Priorizar el bien común, clave para erradicar la pobreza

Por monseñor Fernando María Bargalló, presidente de la Comisión episcopal argentina de Cáritas

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BUENOS AIRES, sábado, 17 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la reflexión de monseñor Fernando María Bargalló,  obispo de Merlo-Moreno y presidente de la Comisión episcopal argentina de Cáritas, en el boletín mensual «Huellas de Esperanza»,  organismo de difusión de Cáritas (octubre de 2009)

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Existe en nuestro país una realidad concreta y palpable de pobreza y exclusión que reclama todo nuestro esfuerzo y compromiso para transformarla. No podemos desentendernos, ni negar su existencia. Tampoco podemos quedarnos entrampados en la discusión teórica acerca de índices y porcentajes, mientras está en juego la vida de millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos, cuya dolorosa situación no se modifica de la noche a la mañana, por más que crezca o disminuya un determinado «guarismo».

Sin duda, el primer paso para encontrar la solución a un problema es ver con claridad las causas que lo originan. En este caso, sería alarmante considerar que se debe sólo a una cuestión económica, porque todos sabemos que las razones de fondo son mucho más profundas: el drama de la pobreza tiene que ver con una crisis de valores y una crisis moral.

Una crisis signada por el individualismo, el egoísmo, la escandalosa concentración de riqueza y poder en unos pocos y el consecuente debilitamiento de los vínculos personales y sociales, que fueron arrastrando paulatinamente a una gran mayoría a quedar relegados al costado del camino, sin posibilidad de revertir su situación de exclusión. En Cáritas lo constatamos a diario: personas y grupos humanos que hoy no cuentan con las mínimas oportunidades que les permitan ejercer su libertad para poder elegir, para proyectar un mañana diferente, para formarse, aprender y trabajar, desarrollando sus capacidades y sus dones. El proyecto de Dios es que todos y todas puedan sentarse como hermanos en la mesa de la vida, vida digna y vida plena. Para hacerlo realidad, sin embargo, necesita de nuestro compromiso, de nuestras manos y nuestro corazón. Quiere que sigamos las huellas de su Hijo Jesús, quien en fidelidad al amor, hasta el extremo de dar la vida para que tengamos Vida, «pasó haciendo el bien» a todos, especialmente a los pobres y sufrientes, marginados por la sociedad.

Por eso, un enorme desafío que tenemos hoy como nación es aprender a renunciar a intereses meramente particulares o sectoriales y trabajar juntos en la construcción del bien común, convencidos que las estructuras justas, «condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad», nacen y funcionan «a partir de un consenso moral en la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal», como expresa el Santo Padre (Aparecida, Discurso Inaugural 4). Sin dicho consenso sobre los valores fundamentales sería ingenuo, de nuestra parte, pensar que podríamos elaborar estructuras justas en orden a que nuestros pueblos tengan vida digna y en abundancia.

Consenso, diálogo, compromiso, opción por los pobres, decisión política, sumadas a un nuevo estilo de liderazgo que priorice el bien común, son algunas de las claves necesarias para erradicar la pobreza. El 17 de este mes conmemoramos el «Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza». Pidámosle a Jesús que fortalezca nuestros pasos e ilumine nuestras decisiones personales y sociales, para que cada uno, desde su propia vocación, tarea o responsabilidad, y todos, desde la fraternidad que nos une, construyamos juntos, cada vez más, un país con igualdad de oportunidades para todos.

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ZENIT Staff

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