CIUDAD DEL VATICANO, martes 15 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- La crisis de la fe que se vive en este naciente milenio, no corresponde a una negación tajante de Dios sino más bien a una situación de desconocimiento e ignorancia religiosa.
Así lo constató el presidente de la Pontificia Academia para la vida y rector de la Pontificia Universidad Lateranense monseñor Rino Fisichella su ponencia en el seminario “Con Él o sin Él todo cambia”, que se realizó en la ciudad de Roma del 10 al 12 de diciembre.
Durante tres días este evento académico organizado por la Conferencia Episcopal Italiana presentó varias conferencias sobre la relación que se da actualmente entre Dios y diferentes manifestaciones de la cultura: la filosofía, la teología, la ciencia, el cine, el arte, la literatura, entre otras ramas del saber.
“El ateísmo de hoy puede en realidad volver a hablar nuevamente de Dios – distraidamente o tranquilamente – pero sin entenderlo verdaderamente”, aseguró Monseñor Fisichella.
Y retomando las palabras del padre de la “teología política”, Johann Baptist Metz, indicó que la crisis del cristianismo europeo “no es principalmente o al menos exclusivamente una crisis eclesial”, sino que se trata de una crisis más profunda: “se ha convertido en una crisis de Dios”. “Dios hoy no es negado sino desconocido”, aseguró en su ponencia monseñor Fisichella.
Para el prelado, el problema del desconocimiento de Dios radica en dos aspectos: el primero es el de la indiferencia “que a menudo domina el contexto cultural sobre esta cuestión”, y el segundo es que para muchos resulta obvio, “lo que muestra cuánta ignorancia hay a menudo sobre los contenidos religiosos”.
Ambos aspectos, aseguró monseñor Fisichella, corroen la base del sentido común religioso “debilitando cada vez más la pregunta religiosa y sobre todo, la opción consciente y libre”.
Tanto el concepto de Dios como una adecuada cultura religiosa se debe transmitir a las generaciones posteriores: “no sólo las certezas que hemos conquistado sino también el intento de disolver las dudas que nos acompañan para permitir que se fomente una cultura que sepa todavía preguntar, buscar y alcanzar soluciones originales capaces de responder al espíritu de este tiempo”, agregó monseñor Fisichella.
El prelado hizo alusión a la escena de Pablo en las calles de Atenas, (Hechos de los apóstoles 17, 16 – 34), que según él, “no ha cambiado mucho desde entonces”.
“Las calles de nuestra ciudad están llenas de nuevos ídolos” dijo el prelado. “Se multiplican las expresiones religiosas, a menudo privadas de espesor racional para dar mayor espacio a la emotividad mientras los nuevos mesías de última hora aparecen otra vez en el horizonte, predicando el inminente fin del mundo”, indicó monseñor Fisichella.
Y dijo que en este tiempo es necesario preguntarse si existen nuevos “Pablo de Tarso” conscientes de llevar una buena noticia “que entra en el areópago de nuestro pequeño mundo con la convicción y la certeza de querer anunciar el Theos àgnostos”.
Dijo que dentro de lo enigmático que resulta a veces la propia existencia personal y del consumo de cuanto rodea al hombre. “debe surgir el interrogante que toca el sentido y el significado de la existencia”.
Y aseguró que aunque son muchos los sucedáneos que se buscan en el tiempo actual para querer llenar el hambre de Dios, “nada como la fe en el Dios que se hace hombre, lleva a la libertad, a asumir en primera persona el principio de responsabilidad”.
“El Dios que ama como Jesús y el Dios responsable del hermano que no permanece en la soledad de la muerte”, dijo el presidente de la Pontificia Academia para la vida.
“Sin Dios hay menos posibilidad de la autocomprensión, del ejercicio de la libertad y de la responsabilidad social. Entonces es verdad: con Él o sin Él todo cambia”, concluyó monseñor Fisichella.