Intervenciones “in scriptis” del Sínodo (XVI)

Intervenciones por escrito de los Padres Sinodales

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 21 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las intervenciones in scriptis de los Padres Sinodales que no tomaron la palabra durante las Congregaciones.

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S. E. R. Mons. Fortunato BALDELLI, Arzobispo titular de Bevagna, Penitenciario Mayor (CIUDAD DEL VATICANO)

Agradezco a Dios por la experiencia de Iglesia que estamos viviendo en estos días del Sínodo, providencialmente convocado por el Santo Padre en respuesta a un pedido del episcopado africano.

En la Asamblea sinodal se reflejan las ansias y las esperanzas, los problemas y las expectativas de los pueblos de África y, de alguna manera, de los pueblos de la Tierra. Es la primera vez que tengo el honor de participar de un encuentro eclesial de tanta importancia.

Aún en medio de la gran diversidad de situaciones y contextos sociales, políticos y económicos, la Iglesia de Dios que está en África, está mostrando ser cada vez más consciente de su identidad peculiar y de su vocación en este delicado momento histórico del Planeta. Como sugiere el tema que guía este Sínodo, la Iglesia africana, en sus varias articulaciones, está tomando clara conciencia de su papel insustituible en la promoción de la reconciliación, la justicia y la paz. La difícil situación internacional, las dificultades internas del Continente, los conflictos raciales, religiosos y políticos, las emergencias sanitarias y alimentarias, con todo su dramatismo, interpelan a la Iglesia en primera persona y nos piden a nosotros los Cristianos, valor y compromiso, dar testimonio y compartir.

El itinerario de la reconciliación, la justicia y la paz es largo y delicado: exige paciencia, sabiduría y previdencia pero, sobre todo, exige que sea fundado sobre la roca de la fe, exige ponerse las alas de la esperanza y dejarse llevar por la secreta energía de la caridad. La paz será fruto de la justicia y la justicia se cumple sustentando las razones de los últimos y de los pobres. No habrá reconciliación verdadera y duradera si no se habrán sanado las raíces, a veces seculares, de los conflictos y de las injusticias, si no se habrán sanado las relaciones entre los grupos y entre las etnias, si no se habrán regenerado los corazones de las personas. La Iglesia en África está llamada a manifestar su naturaleza de comunidad reconciliada y reconciliante “para contribuir a curar las heridas de sociedades laceradas por la experiencia de violencia, conflicto y guerra” (Instrumentum laboris n. 86).

En el Instrumentum laboris se indican, muy oportunamente, los medios sobrenaturales que el Señor ofrece a sus hijos en este camino fatigador pero apasionante: la presencia vivificante de Cristo, la Palabra de Dios y los sacramentos. Querría subrayar lo que se dice en el número 86 sobre el sacramento de la Reconciliación: “Fiel a su ministerio de reconciliación del hombre con Dios y de los hombres entre sí, la Iglesia asegura a sus hijos e hijas el servicio del sacramento de la penitencia, la reconciliación y el perdón. A través de la práctica habitual de este sacramento, los cristianos testimonian que ellos mismos aprenden a mirar de frente sus vidas para confesar la experiencia de la misericordia y de la bondad de Dios hacia su miseria, su pecado, sus faltas de amor”.

Es tarea de los Pastores ayudar a los fieles a penetrar y vivir la realidad profunda del sacramento de la Reconciliación como momento significativo de su camino de conversión y como expresión personal de la misión reconciliante de la Iglesia. La obra de reconciliación pasa siempre a través del corazón del hombre, de cada hombre porque la paz es un don de Dios confiado a la responsabilidad de los hombres y sólo la gracia que sana de Cristo -por le ministerio de la Iglesia- puede regenerar el corazón de los fieles y hacerlos criaturas nuevas, artífices de paz, testimonios de la justicia. Los fieles deben ser educados para mirar con sinceridad sus propias vidas a la luz de la verdad, a abrirse con confianza a los sacerdotes, a celebrar frecuentemente el sacramento de la reconciliación, a llevar frutos de conversión con su vida reconciliada. Será importante también prestar atención a no crear confusión en la conciencia de los fieles con enseñanzas y opiniones divergentes, en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, acerca de cuestiones graves y delicadas de la vida cristiana.

El cuidado del aspecto celebrativo, dando adecuada importancia a la Palabra de Dios proclamada y explicada y adaptando de modo oportuno el ritual a la mentalidad y la cultura de los diversos pueblos africanos, contribuirá a vivificar la práctica del sacramento y a impedir que se rebaje a un gesto formal y separado de la vida y el compromiso del Cristiano.

Con respecto a esto -como sugiere el Instrumentum laboris– puede resultar fructuoso desde el punto de vista catequético y pastoral, en circunstancias particulares tener celebraciones comunitarias del sacramento de la Reconciliación. La celebración comunitaria de la Reconciliación -se lee en la exhortación postsinodal Reconciliatio et Poenitentia– por su carácter comunitario y por la modalidad que la distingue, pone de relieve algunos aspectos de gran importancia: la Palabra de Dios escuchada en común tiene un efecto singular con respecto a su lectura individual, y subraya mejor el carácter eclesial de la conversión y de la reconciliación” (Reconciliatio et Poenitentia n. 32). La celebración comunitaria del sacramento de la reconciliación, según las normas establecidas por la Iglesia debe, sin embargo, encontrar su culmen en la confesión y absolución individuales de los penitentes y tampoco puede ofuscar de ningún modo la celebración individual del sacramento como momento de encuentro personal con la gracia de la conversión. La reconciliación de cada penitente individualmente constituye, de hecho, “constituye el único modo normal y ordinario de la celebración sacramental” (ibid.)

