Intervenciones en el Sínodo de África (XII)

Duodécima Congregación General, tarde del lunes, 12 de octubre

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 13 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los resúmenes de las intervenciones que se produjeron durante la duodécima Congregación General de la Asamblea del Sínodo sobre África, en la tarde del lunes, 12 de octubre.

* * *

A las 16:30 de este lunes 12 de octubre de 2009, con la oración Pro felici Synodi exitu, guiada por el Santo Padre, ha comenzado la Duodécima Congregación General, para la continuación de las intervenciones de los Padres Sinodales en el aula sobre el tema sinodal La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz «Vosotros sois la sal de la tierra … Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 13.14).

Presidente Delegado de turno S.Em. Card. Théodore-Adrien SARR, Arzobispo de Dakar (SENEGAL).

A las 18:00 el Presidente Delegado ha dado la palabra al Invitado Especial Jacques Diouf, Director General de la FAO.

En esta Congregación General, que se ha concluido a las 19:00 horas, con la Oración del Angelus Domini, estuvieron presentes 210 Padres.

Intervinieron a continuación los siguientes padres sinodales:

– S. E. R. Mons. Robert MUHIIRWA, Obispo de Fort Portal (UGANDA)

Hablo del gran desafío de la pobreza que veo en mi país, Uganda y, en particular, en mi diócesis de Fort Portal, que tiene una población de aproximadamente un millón de católicos. Tenemos alrededor de 2000 catequistas. Creo que mi diócesis, como muchas otras en África, tienen un gran potencial. Ejemplo de ello es la cantidad de buena tierra de las áreas rurales, de las ciudades pequeñas y grandes. Sin embargo, con la actual situación financiera no estamos en condiciones de hacer que esta tierra sea productiva y de sostenernos económicamente. Ésta es la razón por la que seguimos pidiendo ayudas financieras a nuestras Iglesias hermanas en Europa, América y otros países desarrollados para poder construir iglesias, rectorías para nuestras parroquias, conventos, y para tener medios de transporte que nos permitan llevar a cabo nuestras tareas pastorales, etc. Estamos realmente agradecidos por la ayuda que recibimos.
Sin embargo, si queremos ser una Iglesia madura, una iglesia viva que sea autosuficiente y se propague, entonces necesitamos también ser más autónomos y depender de los recursos que nosotros mismos logremos recabar. Ello nos situará en una posición tal que nos permitiría sostener los programas de la Iglesia y pagar unas retribuciones justas a nuestros catequistas, religiosos e incluso a los sacerdotes, ya que esto podría ayudarles a no abandonar voluntariamente nuestras diócesis para buscar pastos más verdes en otros lugares. Además, tenemos que elaborar programas para los jóvenes con objeto de que no sean captados por los musulmanes y las iglesias pentecostales, que están invirtiendo millones de dólares en nuestros países para acercarlos a sus religiones.
¿Podremos tener un mayor diálogo sobre el modo en que nuestras Iglesias y diócesis hermanas en el mundo desarrollado nos asisten? ¿Por ejemplo, ayudando a las diócesis hermanas y a las conferencias en lo que se refiere a las posibilidades de hacer inversiones para lograr nuestra autonomía, de tal modo que estemos en condiciones de pagar un sueldo a nuestros agentes de pastoral, en especial a los catequistas y demás? ¿Conseguiremos crear con nuestros propios medios algunos programas pastorales, superando la síndrome de dependencia que hace que algunos de nuestros donadores se hayan cansado? Dejad que la sabiduría de este dicho popular resuma mi intervención: «Dad a un hombre un pez y volverá a vosotros todos los días, pero dadle un anzuelo y él mismo pescará cada día».

[Texto original: inglés]

– S. E. R. Mons. Kyrillos WILLIAM, Obispo de Assiut de los Coptos (EGIPTO)

De una población total de 80 millones de personas, los cristianos en Egipto son aproximadamente 10 millones, de los cuales unos 300.000 son católicos, repartidos en coptos católicos, que forman la mayoría, melquitas, maronitas, siros, armenios, caldeos y algunos latinos.
La Iglesia Católica en Egipto es una pequeña comunidad que mantiene su sello de Iglesia universal y también tiene las mismas preocupaciones de todas las Iglesias en África pero conservando su especificidad, ya que vive en un contexto árabe-musulmán diferente del de los demás países africanos.
Es también una Iglesia local rica en tradiciones, culturas, ritos y con su propia una liturgia.
La Iglesia en Egipto está presente a través de las actividades socio-pastorales que organizan las diócesis, las congregaciones religiosas y los organismos laicos.
Dicha presencia se manifiesta de maneras diferentes:
Damos prioridad a la educación. En la escuela les enseñamos a los niños la tolerancia, el respeto a los demás, los valores humanos. Esta formación crea unos puentes entre los diferentes ámbitos religiosos y sociales.El desarrollo socio-económico, como la promoción de la mujer, la animación rural (alfabetización, salud, micro-proyectos, etc).
Algunos de los desafíos de la Iglesia Católica en Egipto: el fundamentalismo religioso, la emigración de los mandos cristianos, los refugiados, el trabajo ecuménico que deja que desear, la formación adecuada de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas y de los laicos, para afrontar los cambios de la sociedad egipcia y sus nuevas exigencias. Promover la comunión entre los diferentes ritos y los nuevos movimientos en el seno de la Iglesia.

[Texto original: francés]

– S. E. R. Mons. Philippe RANAIVOMANANA, Obispo de Ihosy (MADAGASCAR)

No podemos dejar de dar las gracias a los organismos europeos, católicos o no católicos, que han ayudado financiera y materialmente a las Iglesias del hemisferio sur y a algunas diócesis a dotarse de medios de comunicación. La Iglesia en África agradece al norte sus distintas ayudas.
De todos modos, a menudo los donadores imponen unas condiciones para las ayudas. Un gran número de programas de la Iglesia en África depende todavía ampliamente de las condiciones de los donadores. El riesgo, por una parte, es que esta situación hipoteque la autonomía y la propiedad de los programas, y por otra parte, se corre el riesgo de crear unos proyectos o estructuras inadecuados para la Iglesia local y para los beneficiarios. Por ello son necesarias una confianza y una comprensión mutua de las dos partes, con el fin de evitar regalos envenenados.
La inversión en medios de comunicación social tiene que llegar a los pueblos aislados y enclavados fuera del del mundo. Los campesinos, que constituyen el 85% de la población, no tienen acceso a la información y la formación, y así se ven privados de los derechos y deberes elementales como ciudadanos y cristianos, cuando en realidad han sido llamados a ser artesanos de la reconciliación, de la paz y de la justicia.
¡La formación del personal para manejar estos medios de alta tecnología que no dejan de evolucionar cuesta cara! La formación, que a menudo hay que adquirir en Europa, es una necesidad, pero queda fuera de las posibilidades financieras de la diócesis. Por otro lado, para evangelizar bien a los medios, es necesario que los animadores tengan una formación cristiana sólida. Es la condición para el éxito…
La creación de radios diocesanas tiene como primer objetivo la comunión en cada diócesis. Pero la creación de una red-satélite contribuirá enormemente a los intercambios interdiocesanos y nacionales a través de un programa común. Tiene la misión favorecer la comunión en el esfuerzo de evangelización en las diócesis.

