RÍMINI, viernes 28 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- La trigésima edición del Meeting de Rímini, que convoca a unas 700 mil personas, cuenta entre sus exposiciones con una dedicada a María Zambrano, titulada «Vocare. María Zambrano, una vocación al conocimiento».
Maria Regina Brioschi, comisaria de la exposición italiana, ha señalado la importancia del pensamiento de la filósofa española respecto a su tradición cultural: «Zambrano critica la filosofía occidental que, desde Descartes, reduce la razón a autoafirmación».
«Según esta posición –añade–, la razón corre un doble riesgo: el de la soberbia y el de la humillación, que conducen ambos a la desesperación. Ésta es la confusión en que se encuentra el hombre del siglo XIX».
No del todo ajena a las tendencias nihilistas y sistemáticas de su tiempo, María Zambrano ofrece un pensamiento que Brioschi define con tres aspectos: el realismo, la historia ética y la razón poética.
El primero deriva de su percepción de que el conocimiento de la autora española se da entre dos polos: el hombre y la realidad. «El hombre necesita de la realidad para cumplir y realidad su potencialidad intrínseca».
La comisaria italiana ha profundizado en la relación entre el hombre y su época: «El hombre tiene algo que se le escapa en el devenir histórico y por tanto tiene una responsabilidad frente a su pasado y frente a su futuro».
De aquí nace el concepto de ética en Zambrano como característica de la persona humana que se manifiesta en la doble fidelidad del hombre al absoluto y al momento histórico que vive.
Sobre el concepto de razón poética en Zambrano, Brioschi ha declarado que «poeta es aquél que es poseído por la belleza y se mantiene en el estupor inicial. Se acerca más a la revelación que a la reflexión sistemática».
Con un video introductorio, la exposición presenta la vida de María Zambrano a través de referencias autobiográficas. A continuación, la primera parte está dedicada al origen del conocimiento: la relación con la realidad.
Para Zambrano, esta relación es indestructible, es «un hilo de seda que no se rompe», que puede entrar en crisis pero que no desaparece, y el hecho mismo de «vivir es buscar la realidad» y abrirse a ella con «gran confianza», porque la realidad sólo se da a quien la busca con amor.
La segunda parte, en respuesta a la crisis educativa, identifica como factor necesario para el conocimiento la relación con «el maestro».
La relación personal es necesaria para el conocimiento. Hasta el pasado (la tradición) se puede conocer sólo a través de una relación viva. La exposición presenta a quien la autora llama «mi maestro perenne», su padre, Blas Zambrano. «Vivir como hijo es algo específicamente humano; sólo el hombre se siente vivo a partir de su origen y a él se dirige con respeto».
El pasaje siguiente se dedica a aquellos que, entre otros, marcaron el pensamiento y la sensibilidad de la joven María: José Ortega y Gasset, Javier Zubiri y Miguel de Unamuno.
La exposición culmina con un video sobre la experiencia educativa como relación que se establece siempre entre dos libertades.