NUEVA YORK, sábado, 27 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha compartido con ZENIT Mario J. Paredes, del comité presidencial de enlace de las Sociedades Bíblicas de los Estados Unidos con la Iglesia católica, sobre el «Mes de la herencia hispana».
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Coincidiendo con los festejos por la Independencia de México y terminando con la celebración de «el encuentro de los dos mundos,» entre septiembre y octubre de cada año, celebramos en los Estados Unidos el llamado «Mes de la herencia hispana» decretado así por el Congreso de esta Nación y por proclama oficial de la Casa Blanca.
Hablar de la presencia hispana en este País es, en nuestros días, una obviedad. Las cifras así lo confirman y el último Censo Poblacional Nacional nos aproxima a cuarenta y siete millones de hispanos residentes en esta Nación, a los que habría que sumar los tres millones de residentes en la Isla de Puerto Rico.
Y la presencia hispana en la vida de esta Nación no es reciente, es desde siempre. El mundo hispánico estuvo aquí incluso antes de la llegada de los peregrinos, cuando desde 1550 hombre como Pedro Menéndez de Aviles, junto con otros, recorrieron y explotaron a lo largo y ancho el territorio que hoy constituye la Unión americana y se establecieron en lo que hoy es «La Florida», antes de que los británicos lo hicieran en Jamestown. Indudablemente, hemos hecho historia en esta Nación, hemos estado presentes en sus grandes gestas y hemos contribuido enormemente al desarrollo de los Estados Unidos.
Por esta presencia tan creciente, tan evidente y de cifras tan abrumadoras, temas tales como el de la inmigración o el de la legalización de inmigrantes indocumentados están hoy en los primeros titulares de los medios de comunicación y entre las principales preocupaciones de las instituciones que dirigen el rumbo de esta Nación. De la misma manera, la existencia de un senador de origen hispano en los Estados Unidos, además de treinta y dos representantes también hispanos en el Congreso de los Estados Unidos nos habla de lo innegable de la presencia hispana en la sociedad norteamericana actual.
Nuestra presencia aquí ya es insoslayable, pero la sola presencia numérica no nos da la autoridad. La autoridad proviene del hecho de ser autores, vale decir protagonistas, y no es simples espectadores, de nuestro propio devenir en el devenir histórico y social de esta Nación. Solo entonces merecemos respeto y reconocimiento.
No basta con que seamos muchos, no basta con la cantidad, es necesario y urgente la calidad. ES decir, hemos de cualificar nuestra presencia hispana y como hispanos en esta Nación. Además de la cantidad numérica se requiere la calidad de la Comunidad Hispana para la debida inserción (no asimilación) social, religiosa, política, económica, cultural y académica en la vida de este País.
Circunstancias como la celebración del «Mes de la herencia hispana», nos brindan la ocasión para internarnos en el conocimiento de nuestro presente, de nuestros retos actuales y para avizorar, de la manera más adecuada nuestro futuro como comunidad Hispana en la Unión Americana.
Necesitamos cuestionarnos y cuestionar situaciones, entre otras tantas, tales como:
La falta de un debate adecuadamente liderado, organizado, razonado, razonable, respetuoso, equitativo, solidario y justo sobre el tema migratorio.
Que sentido y significación tiene nuestra presencia en la situación de guerra que vive el País y en la que cientos de jóvenes hispanos han ofrendado sus vidas.
Que relación tienen nuestro enorme poder de compra (novecientos billones de dólares al ano) con nuestros niveles de presencia competente y competitiva, además del reconocimiento en el mundo económico y comercial de los Estados Unidos.
A sabiendas de que en la niñez y en la juventud esta el porvenir, es muy preocupante el alto índice de deserción escolar entre los niños y jóvenes hispanos en los Estados Unidos, al tiempo que un alto numero de ellos se sumergen en el mundo de las bandas delincuenciales, el uso de las drogas y el alcoholismo, además de otras formas de evasión y vicio.
Pero que y a pesar de medianos o altos niveles de preparación académica en terrenos teóricos o empíricos de un buen numero de hispanos, los estándares de vida – en términos generales – de la Comunidad Hispana en esta Nación, permanecen bajos y preocupantes.
Por que y a pesar del crecimiento en números de los hispanos que ingresan a los diferentes niveles de gobierno en esta Nación, la comunidad Hispana permanece carente de reconocimiento y de presencia en los niveles definitorios de los destinos de los Estados Unidos.
Además, la masiva inmigración de jóvenes provenientes de nuestros países sin ninguna o muy poca preparación académica para el ingreso en el mundo laboral de esta Nación, que ha abrazado el consumismo y el tecnicismo como sus mayores banderas, los convierte en presa fácil del materialismo y de una vida vivida sin valores altruistas o trascendentes, llena de ideales truncados. Por lo que nuestra niñez y juventud vienen a ser caldo de cultivo y nicho apetecido por quienes trafican con las miserias humanas.
En nuestra presencia aquí y ahora como Comunidad Hispana, donde están nuestros mejores y mas originarios valores históricos, religiosos y culturales aprendidos de nuestras raíces históricas y culturales latinoamericanas tales como el humanismo cristiano, y concretamente católico, que nos exige descubrir en cada ser humano a un hijo de Dios, a un hermano nuestro y a un señor de la naturaleza y de la historia?
La tarea hacia el futuro es ardua y exige la participación consciente responsable, cualificada y generosa de todos los hispanos. Hemos de desarrollar el liderazgo que se requiere para relanzarnos como Comunidad protagonista e la construcción del presente y el futuro de esta Nación. Todo lo cual implica mayor educación, mayor preparación y formación, mayor organización y respeto junto a mayores cuotas de comunicación con la cultura dominante en el compromiso de hacer de esta sociedad una sociedad más viable y más humana. Porque aun perviven – aquí y ahora- muchas situaciones de esclavitud o de libertinaje en la Nación que proclama la libertad, aún permanecen muchas situaciones injustas y de injusticias, de atropello a los mas elementales derechos de hombre en la Nación que dice fundamentarse el imperio de el derecho y de la ley, aun constatamos muchas situaciones infrahumanas o inhumanas en una sociedad que predica el respeto por el ser humano.
Los hispanos, necesitamos liderar y protagonizar el surgimiento de una nueva sociedad norteamericana verdaderamente tolerante y fraterna. Sociedad que descubra, por fin, el valor unitario, integral y armónico de todo el Continente Americano; el valor de la unidad americana o «Panamericanidad» por la riqueza que da la diversidad de las diversas naciones, con diversas etnias, historias, lenguas y culturas pero unidas en la misma territorialidad, en la misma tarea de ser felices en el objetivo común de ser pueblos prósperos, mas humanos y humanizados, con menos fronteras y mas solidaridad.
Para que la Comunidad Hispana alcance su mayoría de edad en esta sociedad, necesita hacer una muy profunda reflexión sobre su devenir histórico., por lo que, ojala, ocasiones como la celebración de «Mes de la herencia hispana» no se queden y pasen en la exterioridad de unas fiestas sino en el compromiso serio y de todos por construir verdadera, grande y noble «hispanidad» en la vida y desarrollo de esta Nación. Así, no estemos más a la deriva y a merced de quienes no nos aceptan, nos explotan o, en el peor de
los casos, no quieren sin identidad hispana y totalmente asimilados a la cultura en esta Nación, sin ningún respeto por nuestra herencia.
Qué bueno que exista el «Mes de la herencia hispana» porque es mucho lo que hemos hecho pero muchos mas lo que nos falta por hacer.