[Texto original: francés]

– S. E. R. Mons. Laurent MONSENGWO PASINYA, Arzobispo de Kinshasa (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)

La paz va de la mano con la justicia, la justicia con
el derecho y el derecho con la verdad.
Sin justicia, la paz social es frágil. Por lo tanto, es necesario, promover el estado de derecho cueste lo que cueste, en el cual la ley tenga el primado, sobretodo el derecho constitucional; estados de derecho en los cuales la arbitrariedad y la subjetividad no generen la ley de la selva; estados de derecho en los cuales la soberanía nacional es reconocida y respetada; estados de derechos en los cuales a cada uno se le da lo que le corresponde en forma equitativa.
Sin la verdad es difícil asegurar la justicia y proclamar el derecho. La consecuencia sería que el derecho y la falta de derecho tendrían el mismo derecho de ciudadanía, y esto haría imposible un orden armonioso de las cosas, osea la «tranquillitas ordinis». «En la verdad, la paz» (Benedicto XVI).
Es por esta razón que la búsqueda de soluciones pacíficas, por todos los medios, especialmente los diplomáticos y políticos, deberá ser orientada a restablecer la verdad, la justicia y el derecho.
Cristo es nuestra paz. Él ha realizado la paz, ha proclamado la paz, porque hizo un solo pueblo de hebreos y paganos. Y esto lo realizó no dejando que unos u otros tuvieran privilegios y derechos, lo realizó aboliendo la exclusión, derrumbando el muro de separación cultural y social, destruyendo el odio que crucificó su cuerpo en la cruz. Hebreos y gentiles no son más extranjeros entre ellos, ni personas distantes sino cercanas, conciudadanos con los santos, los unos y los otros participan de la misma herencia (Ef 3, 6), desde entonces son un solo Israel.
Él, Jesús, realizó así un hombre nuevo, para reconciliarlos con Dios y para dar, por medio del Espíritu, el acceso al Padre.
Es eliminando todas las barreras, la exclusión, las leyes discriminatorias en el culto y en la sociedad y, sobre todo, suprimiendo el odio, que se reconcilian los hombres y se realiza la paz.

[Texto original: francés]

– S. E. R. Mons. Raymond Leo BURKE, Arzobispo Emérito de Saint Louis, Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (CIUDAD DEL VATICANO)

La Iglesia, como Esposa de Cristo, es el espejo de la justicia. Debe anunciar y salvaguardar la verdad, citando las palabras del Papa Benedicto XVI, «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»(cfr. Jn 8, 32) y «de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano» (Caritas in veritate, n.9). Su enseñanza y su disciplina con respecto al santo matrimonio, por medio del cual la familia, célula primaria de la vida de la Iglesia y de la sociedad, se debe formar y alimentar, es fundamental por su fidelidad como espejo de la justicia en el mundo.-
El tribunal de la Rota, en el que el obispo diocesano ejercita su función de juez en nombre de los fieles que acusan de nulidad el propio matrimonio, es una parte esencial del ministerio de justicia de la Iglesia. Cada obispo, por lo tanto, debe prestar atención e instituir y ordenar de forma adecuada el tribunal de la Rota, responsabilidad que puede cumplir también conjuntamente con un tribunal interdiocesano.
En la cultura contemporánea, es fundamental que la Iglesia anuncie la verdad sobre la unión conyugal entre un hombre y una mujer que, por su misma naturaleza, es exclusiva, indisoluble y ordenada a la procreación. El respeto, por parte de los fieles, de la disciplina de la Iglesia con respecto al matrimonio es uno de los instrumentos válidos para «asistir a las parejas y guiar las familias en los desafíos que encuentran» y para purificar a la cultura de prácticas como los «matrimonios forzados» y la poligamia.
Las decisiones del Tribunal de la Rota reflejan, para los fieles y para la sociedad en general, la verdad sobre el matrimonio y la familia. Los miembros del tribunal, por lo tanto, deben estar bien preparados por medio del estudio del derecho canónico y de la experiencia.
Que pueda la Iglesia, con la celebración de esta Asamblea especial, inspirada en el espíritu peculiar de la cultura africana, ser de manera cada más perfecta el espejo de la justicia relativa al matrimonio y a la familia para el bien de los pueblos de África y del mundo entero.

[Texto original: inglés]

– S. E. R. Mons. Tesfaselassie MEDHIN, Obispo de Adigrat (ETIOPÍA)

Considero que no se ha dedicado la suficiente atención a la formación, que es un tema central para la Iglesia en África mientras desarrolla su servicio para la reconciliación, la justicia y la paz, «…sal de la tierra… y luz del mundo»
La Iglesia desarrolla su misión a través de sus estructuras e instituciones, y más concretamente a través de los obispos, los sacerdotes, religiosos y religiosas, los catequistas y los fieles laicos que, cada cual según su nivel respectivo, deben ser guías y modelos para las comunidades cristianas, como «reconciliadores», «personas justas» , «artífices de paz».
La formación de los sacerdotes es fundamental si se quiere alcanzar este objetivo.
Por lo tanto, debemos asegurarnos que la formación que impartimos a nuestros futuros sacerdotes y agentes de evangelización los ayude a ser conscientes de los desafíos, a ser ministros seguros de ellos mismos, equilibrados y maduros, capaces de resistir las graves turbulencias del tiempo.
Recomendaciones.
– Existe una fuerte exigencia por comprender las presiones destructivas y los desafíos a los cuales se enfrentan nuestras sociedades en África hoy, con una atención particular por las familias y por los jóvenes. Esto exige por parte de la Iglesia la realización de programas de formación específicos.
– Los programas de formación en los Seminarios mayores y en las Casas de formación religiosa
requieren mucha atención y una evaluación muy atenta con el fin de determinar la calidad y la eficacia de la formación de los miembros de la Iglesia que puedan ser testigos auténticos de la reconciliación, de la justicia y de la paz.
– Utilizar nuestros Institutos de estudios superiores para instituir una facultad que desarrolle e integre en los programas, en lo que concierne a los mecanismos de reconciliación, las mejores prácticas y los modelos culturales africanos más eficaces para proporcionar la formación de un personal al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz, que podría desarrollar el propio servicio a nivel nacional regional y continental, según las exigencias.
– La atención por la diversidad existente en nuestras sociedades africanas es una realidad que no debe subestimarse.

