilio, 2009, pagine 168, euro 13).
El volumen fue presentado el miércoles pasado por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y por los historiadores Giorgio Israel (Universidad de Roma La Sapienza), Paolo Mieli (Universidad de Milán, director en dos períodos del diario «Il Corriere della Sera») y Roberto Pertici (Universidad de Bérgamo).
El director del diario vaticano, historiador, no duda en utilizar la expresión «leyenda negra», pues de hecho el Papa Pacelli, que al morir, en 1958 recibió elogios unánimes por la obra desempeñada durante la segunda guerra mundial, luego fue realmente «demonizado».
¿Cómo ha sido posible un cambio tan radical de su imagen en unos pocos años, más o menos a partir de 1963?
Propaganda comunista
Vian atribuye en primer lugar esta campaña contra el Papa a la propaganda comunista, que se intensificó en tiempos de la guerra fría.
«La línea asumida en los años del conflicto por el Papa y la Santa Sede, contraria a los totalitarismos pero tradicionalmente neutral, fue en la práctica favorable a la alianza contra Hitler y se caracterizó por un esfuerzo humanitario sin precedentes que salvó muchísimas vidas humanas», observa.
«Esta línea fue de todos modos anticomunista y por esto, ya durante la guerra, el Papa comenzó a ser acusado por la propaganda soviética de complicidad con el nazismo y sus horrores».
El historiador considera que, «si bien Eugenio Pacelli siempre fue anticomunista, nunca pensó que el nazismo pudiera ser útil para detener al comunismo, sino todo lo contrario», y lo prueba con datos históricos.
En primer lugar, «apoyó entre el otoño de 1939 y la primavera de 1940, en los primeros meses de la guerra, el intento de golpe contra el régimen de Hitler por parte de círculos militares alemanes en contacto con los británicos».
En segundo lugar, Vian explica que, tras el ataque de Alemania a la Unión Soviética a mediados de 1941, Pío XII en un primer momento se negó a que la Santa Sede se uniera a la «cruzada» contra el comunismo –como era presentada– y luego desplegó sus energías para superar la oposición de muchos católicos estadounidenses a la alianza de los Estados Unidos con la Unión Soviética contra el nazismo.
La propaganda soviética, recuerda el experto, fue recogida eficazmente por la pieza teatral «Der Stellvertreter» («El vicario») de Rolf Hochhuth, representada por primera vez en Berlín, el 20 de febrero de 1963, en la que se presentaba el silencio del Papa como indiferencia ante el exterminio de judíos.
Ya entonces, constata Vian, se denunció que la obra teatral relanza muchas de las acusaciones de Mijail Markovich Scheinmann en el libro «Der Vatican im Zweiten Weltkrieg» («El Vaticano en la segunda guerra mundial»), publicado precedentemente en ruso por el Instituto Histórico de la Academia Soviética de las Ciencias, órgano de propaganda de la ideología comunista.
Y una nueva prueba de la oposición de Pío XII al nazismo es el hecho de que los jefes del Tercer Reich consideraban al Papa como un auténtico enemigo, según lo demuestran los documentos de los archivos alemanes, que no por casualidad habían sido cerrados por la Alemania comunista, y que sólo han podido ser abiertos y estudiados recientemente, como lo muestra un artículo de Marco Ansaldo en el diario italiano «la Repubblica» del 29 de marzo de 2007.
El libro editado por Vian recoge un texto del periodista e historiador Paolo Mieli, un escrito póstumo de Saul Israel, biólogo, médico y escritor judío, artículos de Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio, de los arzobispos Rino Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, y Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y, por último, la homilía y dos discursos de Benedicto XVI pronunciados en memoria de Pío XII.
División eclesial
Pero la «leyenda negra» contra Pío XII también ha tenido promotores dentro de la Iglesia, a causa de la división entre progresistas y conservadores, que se acentuó durante y después del Concilio Vaticano II, anunciado en 1959 y clausurado en 1965, afirma el director.
«Su sucesor, Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, muy pronto fue presentado como el ‘Papa bueno’, y poco a poco fue contrapuesto a su predecesor: por el carácter y el estilo totalmente diferentes, pero también por la decisión inesperada y sorprendente de convocar un concilio».
Las críticas católicas al Papa Pacelli habían sido precedidas, en 1939, por los interrogantes del filósofo católicos francés Emmanuel Mounier, quien criticó el «silencio» del Papa ante la agresión italiana de Albania.
Pío XII fue criticado también por «ambientes de polacos en el exilio» que le echaban en cara el silencio ante la ocupación alemana.
De este modo, cuando a partir de los años sesenta en la Iglesia se agudizó la polarización, los católicos que se oponían a los conservadores atacaban a Pío XII, dado que era visto como un símbolo de estos últimos, alimentando o utilizando argumentos recogidos de la «leyenda negra».
Justicia histórica
El director de «L’Osservatore Romano» subraya que su libro no nace de un intento de defensa prejudicial del Papa, «pues Pío XII no tiene necesidad de apologetas que no ayudan a aclarar la cuestión histórica».
Por lo que se refiere a los silencios de Pío XII, no sólo ante la persecución judía (denunciada sin bombo y platillo pero criticada de manera inequívoca en el mensaje navideño de 1942 y en el discurso a los cardenales del 2 de junio de 2943), sino también ante otros crímenes nazis, el historiador subraya que esta línea de comportamiento buscaba que no se agravara la situación de las víctimas, mientras el pontífice se movilizaba para ayudarles sobre el terreno.
«El mismo Pacelli se preguntó en varias ocasiones por esta actitud. Fue, por tanto, una opción consciente y dura para él de buscar la salvación del mayor número de vidas humanas en vez de denunciar continuamente el mal con el riesgo real de que los horrores fueran más grandes todavía», explica Vian.
En el libro, Paolo Mieli, de origen judío, afirma en este sentido: «Aceptar las acusaciones contra Pacelli implica llevar al banquillo de los presuntos culpables, con las mismas acusaciones, a Roosevelt y Churchill, acusándoles de no haber pronunciado palabras más claras contra las persecuciones antisemitas».
Recordando que miembros de su familia murieron en el Holocausto, Mieli ha dicho textualmente: «Me opongo a responsabilizar de la muerte de mis familiares a una persona que no tiene responsabilidad».
El libro publica también un texto inédito del Saul Israel, escrito en 1944, cuando, con los demás judíos, había encontrado refugio en el convento de San Antonio, en la Vía Merulana de Roma.
Su hijo, Giorgio Israel, que participó en la presentación del libro, añadió: «No fue algún que otro convento o un gesto de piedad para pocos, y nadie puede pensar que toda esta solidaridad que ofrecieron las iglesias y conventos tuviera lugar sin que lo s
upiera el Papa o incluso sin su consentimiento. La leyenda contra Pío XII es la más absurda de todas las que circulan».
Más allá de la leyenda negra
Vian explica, por último, que el libro que ha editado no pretende detenerse en la cuestión de la «leyenda negra». Es más, «medio siglo después de la muerte de Pío XII (9 de octubre de 1958) y setenta años después de su elección (2 de marzo de 1939) parece crearse un nuevo acuerdo historiográfico sobre la importancia histórica de la figura y del pontificado de Eugenio Pacelli».
El objetivo del libro es sobre todo contribuir a restituir a la historia y a la memoria de los católicos un Papa y un pontificado de importancia capital en muchísimos aspectos que, en la opinión pública, siguen quedando ofuscados por la polémica suscitada por la leyenda negra.