Los sacerdotes de modo particular deberán estar preparados, desde los años de su formación a celebrar personalmente y con frecuencia el sacramento de la reconciliación y, no obstante las múltiples incumbencias pastorales, deberán estar disponibles para acoger a los fieles deseosos de encontrarse sacramentalmente con la misericordia de Dios. En la formación de los sacerdotes, así como de los religiosos y religiosas se deberá, por lo tanto, poner gran atención en transmitir a los jóvenes la doctrina católica sobre el sacramento de la penitencia, mostrando las raíces bíblicas y patrísticas y vigilar para que en los seminarios y en las casas de formación estén a disposición confesores prudentes y fervorosos.

Creemos que será de gran ayuda para la Iglesia de África, en las responsabilidades que le esperan en el futuro, volver a proponer a los fieles la sana doctrina de la reconciliación como evento de gracia que surge de la reconciliación con Dios, que lleva a la reconciliación consigo mismo, que abre nuevos senderos de comunión con los hermanos y con las hermanas, quienesquiera que sean y que se extiende para abrazar en una renovada armonía con todo lo creado.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Alfred Leonhard MALUMA, Obispo de Njombe (TANZANIA)

El compromiso para crear riqueza destinada a reducir la pobreza y la miseria y mejorar la calidad de vida de las poblaciones en África representa una parte y una porción del compromiso que sostiene la proclamación del Evangelio, finalizado a suscitar reconciliación, justicia y paz. Esto implica la creación y la gestión de empresas públicas y privadas guiadas por empresarios que se apoyan en adecuados valores éticos. Tales esfuerzos contribuirán a transformar el mundo, mejorando las condicione
s de trabajos de los más vulnerables.

Mientras la Iglesia en África ha operado activamente en la promoción de la asistencia sanitaria y de la instrucción, que forman parte de su misión evangelizadora, non ha hecho mucho con respecto a una planificación sistemática en términos de refuerzo de la sustentabilidad económica y financiera.

El motivo de este desequilibrio es que un gran número de programas pastorales de la Iglesia africana depende aún ampliamente de donantes. El perdurar de esta tendencia perpetua el riesgo de sacrificar la propia autonomía y propiedad en los programas, proyectos y estructuras, en desmedro de la Iglesia y de sus beneficiarios. (IL 23)

Entre las condiciones que contribuyen a la credibilidad del testimonio de la Iglesia en el campo de la reconciliación, de la justicia y de la paz, se halla la creación de organismos y empresas financieras y económicas que apoyan las actividades pastorales de la Iglesia. Para poder desempeñar plenamente el propio papel profético, el pago de un justo salario a los trabajadores debe ser visto como hacer justicia y ser justos. Por este motivo pido que la Iglesia en África tome en serio el aspecto de la sustentabilidad financiera. Siguiendo la Populorum progressio, que promueve el desarrollo integral, la Iglesia debe estar presente en las luchas contra todo tipo de pobreza humana.

Si la Iglesia no es innovadora en lo que hace a los instrumentos y a las modalidades con las que potencia las bases, el compromiso de llevar reconciliación, justicia y paz será inadecuado.

Conforme a la doctrina social de la Iglesia, la Iglesia en África necesita tener el valor de crear condiciones sociales que permitan a la población alcanzar esa plenitud que Dios le ha concedido.

Según la tradición de la doctrina social católica, que define el bien común como la suma de todas las condiciones sociales que permiten a las personas, ya sea en grupo o individualmente, alcanzar la propia realización más plena y fácilmente, para obtener reconciliación, justicia y paz es necesario que se creen las justas condiciones sociales para las personas y las sociedades. Una base financiera sustentable en África abrirá el camino para la realización humana, no en términos de mayor ganancia para satisfacer deseos y necesidades, sino en términos de llevar una vida humana más plena, según la misión de Jesús que ha venido para que podamos tener vida y la tengamos en abundancia.(cfr. Jn 10, 10)

Querría poner en evidencia los siguientes puntos:

1- Tiene una importancia crucial la participación de los laicos en la planificación, mejoramiento y distribución de los productos derivados de empresas económicas sustentables. Una verdadera pertenencia y el apoyo de la familia de Dios (la Iglesia) significa también recurrir a la creatividad de los laicos y ofrecerles la posibilidad de asumir eficazmente el propio papel en los diversos niveles de actividad de la Iglesia en su interior, incluido el aspecto del bienestar material.

2. Vigilancia: la sustentabilidad económica debe permanecer un medio para un fin, un instrumento al servicio de la evangelización. Jesús nos pone en guardia, porque es difícil para un rico entrar en el Reino de Dios (cfr. Mc 10, 23). Al mismo tiempo es necesario abandonar la mentalidad de divulgar esa pobreza degradante que podría representar un obstáculo para alcanzar la vida eterna.

Debemos evitar ambos extremos. Aquí las escrituras nos sirven como guía: Señor, no me des ni la pobreza que lleva a la vanagloria y la arrogancia, ni la pobreza que me empuje a robar (cfr. Pro 30, 8-9). Las empresas económicas deben ser conducidas y templadas por valores humanos y espirituales con una dimensión pastoral.

3. Una efectiva sustentabilidad de nuestras empresas económicas dependerá, en fin, de la eficiencia y de la buena gestión según la modalidad del buen administrador. En verdad es necesario que la Iglesia promueva la gestión administrativa, pero el secreto del suceso está en el dar relevancia y cultivar valores humanos auténticos y profundamente espirituales. La solución es la de fundar la sustentabilidad sobre las bases sólidas de la fe.

4. Escuchemos lo que nos dice el santo Padre, el Papa Benedicto XVI en la Caritas in veritate en el n. 36.

[Texto original: inglés]

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ZENIT Staff

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