[Texto original: inglés]

– S. E. R. Mons. Norbert Wendelin MTEGA, Arzobispo de Songea (TANZANIA)

Mucha de nuestra gente es torturada, hostigada, asesinada simplemente debido a sospechas maliciosas infundadas, fomentadas por la brujería y por brujos. No hay leyes que defiendan a las personas, los gobiernos condonan. Algunos líderes conspiran con los brujos y algunos gobiernos los legalizan. Muchos líderes creen en la brujería, en la superstición y en el ocultismo. Por ello se requiere: una evangelización más profunda, apoyo y una voz profética que se dirija a nuestros gobiernos.
La sobrevivencia de nuestros agricultores es precaria. Sus dificultades, con frecuencia, ni siquiera son contempladas en los presupuestos de nuestros gobiernos y se los engaña continuamente. La Iglesia en África debe luchar en favor de los agricultores y pastores: ellos deben obtener su participación en el presupuesto. Se les deben garantizar las infraestructuras básicas y las necesidades fundamentales para su trabajo y sus productos. Se deben tomar medidas para lograr mercados estables y válidos. Se deben proteger los mercados internos. Se debe introducir a los agricultores al ahorro y a los préstamos a través de cooperativas de micro financiación.
Para nuestros políticos, paz significa «una atmósfera tranquila que les permita robar y aprovecharse del dinero de sus países». Para ellos «elecciones libres y justas» significa «suceso en hacer que la gente vaya a las urnas en el total desconocimiento de sus derechos»y de las maliciosas mani
obras de los candidatos». Los políticos creen que ser elegidos significa tener la autorización para robarle al país.
Amamos a los musulmanes. Vivir con ellos forma parte de nuestra historia y cultura. Pero el peligro que amenaza la libertad de África, su soberanidad, democracia y derechos humanos es en primer lugar, el factor político islámico, es decir, el plan previsto y el claro proceso de «identificar el Islam con la política y viceversa» en cada uno de nuestros países africanos. El segundo lugar, lo ocupa el factor monetario islámico mediante el cual enormes cantidades de dinero provenientes de países en el extranjero se vierten en los nuestros, para desestabilizar la paz y erradicar la cristiandad.– S. E. R. Mons. Krikor-Okosdinos COUSSA, Obispo de Iskanderiya de los Armenios (EGIPTO)

Quisiera hacerlos partícipes del testimonio dado por la Iglesia armenia, que desde el genocidio de 1915 está presente en todo el mundo en su diáspora.
En 1915 los otomanos, movidos por los celos, han masacrado al pueblo armenio presente en la gran Armenia y en la pequeña Armenia (Turquía). Un millón y medio de personas murieron en ese genocidio.
Los armenios partieron, dispersándose primero en Medio Oriente, luego por el mundo entero. La Iglesia armenia, fue acogida en todos los lugares donde se establecía, y ha llevado su idioma, su fe, sus tradiciones y su cultura.
En 2001 hemos celebrado los 1700 años del bautismo de Armenia y el Papa Juan Pablo II beatificó al arzobispo de Mardine, Ignazio Maloyan, el cual, como cabeza de su pueblo, dio la vida para no renegar de la fe en Cristo.
En este momento en el que se desarrolla el Sínodo, es decir a 94 años de la masacre, siguiendo el llamado de Cristo a perdonar a los enemigos, los dirigentes del Estado armenio y los jefes de las Iglesias en Armenia (católica, ortodoxa y evangélica), realizamos un acto público de perdón a los turcos. Lo hacemos pidiendo a los turcos el reconocimiento del genocidio para rendir homenaje a los mártires y conceder a los armenios sus derechos civiles, políticos y religiosos.
El camino de reconciliación entre ambos Estados ha sido ya tomado.
Por este motivo, hago un llamado a los dirigentes políticos para que sostengan nuestro caminar hacia los turcos, con la Iglesia universal y con la Iglesia africana en necesidad.

[Texto original: francés]

– S. E. R. Mons. Denis WIEHE, C.S.Sp., Obispo de Port Victoria, Presidente de la Conferencia Episcopal (C.E.D.O.I.) (SEYCHELLES)

Las pequeñas islas del Océano Indico (Comores, Reunión, Mauricio, Rodrigues y Seychelles), por su situación geográfica, su historia y, en particular, su población, son muy diferentes a los grandes países del continente africano, porque son tributarias no solamente de África sino también de Asia y Europa. Sin embargo, a nivel pastoral tenemos en común algunos temas, por ejemplo, algunos problemas concernientes a la familia.
Los cristianos que se unen al Camino Neocatecumenal experimentan una profunda transformación. A lo largo de mis visitas pastorales a diferentes familias he sido testigo de la armonía que tienen en la vida de pareja y en la relación con los hijos, así como de la regularidad y profundidad de la oración en familia.
Las «sesiones CANA» organizadas por la Comunidad del Nuevo Camino: cada vez participan unas veinte parejas, que transcurren juntas una semana; se les propone ese tiempo para redescubrir el significado verdadero de sus vida de pareja y de familia. Al mismo tiempo, en otro lugar, los hijos de estas familias siguen un tiempo de formación parecido, con una pedagogía adaptada a su edad. Durante el último día de la sesión, los padres y los hijos se encuentran para una fiesta en familia con todos los participantes. Seguidamente, después de la sesión, se les propone a las parejas varias actividades, como, por ejemplo, la de participar en las «Hermandades CANA».
«Couples for Christ» («Las parejas para Cristo»), comunidad laica que llegó de Filipinas, propone unos programas de formación no solamente para las parejas, sino también para los jóvenes que se preparan al matrimonio, para los adolescentes y para los niños. Los diferentes programas propuestos están animados con canciones que gustan mucho a los jóvenes…y a los menos jóvenes.

