CIUDAD DEL VATICANO, lunes 22 de junio de 2009 (ZENIT.org) – África ha sido el centro de un intercambio epistolar entre Benedicto XVI y el presidente alemán Horst Köhler.
La edición diaria en lengua italiana de L’Osservatore Romano de este sábado 20 de junio publica la carta enviada por el Papa al presidente en respuesta a una misiva enviada por este último el día anterior al inicio del viaje de Benedicto XVI a África.
El presidente Köhler había compartido con el Papa sus «ideas sobre el desarrollo de África» y sus «perspectivas sobre el porvenir de ese continente».
El pontífice le respondió: «sus reflexiones me han acompañado durante mi viaje. Hoy, tras mi regreso, he podido confirmar con una convicción plena sus experiencias».
«África es un continente joven, lleno de gozo de vivir y de confianza, con un gran potencial de creatividad», destaca Benedicto XVI en su carta.
«Por supuesto, los intereses extranjeros y las tensiones de su propia historia todavía pesan sobre el presente y amenazan el futuro», prosigue.
«Pero la fe viva, la fuerza moral joven y la competencia intelectual creciente crean un clima de esperanza que resiste a los desafíos y permite superarlos», añade.
En su carta, el Papa asegura que la «fe puede ofrecer una contribución decisiva y una formación humana necesaria».
«La Iglesia busca formar las conciencias y trabajar desde el interior para que los africanos, como protagonistas del desarrollo de sus países, utilicen sus numerosos dones a favor de la edificación de la sociedad y de la paz», explica.
Benedicto XVI considera también que un «comportamiento honesto y solidario que no cede a la ley del más fuerte ni busca sólo el propio interés es como una esperanza que actúa, una semilla que lleva en sí misma un futuro mejor».
«Cada uno de nosotros es pensado, querido, amado por Dios», subraya el Santo Padre.
«Sobre esta base, también he podido animar a la Iglesia en África para que continúe ayudando a las víctimas de la violencia y de enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis, y luchando eficazmente contra estos terribles males».
Y concluye: «He podido decir que la Iglesia, suscitando en el corazón de los hombres el amor por las personas que sufren y la disponibilidad a ayudar, hace mucho más contra las enfermedades que muchas otras instituciones».