SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 17 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos un artículo publicado por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas.
* * *
VER
Por la crisis económica globalizada, en nuestro país los desempleados han aumentado a casi tres millones. A éstos, hay que agregar los sub-empleados, los pluri-empleados, los eventuales, los vendedores ambulantes, las empleadas domésticas, y tantos que carecen de un trabajo digno y bien remunerado, como condición no sólo para sobrevivir, sino para desarrollarse integralmente y ser personas en plenitud.
En los últimos tiempos, muchos sindicatos han perdido eficacia. Unos se han corrompido por intereses económicos de sus dirigentes; otros son cooptados por el sistema, o utilizados sólo como trampolín para ascensos políticos; otros han desparecido, o se obstruye su constitución y desarrollo. Los trabajadores, si no se organizan para defender sus justos derechos, pierden fuerza y sufren explotación.
Sin hacer referencia directa a los últimos acontecimientos sindicales en nuestro país, transcribo lo que dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, y que vale para todo el mundo.
JUZGAR
«Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres. La falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local» (22).
«El mercado ha estimulado nuevas formas de competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras, adoptando diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de reglamentación del mundo del trabajo. Estos procesos han llevado a la reducción de la red de seguridad social a cambio de la búsqueda de mayores ventajas competitivas en el mercado global, con grave peligro para los derechos de los trabajadores… Las políticas de balance, con los recortes al gasto social, con frecuencia promovidos por las instituciones financieras internacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes ante riesgos antiguos y nuevos; dicha impotencia aumenta por la falta de protección eficaz por parte de las asociaciones de los trabajadores. El conjunto de los cambios sociales y económicos hace que las organizaciones sindicales tengan mayores dificultades para desarrollar su tarea de representación de los intereses de los trabajadores, también porque los gobiernos, por razones de utilidad económica, limitan a menudo las libertades sindicales o la capacidad de negociación de los sindicatos mismos. La invitación de la doctrina social de la Iglesia, a dar vida a asociaciones de trabajadores para defender sus propios derechos ha de ser respetada, hoy más que ayer, dando ante todo una respuesta pronta y de altas miras a la urgencia de establecer nuevas sinergias en el ámbito internacional y local»(25).
«Es oportuno hacer un llamamiento a las organizaciones sindicales de los trabajadores, desde siempre alentadas y sostenidas por la Iglesia. Están llamadas a hacerse cargo de los nuevos problemas de nuestra sociedad, superando las limitaciones propias de los sindicatos de clase. Sigue siendo válida la tradicional enseñanza de la Iglesia, que propone la distinción de papeles y funciones entre sindicato y política… para su necesaria actuación en defensa y promoción del mundo del trabajo, sobre todo en favor de los trabajadores explotados y no representados» (64).
ACTUAR
Quien tenga trabajo, que lo cuide; sea responsable y cumpla su tarea, para no exponerse al despido. Hay que ser dinámicos y creativos, para buscar alternativas de trabajo y superarse, para no caer ni en el conformismo, ni en puras críticas al sistema. Dios da de comer hasta a los pájaros, pero no en el nido; deben salir a buscar y no mueren de hambre.
Que los dueños de capitales generen empleos, venciendo el egoísmo de ganancias inmediatas y estratosféricas.
Que los líderes de sindicatos den pruebas de madurez; que defiendan no sólo sus intereses personales, sino los de sus agremiados; que estén abiertos al diálogo y eviten métodos violentos de lucha y daños a terceros.