[Texto original: francés]

– S. E. R. Mons. Ludwig SCHICK, Arzobispo de Bamberg, Presidente de la Comisión «Weltkirche» de la Conferencia Episcopal Alemana (ALEMANIA)

La asociación (partnership) entre las Iglesias en los diferentes continentes deben ser promovidas. Esta asociación no deben considerarse como caminos en un solo sentido. Deben llevar a un intercambio de dones tanto espirituales como materiales entre las Iglesias particulares en todo el mundo. Deben ser una asociación en la oración, en el intercambio de experiencias y en la solidariedad. Asociación significa participación recíproca en las alegrías y en el sufrimiento de los otros. Este aparejamiento fortifica la Iglesias locales en la fe, en la esperanza y en la caridad (cfr. Rm 1, 12). Las partes se pueden ayudar con los sacerdotes, con los miembros de las órdenes religiosas, especialmente las religiosas, y con los expertos de ambos ámbitos.
Último y no menos importante, en nuestro mundo global, es la necesidad del aparejamiento entre las Iglesias en los diferentes continentes con la finalidad de proseguir, con una sola voz, el diálogo con los gobiernos y las organizaciones políticas internacionales. Únicamente las Iglesias unidas pueden alcanzar la solución de los grandes problemas del comercio justo, de los cambios climáticos, de la no proliferación de armas, de la explotación de los recursos naturales, del comercio de esclavos, de las migraciones, etc. La asociación entre las Iglesias particulares en el mundo ayudan a las Iglesias locales para volverse instrumentos mejores de la reconciliación, de la justicia y de la paz en el mundo.

[Texto original: inglés]

A continuación intervinieron los siguientes oyentes:

– Dr. Alberto PIATTI, Secretario General da Fundación AVSI, Milano (ITALIA)

El tesoro más grande de África es la sed de Significado, de espiritualidad de Dios que en la Europa ya saciada no existe más. La revelación que Cristo es la respuesta a este deseo del ser humano, concebido por su creador para tal fin, que se cumple aquí y ahora en la Santa Iglesia.
Es este el encanto de la fe, que encuentra y se propone a la libertad del hombre y es algo que también atrae a los jóvenes.
Hablo de encanto porque vivo, junto a mi esposa, la aventura de criar y educar a 5 hijos (casi como una familia africana).
Lo que les mueve es el encanto de la fe como conocimiento de la realidad, en su verdad más profunda, mas no las reglas y consecuencias éticas y ambientales.
Me permito plantear, para vuestra reflexión, si esta tensión muchas veces no parece ser una premisa ya que después, en la acción, esta tensión no se mantiene, sino que se introduce un dualismo o un relativismo en las consecuencias operativas, en nuestras obras. De ese modo nuestra agenda, muchas veces, parece coincidir con la agenda de los organismos internacionales y en particular con la de las Naciones Unidas. El edificio de cristal parece ser el templo en donde se celebra el rito de la nueva religión humanitaria y relativista y su Secretario General de turno asume las vestiduras de un papa laico.
Me refiero, brevemente, a dos aspectos fundamentales de nuestra expresión caritativa de educación y salud.
– Consideramos que la educación permanente es un factor determinante para la conciencia de los fieles porque expande la relación entre Creador y creado, incluso en la acción. No solo es educación formal, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Cuáles son los contenidos tr
ansmitidos en las escuelas católicas? No podemos contentarnos con lo que prevén los objetivos del milenio «education for all».
Señalo también la urgencia de tomar conciencia del valor de la dignidad civil y social de las obras de la Iglesia como contribución al bien común, según el principio de subsidariedad. La Iglesia ofrece educación primaria al 50% de la población en edad escolar y el 50% de los servicios sanitarios básicos en muchos países del continente africano y esto no se reconoce como se debería.
Frente a estas dimensiones del servicio ofrecido a los hermanos de la Iglesia, el fondo global para las tres grandes enfermedades destina solo el 3.6 por cierto de todos los recursos que manejan las «faith base organization» en su conjunto.
La Conferencia Episcopal Ugandesa ha trabajado intensamente en este sentido, pero aún se puede hacer mucho más.

[Texto original: italiano]

– Sr. Ermelindo Rosário MONTEIRO, Secretario General de la Commisión Episcopal Justicia y Paz, Maputo (MOZAMBIQUE)

La Iglesia en África tiene muchos desafíos por enfrentar. En Mozambique, por ejemplo, durante y después de la guerra civil, la Iglesia Católica colaboró, de diversas maneras, para concienciar a las personas para el perdón y la reconciliación nacional y de esa forma recuperar el tejido humano y social del pueblo, para lograr la paz. Organizó la unión de todas sus fuerzas vivas (laicos, religiosos, sacerdotes) para movilizar la opinión pública para el perdón y la reconciliación. Promovió la educación del pueblo para la paz, a través de pronunciamientos públicos de sus Obispos en cartas, comunicados y exhortaciones pastorales. Los mismos Obispos fueron los protagonistas de encuentros sistemáticos de diálogo con las autoridades gubernamentales y con los responsables del movimiento de Resistencia Nacional para destacar que no eran las armas sino el diálogo la vía más correcta para alcanzar la paz. La Iglesia además formó más de 2000 Integradores sociales (Animadores de reconciliación) que llevaron a todo el país el mensaje de perdón y reconciliación para la paz. Los viernes se dedicaban a la oración por la paz. En otras ocasiones se hacía oración ecuménica e interreligiosa para la paz.
Frente a las nuevas realidades y nuevos desafíos actuales se deben tener en cuenta también los aspectos internos de la Iglesia que pueden constituir un testimonio en contra de la reconciliación y la justicia dificultando así la construcción de la paz.
Por todo esto y por mucho más, querría sugerir a nuestros pastores que sigan perseverando en el anuncio de la verdad y en la denuncia de todo lo que pueda herir la reconciliación, la justicia y la paz en África, porque vuestro compromiso abnegado, señores Obispos, es un ejemplo que se va a multiplicar en cada uno de los fieles que os sean confiados.
Sugiero también a nuestros pastores que potencien cada vez más y mejor las comisiones de Justicia y Paz para que contribuyan más eficazmente, como sal de la tierra y luz del mundo, al servicio de reconciliación, justicia y paz.

