ROMA, lunes 21 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- El sacerdote italiano Ruggero Ruvoletto fue asesinado el pasado sábado por la mañana en su parroquia de Santa Evelina en la periferia de Manaos, en el nordeste de Brasil.
Tras las primeras reconstrucciones, la policía ha hablado de un posible intento de robo, pero la hipótesis parece poco convincente porque en la iglesia se han robado solo unos cincuenta reales (alrededor de unos 15 euros), mientras que no se han llevado otro dinero de la vivienda del sacerdote.
Algunos testigos afirman haber visto a dos «desconocidos» huir con algunos objetos pertenecientes al religioso.
Según recoge la agencia misionera Misna, por ahora las fuerzas del orden han arrestado a tres personas sospechosas de estar implicadas en el asesinato. La identidad de los tres y el presunto móvil aún no se conocen.
Ruggero Ruvoletto había nacido el 23 de marzo de 1957 en Galta di Vigonovo (Venecia), en la diócesis de Padua, y había sido ordenado sacerdote en 1982 por el obispo Filippo Franceschi, de quien había sido Secretario, durante todo su episcopado (1982-1988).
Había estudiado después eclesiología en Roma y había vuelto a la diócesis en agosto de 1994, ocupándose durante casi un año de la Pastoral social y del trabajo como delegado episcopal. Fue nombrado Director del Centro Misionero diocesano desde 1995 hasta 2003.
En julio de hace seis años había partido para Brasil, como misionero fidei donum, en la diócesis de Itaguaì en Mangaratiba junto con el sacerdote Orazio Zecchin.
El año siguiente se había reunido con Francesco Biasin, entonces consagrado obispo de la diócesis de Pesqueira, en el nordeste de Brasil, para participar en un proyecto de presencia misionera en la periferia de Manaos, querido por las diócesis locales.
La periferia de Manaos, afirma una nota de la diócesis de Padua, es «un lugar de frontera entre la ciudad y la selva, donde la criminalidad es particularmente agresiva y últimamente se habían registrado varios asaltos. El mismo Ruggero había participado recientemente en una manifestación para pedir mayor seguridad».
Tras la noticia del asesinato, centenares de habitantes del suburbio de Manaos se congregaron en torno a la parroquia para rendir homenaje a los restos del misionero italiano, que será sepultado en su país natal.
Este domingo por la mañana, el obispo de Padua, monseñor Antonio Mattiazzo, recordó que el fallecido «se consumió muchísimo por la misión. Era hombre y sacerdote de ánimo bueno, sereno, siempre sonriente y de una disponibilidad total».