CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 17 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el resumen de las propuestas para el Sínodo de África que presentó el grupo de trabajo mixto «Francés D» (francófono), que fueron presentadas a la congregación general en la mañana del jueves, 15 de octubre por su relator, monseñor Denis Komivi Amuzu-Dzakpah, arzobispo de Lomé (Togo)
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Este segundo sínodo debe tener en cuenta el primero, en el que se inscribe, manteniendo como objetivo divulgar los frutos que ha producido a partir de su conclusión en las respectivas diócesis de África, entre todos los agentes de evangelización (sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas), sin olvidar a los jóvenes.
Para tener la seguridad de que sea bien acogido, el Mensaje del Sínodo debe ser sencillo, comprensible y accesible al mayor número posible de personas. El sínodo debe orientar la pastoral y la acción pastoral.
Los retos y los problemas planteados en el sínodo no pertenecen sólo a África, y sus resoluciones y recomendaciones sin duda serán válidas también para otros continentes.
La desestabilización del continente africano se debe a los numerosos corazones heridos por muchos males y por las injusticias que han sembrando la rebelión. Este es el motivo por el que los padres sinodales lanzan un llamamiento a la conversión y a la purificación de la memoria y de los corazones.
El nº 66 del Instrumentum laboris hace referencia «a la alienación cultural y a la discriminación racial que, a lo largo de la historia, han generado un complejo de inferioridad, el fatalismo y el miedo»: es hora de que algo cambie en nosotros y a nuestro alrededor, dicen los obispos, porque tenemos que ser los artífices y los protagonistas de nuestro destino. Tenemos que redescubrir nuestra cultura.
El primer sínodo fue un sínodo de esperanza y de resurrección; el de ahora debe proseguir en este sentido y ser también un sínodo de compromiso y de valentía. Es necesario seguir un programa equilibrado de espiritualidad para reforzar la fe en nuestras sociedades.
Hay que realizar un esfuerzo respecto a la celebración comunitaria y a la práctica regular del Sacramento de la Reconciliación. Los países y las diócesis deben establecer unas comisiones de justicia y paz, intermediarias fiables para la reconciliación.
La educación de los jóvenes al respeto de los demás, al amor de la verdad y a la búsqueda de la reconciliación es una prioridad, como lo son la formación de los laicos y el apostolado de los responsables de la sociedad. Es fundamental contemplar unas medidas de tutela y de salvaguardia de la familia, a través de un programa de «educación a la vida y al amor». La promoción de la dignidad de la mujer necesita también unas medidas concretas.
Para desarrollar la espiritualidad eucarística ha sido propuesta la celebración de un congreso eucarístico continental.
[Traducción distribuida por la Secretaría del Sínodo de los Obispos]