[Texto original: portugués]

– Sra. Barbara PANDOLFI, Presidente general del Institudo Secular de las Missioneras de la Regalità de Cristo (ITALIA)

La presencia de los Institutos Seculares es una presencia escondida, aceptando la precariedad de la vida cotidiana, conjuntamente con los otros, sin protección ni privilegios, en la búsqueda de caminos y soluciones frecuentemente probables, vivida con el deseo de una fraternidad universal.
Por esto, la vocación de los Institutos seculares evidencia la exigencia de la promoción de un laicado maduro, que pueda contribuir a la construcción de una sociedad civil basada en los valores humanos del cristianismo.
En la búsqueda de la justicia y de la paz, especialmente de la experiencia de los laicos consagrados, integrados en los diferentes ámbitos de la vida social, se pueden favorecerse micro procesos de reconciliación, contribuyendo a la conciencia crítica, identificando a la luz del Evangelio, los caminos alternativos de la justicia y de la participación.
Nuestra vida y experiencia nos lleva a mirar al mundo y a la historia con juicio y sentido crítico, pero también con una visión positiva que parte de la certeza que, dondequiera se puedan encontrar los signos y el germen de la presencia de Dios que exigen ser conocidos, promovidos y acompañados, se hace necesario el estilo del diálogo e del testimonio.
Si la mujer es un eje central de la sociedad africana, mucha veces lo es de manera de modo «escondido», ni oficial ni reconocido, entre dificultades y prejuicios.
Siendo Institutos femeninos la mayoría de los Institutos Seculares en África, se presenta urgentemente la exigencia de favorecer y promover la valorización de la mujer, no sólo porque esposa y madre, sino en cuanto persona capaz de responsabilidad y de autonomía en los diferentes ámbitos de la vida social, y en la urgencia de su presencia especial y no sólo subordinada en la Iglesia.
Si la primera fractura en el género humano causada por el pecado, ha sido entre un hombre y una mujer, uno de los signos de la paz y de la reconciliación, quizás, pueda estar justamente dado por la promoción de una real corresponsabilidad y de un efectivo reconocimiento de igual dignidad entre hombres y mujeres, más allá de todo dominio y discriminación.
Quizás haya llegado el momento en el que la mujer, con frecuencia y tradicionalmente sujeta al hombre, pueda ser realmente y en todos los campos de la vida social y eclesial, frente al hombre y en diálogo con él. En este sentido el Evangelio puede volverse una fuerza real de cambio.

[Texto original: italiano]

– Rev.da Hna. Maria Ifechukwu UDORAH, D.D.L., Superiora General de las Hijas del Divino Amor, Enugu (NIGERIA)

Apoyo el plan propuesto por su Excelencia Mons. Adewale Martins de Nigeria dirigido a los jóvenes. Quisiera agregar, sin embargo, que es necesario además prestar atención a los niños. La Holy Childhood Association ya está desarrollando un trabajo importante en algunos de nuestros países pero se podría dar una orientación más precisa a sus programas para que se pueda enseñar mejor la cultura cristiana y los valores católicos. Las diócesis podría preparar un programa para ser utilizado en las escuelas católicas para la instrucción religiosa. Esto significaría dedicar una mayor atención a la formación espiritual de los niños en las escuelas primarias y secundarias.
Un programa para las actividades de los jóvenes en las universidades sería, por tanto, una continuación del trabajo ya comenzado, en este sentido, en los niveles primario y secundario. En los próximos 10 años, por lo tanto la formación de los candidatos a la vida religiosa y al sacerdocio que provendrán de la sociedad, será mucho más simple.
Estoy de acuerdo con cuanto ha dicho Su Eminencia el Cardinal Francis en lo que concierne a las personas consagradas, como se indica en el Instrumentum laboris n.113 y 114. Quisiera agregar que todos nosotros, agentes de evangelización, debemos considerarnos un equipo que juega para la Iglesia Familia de Dios con el fin de dar un testimonio eficaz y no entrar en competición entre nosotros. La hermana Felicity Harry ha hecho el análisis de la situación de las personas consagradas, a esto quisiera agregar una propuesta: la organización de encuentros regulares para los sacerdotes diocesanos y las personas consagradas que trabajan en las diócesis, en los que poder dialogar y compartir ideas. Se podría además aprovechar estas ocasiones para realizar talleres sobre el espíritu y el trabajo en equipo para todos los agentes de evangelización.
Muchas congregaciones religiosas locales se dedican hoy al trabajo misionero ad intra ad extra y deben afrontar el desafío de la falta del apoyo adecuado a su trabajo por parte de la Iglesia – Familia de Dios-. Propongo que los padres sinodales dediquen un poco de su atención a estas temátic
as.

[Texto original: inglés]

