MOSCÚ, jueves 24 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Sobre lo que sucedió en el Concilio Vaticano II y sobre todo sobre las confusas interpretaciones del postconcilio, se está desarrollando un debate intenso con artículos, libros, discursos.

A la pregunta sobre si el Vaticano II ha sido una revolución o una síntesis entre tradición y novedad, ha respondido monseñor Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para la pastoral de los migrantes.

Lo ha hecho en el libro “Il Concilio Vaticano II: contrappunto alla sua storia” [“El Concilio Vaticano II: contrapunto a su historia”], cuya edición rusa presentó el 23 de noviembre en Moscú, en el Centro Cultural “Biblioteca del Espíritu”.

Se trata de un análisis crítico de la historiografía del Concilio Vaticano II, publicada por la editorial Biblioteca dello Spirito.

La idea central del autor, argumentada en diversos capítulos del libro, es la superación de una visión del Concilio, muy extendida, según la cual éste sería un evento “revolucionario” que rompió la continuidad de la tradición eclesial.

El autor insiste en cambio en la “correcta interpretación” de las fuentes históricas del Vaticano II y demuestra que el Concilio, que ha tenido una importancia inmensa para la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XX, no representa una ruptura con la tradición, sino que “conjuga lo nuevo y lo antiguo, tradición y apertura a la novedad, conservando la continuidad de la fe y encarnándola como es debido en la contemporaneidad”.

El libro de Marchetto constituye un estudio cuidadoso y crítico de la historiografía del Vaticano II que hace de contrapunto a la llamada “Escuela de Bolonia”.

Ésta se caracteriza, observa Marchetto, por una ideologización que, por otro lado, no ha contribuido a hacer solvente a la Iglesia católica entre los cristianos de otras confesiones.

“Los ortodoxos que han leído los libros de la “Escuela de Bolonia” han quedado desconcertados -precisó- . Han recogido un juicio inequívocamente negativo sobre la Iglesia católica, que se presenta a sus ojos como modernista”.

Monseñor Marchetto ha dicho conocer algunos ortodoxos que sostienen que hoy el Papa Benedicto XVI “busca con afán conservar el tren de la Iglesia en el camino de la tradición”.

Él ha precisado que en realidad el pontífice no “conserva, sino más bien conduce la locomotora de la Iglesia sobre esta vía”.

Esta precisión es de vital importancia: el autor del libro incluye una afirmación de Benedicto XVI realizada en el discurso del 22 de diciembre de 2005, en el cual el Papa expresó la opinión de “que en el Concilio Vaticano II ha habido una ruptura con todo lo que lo precedía”.

Para el arzobispo Marchetto y los que sostienen su tesis, entre los que se encuentran historiadores italianos y americanos, la palabra clave para describir el significado del Concilio Vaticano II es un término introducido en todas las lenguas contemporáneas: “actualización”.

Y añade: “Es aquí donde se refleja la originalidad, el sentido y el objetivo principal de todo Concilio, de conjugar lo nuevo y lo antiguo, tradición y apertura a la novedad, o, si se quiere, encarnación de la novedad”.

Durante el encuentro, el arzobispo expresó la esperanza de que su libro “contribuya a ofrecer una mirada positiva a la historia de la Iglesia católica y del Concilio Vaticano II”.

Además, se mostró convencido de que una reflexión teológica sobre los documentos del Concilio por parte de los pensadores ortodoxos puede ofrecer una contribución a la preparación del Concilio Panortodoxo.

Una de las tareas del Concilio Vaticano II ha sido la de “mirar con benevolencia al mundo”, prosigue monseñor Marchetto, pero esto no significa “conformarse al mundo”.

Por eso, “la labor del Concilio puede ser considerada un intento profético de socorrer a la humanidad en su situación actual”.

“Estoy convencido -afirma- de que el Concilio Vaticano II ha sido una gracia, que nos ayuda a orientarnos en situaciones muy difíciles del mundo secularizado”, observando que “en el desafío del secularismo hoy están llamados a responder los cristianos de las diversas confesiones”.

Respondiendo a una pregunta del histórico profesor Anatolij Krasikov, que estuvo presente en el Concilio Vaticano II como periodista, el arzobispo Marchetto reveló que este Concilio puede ser también entendido como un “intento de volver a la Iglesia de los orígenes”, de destacar la evidente continuidad con la Iglesia del primer milenio.

Sobre la relación con los ortodoxos, monseñor Marchetto precisó que considera muy cercanos el Concilio local de la Iglesia ortodoxa rusa de 1917-1918 y el gran Concilio Vaticano II, a pesar de que los separa más de medio siglo.

En este sentido, destacó que “en realidad, su espíritu y algunos temas y propuestas coinciden”.

El autor también dijo que considera muy importante la presencia de la Iglesia ortodoxa rusa en el Concilio Vaticano II.

En el texto del epílogo, se cita al Observador de la Iglesia ortodoxa rusa en el Concilio Vaticano II, el padre Vitalij Borovoj.

Sobre él, monseñor Marchetto habló también en la presentación, recordando que el padre Vitalij había “dado un juicio entusiasta del Concilio Vaticano II, diciendo que la Iglesia católica nos había pasado permaneciendo unida”.

Aleksej Judin, profesor de la Universidad Humanística Rusa, especialista en historia de la Iglesia católica, destacó en cambio que el aislamiento intelectual del periodo soviético ha contribuido al refuerzo, en Rusia, de una percepción “mitológica” del Concilio Vaticano II exactamente como revolución, lucha, en la que “los buenos han adelantado a los cautivos”.

En un congreso ortodoxo, la escritora Elena Čudinova ha dicho: “Con el ejemplo de Occidente, vemos cómo la Iglesia ha empezado a correr tras el mundo. A este occidente ha sido conducido por el Concilio Vaticano II, que ha privado prácticamente de sentido lo misionero, diciendo que todas las religiones son igualmente verdaderas”.