El viaje de Benedicto XVI a la tumba del padre Pío muestra el sentido del dolor

No sólo gracias a las enseñanzas del Papa, sino también de peregrinos

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 28 junio 2009 (ZENIT.org).- La visita que realizó Benedicto XVI a San Giovanni Rotondo, donde vivió y murió san Pío de Pietrelcina, ha servido para mostrar el sentido del dolor, no sólo por las palabras que dijo el Papa sino también por los testimonios de los enfermos, reconoce el portavoz vaticano.

Con el título «Reservas de amor», el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha presentado un editorial en el último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, en el que muestra lo que sucedió en la Casa Alivio del Sufrimiento, el hospital fundado por el capuchino de los estigmas en San Giovanni Rotondo.

«Los viajes del Papa no son importantes sólo por lo que dice y hace el Papa, sino también por los sentimientos y las palabras que suscitan. El testimonio de Anna, enferma de cáncer, ante el Papa, en el atrio de la Casa Alivio del Sufrimiento es un momento que no se puede olvidar», comienza diciendo.

La enferma dijo: «No me pregunté ¿por qué a mí? Sino, más bien, me dije a mí misma: ‘y ¿por qué no a mí? Dios, ¿qué proyecto tienes para mí? Y, entonces -como la Virgen y tantos otros hombres dignos y santos- no quise rebelarme. Sino que quise decir: ‘Aquí estoy’. ¿Cómo vivir en espera de la muerte y viviendo la cotidianidad que queda, de forma que se pueda ofrecer algo bueno al Señor?».
 
Según el padre Lombardi, «Nunca es demasiado tarde para entrar a trabajar en su viña, dedicar la propia vida al bien, aun sólo con la benevolencia de las palabras y de las pequeñas acciones».

Y el portavoz vaticano sigue recordando estas palabras de Anna en nombre de los enfermos: «No nos dejéis solos con nuestros pensamientos y nuestros miedos. Y, cuando no tengáis nada que decir, no os preocupéis. Basta que nos toméis de la mano y nosotros percibiremos vuestra cercanía’. Y concluye: ‘Es verdad, un diagnóstico de cáncer es terrible, da miedo. Pero más terrible es no ser amigo de Dios, alejarse de su amor».
 
«Entonces comprendemos que el sufrimiento puede llegar a ser un gran tesoro –dice el padre Lombardi–. Comprendemos que nos interpela a todos y comprendemos qué es lo que quería decir Padre Pío cuando – como recordó el Papa – decía que ‘los hospitalizados, los médicos y los sacerdotes tenían que volverse ‘reservas de amor’, que cuanto más sea abundante en uno, más se comunicará a los demás'».

«No sólo en San Giovanni Rotondo, sino en todo el mundo, cada sufrimiento, ante el rostro que sufre de Cristo, debería poder convertirse en amor».

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ZENIT Staff

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