INTERVENCIÓN DEL INVITADO ESPECIAL JACQUES DIOUF, DIRECTOR GENERAL DE LA FAO

Querría ante todo saludaros con gran respeto y afecto.
Es para mí un gran honor haber sido invitado a intervenir ante esta augusta a Asamblea y siento una gran emoción. Deseo expresar mi profunda gratitud por vuestra invitación, pues reconozco que es un hecho excepcional. Es una distinción especial que me invitéis a participar en vuestras reflexiones sobre algunos de los problemas cruciales del mundo, sobre todo la inseguridad alimenticia, que me habéis pedido que afronte junto con vosotros.
Nuestro diálogo no podía concebirse sin la intermediación de la palabra, que simboliza lo humano, a la vez que es el vector del mensaje universal de paz, de solidaridad y de fraternidad.
Vuestro solemne encuentro está bajo el signo de la trilogía: «Sínodo», «Obispo», «Africano».
Como tengo el gran privilegio de tomar la palabra ante el Santo Padre, debo beber de las fuentes de la sabiduría de los antiguos para evitar aventurarme en el laberinto intelectual de los dos sustantivos «Sínodo» y «Obispo». Osaría, pues, aventurarme sólo por el camino menos escarpado del sustantivo «Africano».
África significa, primeramente, valores comunes de civilización basados en una conciencia histórica de pertenencia a un mismo pueblo. Este pueblo, que partió de la zona de los grandes lagos durante la prehistoria para huir de la desertización, fundó durante la protohistoria las civilizaciones sudano-nilótica y egipcia. La ocupación extranjera de Egipto en el siglo VI provocó las migraciones hacia el sur y el oeste, desde el valle del Nilo. Desde comienzos del primer siglo hasta las invasiones ultramarinas se sucedieron los grandes imperios y reinos florecientes: Ghana, Nok, Ifé, Malí después Songhai, Haoussa y Kanem-Bornou, Zimbabue y Monomotapa, Congo. Estos valores se apoyan en una conciencia geográfica, un territorio que es un triángulo delimitado por el Océano Atlántico, el Océano Índico y el Mar Mediterráneo.África, martirizada, explotada, expoliada por la esclavitud y la colonización, pero ahora políticamente soberana, no debe replegarse en el rechazo y la negación, aunque tenga el deber de recordar. Debe tener la grandeza del perdón y seguir desarrollando una conciencia cultural basada en una identidad propia que rechaza la asimilación alienante. Debe profundizar en los conceptos operativos de negritud y de africanidad, incluyendo la diáspora, que se basan en el arraigamiento, pero también en la apertura.
Estos valores se reflejan en una expresión artística (pintura, escultura) que acentúa las formas y las dimensiones para transmitir sobre todo un mensaje de amor o manifestar una emoción que sobrepasa las oposiciones dicotómicas. Se expresan también mediante una música y unas danzas más festoneadas de ritmo y de improvisación que de lirismo y de solfeo. Estos valores también han producido un tipo de arquitectura caracterizada por el paralelismo asimétrico en el que dominan puntas, triángulos y cilindros, que contrastan con los ángulos rectos, los cuadrados y los cubos en equilibrio en relación a los ejes centrales, tan característicos de los edificios de otros continentes.
Este terreno cultural es el zócalo duro sobre el cual África debe construir su futuro en armonía con los demás pueblos del planeta Tierra.
Siempre se presenta a África desde el punto de vista de sus dificultades. Pero es una tierra de futuro que en los próximos cuarenta años experimentará un fuerte crecimiento demográfico. En 2050 contará con dos mil millones de habitantes – el doble de los que tiene hoy, superando así a la India (1.600 millones de habitantes) y a China (1.400 millones de habitantes) y representará el mayor mercado del mundo.
Con el 80% de los recursos mundiales de platino, el 80% de magnesio, el 57% de los diamantes, el 34% del oro, el 23% de la bauxita, el 18% del uranio, el 9% del petróleo y el 8% del gas, África es ineludible en el desarrollo económico del planeta. No obstante, este potencial minero y energético no será una realidad hasta que no se ponga al servicio de la emancipación económica de sus pueblos, y África se libere del yugo del hambre y de la malnutrición. Para ello, tiene que vivir en paz y unidad. La gestión de la ciudad en los Estados se debe llevar a cabo en democracia, con transparencia, primacía del derecho y aplicación de la ley por parte de una justicia independiente, ante la cual todos los ciudadanos son responsables de sus actos. La economía debe crear riqueza y prosperidad en beneficio del pueblo, especialmente de las personas desheredadas y más vulnerables.
La seguridad alimentaria es indispensable para la reducción de la pobreza, la educación de los niños y la salud de la población, pero también para un crecimiento económico duradero. Condiciona la estabilidad y la seguridad del mundo. Cuando en 2007 y 2008 tuvieron lugar los «motines del hambre» en 22 países de todos los continentes, la estabilidad de los gobiernos se tambaleó. Todos se han podido dar cuenta de que la alimentación también es una cuestión social de primer orden y un factor esencial de seguridad global.
En 1996, la Cumbre mundial de la alimentación, organizada por la FAO, se comprometió solemnemente a reducir a la mitad el hambre y la desnutrición en el mundo. Para ello, había adoptado un programa dirigido a la seguridad alimentaria duradera. Este compromiso fue ratificado por la Cumbre del Milenio del año 2000, por la Cumbre mundial de la alimentación cinco años más tarde, en 2002, y por la Conferencia de alto nivel de la FAO sobre la Seguridad alimentaria mundial que se celebró en junio de 2008.
Por desgracia, los datos más recientes recogidos por la FAO sobre el hambre y la malnutrición en el mundo revelan que la situación actual es aún más inquietante que en 1996. La inseguridad ha aumentado en todas partes en el mundo a lo largo de los últimos tres años a causa de la crisis mundial de 2007-2008 provocada por la subida repentina de los precios de los productos alimenticios y exacerbada por la crisis financiera y económica que afecta al mundo desde hace más de un año. Todas las regiones del planeta se han visto afectadas. Por primera vez en la historia de la humanidad, el número de personas que pasan hambre ha alcanzado los mil millones, es decir, el 15% de la población mundial.
En África, a pesar de los importantes avances que han realizado muchos países, el estado de la inseguridad alimentaria es muy preocupante. El continente cuenta actualmente con 271 millones de personas malnutridas, es decir, el 24% de la población, lo cual representa un aumento del 12% respecto al año anterior. Además, de los treinta países en el mundo en estado de crisis alimenticia que actualmente necesitan una ayuda urgente, veinte se encuentran en África.
Los resultados de la agricultura africana a lo largo de las últimas décadas han sido insuficientes. El crecimiento de la producción agrícola (2,6% por año entre 1970 y 2007) se ha compensado con el de la población (2,7% para el mismo período), por lo que no han aumentado las disponibilidades alimentarias medias por persona. Sin embargo, la agricultura representa el 11% de las exportaciones, el 17% del PIB del continente, y sobre todo el 57% de los empleos. Sigue siendo un sector económico esencial y un factor de equilibrio social sin igual.
A este propósito, la contribución de la mujer africana en la producción y en el comercio agrícola, al igual que su papel en la alimentación de toda la familia, son factores esenciales. De hecho, ninguna iniciativa para hacer frente al problema de la inseguridad alimentaria en África puede tener éxito si no se toma en consideración esta realidad económica y social.
África necesita modernizar sus medios y sus infraestructuras de producción agrícola. El uso de los abonos modernos actualmente es muy insuficiente. Se utilizan sólo 16 kg de abonos por hectárea de tierra cultivable, contra los
194 kg en Asia y los 152 kg en América Latina. Ese porcentaje es todavía menor en el África subsahariana, con sólo 5 kg por hectárea. El uso de las semillas seleccionadas, que llevaron al éxito de la Revolución verde en Asia, es muy reducido en África. Solamente un tercio de las semillas es sometido a un sistema de control de calidad y de certificación.
Las infraestructuras de transporte, los medios de almacenamiento y de envase son terriblemente deficientes en el continente. Los caminos rurales están al nivel de la India de principios de los años 70. Las pérdidas de las cosechas representan del 40 al 60% en el caso de algunos productos agrícolas.
Sólo se irriga el 7% de las tierras cultivables en África, frente al 38% de Asia. Ese porcentaje baja hasta el 4% para en el África subsahariana, donde en el 93% de las tierras, la vida, debería decir la supervivencia de las poblaciones, depende de la lluvia, un factor cada vez más aleatorio a causa del calentamiento global. Sin embargo, el continente no utiliza más que el 4% de sus reservas de agua, frente al 20% de Asia.
Además, el comercio de los productos agrícolas intra-africano es relativamente limitado. A pesar de la existencia de 14 grupos económicos regionales, sólo el 14% de las importaciones de los principales productos alimenticios para África provienen de la región. Para los cereales, esta cifra es sólo del 6%. El comercio intra-regional de los productos agrícolas en África, como sucede en otras partes con otros productos, debería favorecerse más porque tiene un papel determinante en la seguridad alimentaria del continente.
Los agricultores africanos necesitan mejorar sus condiciones de vida. Tienen que poder vivir dignamente, trabajando con los medios de su época. Necesitan semillas de alto rendimiento, fertilizantes, alimentos para el ganado y otros abonos modernos. No pueden seguir como en la Edad Media, trabajando la tierra con los utensilios tradicionales, en condiciones aleatorias, a merced de los caprichos del tiempo.
Hay que decir y repetir que es imposible vencer el hambre y la pobreza en África sin aumentar la productividad agrícola, ya que la extensión de las superficies comienza a encontrar sus límites a causa del impacto de la deforestación y de las incursiones en los ecosistemas frágiles.
En julio de 2003, los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana adoptaron el Programa detallado de desarrollo de la agricultura africana (PDDAA), preparado con el apoyo de la FAO, y completado con los documentos sobre la cría de ganado, los bosques, la pesca y la hidrocultura. Inmediatamente después, 51 países africanos pidieron el apoyo de la FAO para aplicar ese programa en sus Estados. Se prepararon, pues, programas nacionales de inversión a medio plazo y proyectos de inversión por un total de aproximadamente diez mil millones de dólares americanos.
El problema del agua, evidentemente, es esencial, y lo será todavía más a causa de las consecuencias del calentamiento global, que tendrá un impacto especialmente negativo sobre las condiciones de la producción agrícola en África. Según el Grupo intergubernamental de expertos de la ONU sobre la evolución del clima (GIEC), los rendimientos de los cultivos pluviales en África podrían reducirse en un 50% de aquí al año 2020. Por este motivo, la FAO, con la colaboración del Gobierno libio, organizó en Sirte, en diciembre de 2008, una reunión de los Ministros de agricultura, sobre los recursos acuíferos y la energía. Se ha aprobado un conjunto de proyectos por un total de 65.000 millones de dólares americanos para un programa, a corto, medio y largo plazo, de irrigación e hidroenergía, establecido para cada país por los gobiernos africanos con el apoyo de la FAO.
Pero nosotros no podemos lograr nuestros objetivos sin recursos financieros suficientes. De hecho, el problema de la inseguridad alimentaria en el mundo actual es en primer lugar una cuestión de movilización en los más altos niveles políticos para que los recursos financieros necesarios estén disponibles. Es una cuestión de prioridades ante las necesidades humanas más fundamentales.
Es conveniente recordar que cada año las ayudas a la agricultura de los países de la OCDE alcanzan los 365 mil millones de dólares americanos y los gastos en armas los 1.340 mil millones de dólares americanos. Al año en el mundo. Por otra parte, deseo subrayar que las financiaciones necesarias para la lucha contra el hambre llegarían a 83 mil millones de dólares americanos al año, que provienen de los mismo países en desarrollo, de las inversiones privadas, principalmente de los mismos agricultores y, finalmente, de la ayuda pública al desarrollo.
Hoy se constata el resultado de las decisiones tomadas basándose en motivaciones materiales en perjuicio de las referencias éticas. De ello resultan unas condiciones injustas de vida y un mundo desigual, en el que un número restringido de personas se hace cada vez más rico, mientras que la gran mayoría de la población es cada vez más pobre.
Ciertamente, en la tierra existen suficientes medios financieros, tecnologías eficaces, recursos naturales y humanos para eliminar definitivamente el hambre del mundo. Existen, a nivel nacional y regional, planes, programas, proyectos y políticas para lograr este objetivo. En algunos países, el dos del cuatro por ciento de la población es capaz de producir lo suficiente para alimentar a toda la población e incluso exportar, mientras que la gran mayoría, el 60 del 80 por ciento de la población, no es capaz de satisfacer una mínima parte de las necesidades alimentarias del país.
El mundo ha gastado el 17% de la ayuda pública al desarrollo en los años 70 para evitar los riesgos de carestía en Asia y en América Latina. Estos recursos eran necesarios para construir los sistemas de riego, las carreteras rurales, los medios de almacenamiento, así como los sistemas de producción de semillas, las fábricas de fertilizantes y de alimentos para el ganado, que han constituido la base de la Revolución verde.
Los recursos para desarrollar la agricultura africana deberán provenir, en primer lugar, de los presupuestos nacionales. En Maputo, en julio de 2003, los Jefes de Estado y de gobierno africanos se comprometieron a aumentar la parte del presupuesto nacional asignado a la agricultura al menos hasta el 10% durante los próximos cinco años. Hasta el presente, solamente 5 países han respetado este compromiso, aunque se han notado ciertos progresos en otros 16 países.
A continuación, de acuerdo con los compromisos de Monterrey de 2002 y de Doha de 2008, la ayuda pública al desarrollo deberá aumentar. La tendencia a la disminución parte de la ayuda pública al desarrollo destinada a la agricultura, que ha descendido del 17% en 1980 al 3,8% en 2006, debe cambiar. Hoy, el nivel está en el 5%, aunque para el 70% de los pobres del mundo
la agricultura sea su medio de subsistencia, pues ofrece alimento, ingresos y empleo. Los mismos objetivos de crecimiento se han de adoptar en las financiaciones de los bancos regionales y sub-regionales, y de las agencias de ayudas bilaterales.
Por último, las inversiones del sector privado y alimentario se han de impulsar mediante cuadros jurídicos estables. La colaboración entre el sector privado y el sector público se ha de reforzar en el marco de un partenariado que evite las trampas que evite las trampas del intercambio desigual. Para ello es necesario, pues, adoptar y aplicar un código internacional de buena conducta sobre las inversiones extranjeras directas en la agricultura.
Por tanto, en este difícil contexto de crisis económica, la FAO ha movilizado, en los dos últimos años, todos los medios técnicos y financieros de que dispone para afrontar la crisis alimentaria.
Además de la asistencia ofrecida en el marco de los programas nacionales y regionales de seguridad alimentaria y de los proyectos de emergencia lanzados para hacer frente a los efectos de los huracanes y otras catástrofes naturales, la FAO lanzó,
el 17 de diciembre de 2007, su «Iniciativa de lucha contra el alza de los precios de los productos alimenticios». El objetivo consistía en facilitar el acceso de los pequeños agricultores a las semillas, a los fertilizantes, a los utensilios agrícolas y a los equipos de pesca. El presupuesto actual de los distintos proyectos que impulsen dicha iniciativa se eleva a 52 millones de dólares americanos en África. Además, en 16 países africanos, la FAO ha aplicado algunos proyectos que corresponden a un presupuesto de 163,4 millones de dólares americanos, gracias al apoyo de la Unión Europea en el marco de su «Facilitación de mil millones de euros». Estos recursos han sido puestos a disposición de los países en vías de desarrollo, para ayudarles a afrontar la crisis alimentaria. Ahora se trata de extender, profundizar y aumentar dichos programas y proyectos.
Hoy, el flujo de la ola de emigrantes clandestinos que huyen del hambre y de la pobreza trae a las costas del sur de Europa, el triste espectáculo de los sueños destruidos de hombres, mujeres y niños en busca de una vida mejor, y muchos de ellos encuentran un fin trágico, lejos de horizontes y seres queridos.
El optimista por naturaleza que soy yo, cree con fervor que mañana, gracias a las inversiones y a la formación, el reflujo de la marea de hijas e hijos de África hacia las tierras fértiles y el agua abundante del continente, creará las condiciones de un futuro rebosante de trabajo y de prosperidad para aquellos que, durante demasiado tiempo, fueron marginados, y que, en especial las mujeres, tendrá todo lo necesario para poder nutrir al mundo.
Una planta liberada del hambre es el milagro que puede hacer una fe inquebrantable en la omnisciencia de Dios y la fe indefectible en la humanidad. He notado, pues, con gran satisfacción la iniciativa de seguridad alimentaria de la Cumbre del G8 del Aquila del pasado mes de julio, en el que yo participé, y que puso el acento, por vez primera, en el desarrollo agrícola a medio y largo plazo, en favor de los pequeños productores de los países en desarrollo. Se trata, en efecto, de no contar solamente con la ayuda alimentaria a corto plazo, sin duda indispensable en las numerosas crisis que las catástrofes naturales y los diversos conflictos crean, pero que no puede asegurar la alimentación cotidiana de mil millones de personas que sufren hambre en el mundo.
El compromiso asumido en esta ocasión de movilizar 21 mil millones de dólares americanos durante tres años para la seguridad alimentaria es un signo estimulante, siempre que, esta vez, se pueda aplicar concreta y rápidamente.
Yo he solicitado durante numerosos años, sin obtener mucho éxito, inversiones para la pequeña agricultura de los países pobres, para que encuentren una solución duradera al problema de la inseguridad alimentaria. Y estoy especialmente contento de que hoy los dirigentes del G8 se unan a este planteamiento.
Con la fuerza de esta perspectiva de poder movilizar más medios a la altura de lo que está en juego, el Consejo de la FAO ha decidido convocar una cumbre mundial sobre la seguridad alimentaria a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno, en la sede de la FAO, en Roma, del 16 al 18 de noviembre de 2009. Conviene, en efecto, lograr un amplio consenso sobre la erradicación definitiva del hambre en el mundo, para permitir a todos los pueblos de la tierra que se beneficien del «derecho de alimentación, pues yo sé que esto es técnicamente posible, y nosotros debemos fijar dicho objetivo para 2025, como ya lo han hecho los dirigentes latinoamericanos para América Latina y el Caribe.
Entre todos las laceraciones que conoce el continente africano, el hambre sigue siendo la más trágica y la más intolerable. Cualquier compromiso por la justicia y la paz en África no se puede separar de una exigencia de progreso en la realización del derecho a la alimentación de todos. Traería a colación el mensaje de Su Santidad el Papa Bendicto XVI en junio de 2008 con ocasión de la conferencia de alto nivel de la FAO sobre la seguridad alimentaria mundial en la que precisamente declaró: «es necesario reafirmar con fuerza que el hambre y la desnutrición son inaceptables en un mundo que, en realidad, dispone de niveles de producción, de recursos y de conocimientos suficientes para acabar con estos dramas y con sus consecuencias». Dichas palabras corroboran, por si fuera necesario, la similitud de la visión de la Iglesia Católica y de la FAO sobre esta cuestión fundamental. La Iglesia siempre se ha dado la tarea de aliviar la miseria de los más desfavorecidos y el lema de la FAO es «Fiat Panis» «pan para todos».
Santo Padre, Usted en su última encíclica «Caritas Veritate», subraya que cualquier decisión económica tiene una consecuencia de carácter moral. Y es justamente a este nivel que debemos elevarnos ya que, como Usted escribe «En efecto, la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona». Permítanme citar aquí a Léopold Sédar Senghor quien dijo: «hay que encender la lámpara del espíritu para que la madera no se pudra, ni se enmohezca la carne…»
La FAO hace esfuerzos, con los medios que tiene a disposición, y a pesar de las limitaciones o los obstáculos que puede encontrar, para movilizar a todos los actores y a quienes toman decisiones en favor de la lucha contra el hambre y así desarrollar programas que apunten a mejorar la seguridad alimentaria, principalmente en los países más vulnerables.
Lo que nos anima es el rostro de este hombre, de esta mujer, de este niño que nos miran fijamente, con el estómago vacío, esperando su pan cotidiano y cuya tristeza y desesperación acosan nuestros sueños más agitados. Es el principio de la «centralidad de la persona humana» que Usted, Santo Padre ha oportunamente recordado en su encíclica.
La visión de un mundo liberado del hambre es posible siempre y cuando exista una voluntad política al más alto nivel. Muchos países en África, en efecto, han podido reducir el hambre y se trata principalmente de Camerún, Congo, Etiopía, Ghana, Nigeria, Malawi, Mozambique y Uganda.
Las grandes fuerzas espirituales y morales son para nuestra acción un apoyo inestimable. Porque la tarea es de hecho colosal y nuestras capacidades de acción no están siempre a al altura de la voluntad que nos anima. Nunca tendremos suficientes medios para satisfacer el «derecho a la alimentación» de todos.
Quiero también rendir homenaje a la acción de la Iglesia en el terreno, al lado de los más pobres. Los misioneros, los religiosos y varias comunidades hacen frecuentemente un trabajo difícil, a veces ingrato, pero siempre útil al lado de las organizaciones intergubernamentales, de ONGs y de la sociedad civil. Quisiera saludar a los hombres y mujeres que vi actuar en muchos países con discreción y eficacia.
Quisiera sobre todo resaltar la convergencia de las enseñanzas religiosas, principalmente aquellas de la Iglesia Católica y del Islam sobre la necesidad de vigilar por un manejo racional de los recursos, sobre la base de una estrategia de acción respetuosa de las personas y de los bienes de este mundo, lejos del exceso y del desperdicio. Todas estas enseñanzas subrayan el papel fundamental de la responsabilidad social, recomendando la solicitud hacia los más desfavorecidos, la «Doctrina Social de la Iglesia» es, desde este punto de vista, una contribución esencial.
Permítanme terminar esta intervención citándoles el siguiente verso del Corán:» Cuando queremos destruir una ciudad, ordenamos a aquellos que allí viven en la opulencia, que se abandonen a su iniquidad»(Sourate Al-Isra Verso 16)
¡Qué nuestro mundo pueda evitar este naufragio!

[Texto original: francés]

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ZENIT Staff

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