ROMA, jueves 1 de abril de 2010 (ZENIT.org).- La desunión en la Iglesia prolonga la pasión de Cristo, afirmó Benedicto XVI este Jueves Santo en la tarde al celebrar la misa en la Cena del Señor.
El pontífice presidió la Eucaristía en la catedral del Papa, la basílica de San Juan de Letrán, presentando un examen de conciencia a la luz de la oración que elevó Jesús al Padre en la Última Cena: que sus discípulos «sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti» «para que el mundo crea».
«Debe ser una unidad que se vea, una unidad que, yendo más allá de lo que normalmente es posible entre los hombres, llegue a ser un signo para el mundo y acredite la misión de Jesucristo», aseguró el Papa.
La oración de Jesús, añadió, «garantiza que el anuncio de los apóstoles continuará siempre en la historia; que siempre suscitará la fe y congregará a los hombres en unidad, en una unidad que se convierte en testimonio de la misión de Jesucristo.»
Pero esta oración es también, según el obispo de Roma, «un examen de conciencia para nosotros».
«En este momento –añadió–, el Señor nos pregunta: ¿vives gracias a la fe, en comunión conmigo y, por tanto, en comunión con Dios? O, ¿acaso no vives más bien para ti mismo, alejándote así de la fe? Y ¿no eres así tal vez culpable de la división que oscurece mi misión en el mundo, que impide a los hombres el acceso al amor de Dios?».
«Haber visto y ver todo lo que amenaza y destruye la unidad, ha sido un elemento de la pasión histórica de Jesús, y sigue siendo parte de su pasión que se prolonga en la historia», aseguró.
Por eso, dijo, «cuando meditamos la pasión del Señor, debemos también percibir el dolor de Jesús porque estamos en contraste con su oración; porque nos resistimos a su amor; porque nos oponemos a la unidad, que debe ser para el mundo testimonio de su misión».
Tras la homilía, el Santo Padre lavó los pies a doce sacerdotes, reviviendo el signo que realizó Jesús con los apóstoles y que pidió expresamente repetir para siempre.
Durante las ofrendas, se invitó a los fieles presentes en la catedral a realizar un gesto de caridad con el seminario de la arquidiócesis de Puerto Príncipe, en Haití (Cf. Haití: Un seminario alojado en tiendas de campaña), que debe ser reconstruido y sus seminaristas, que lo han perdido todo, atendidos.
Al final de la misa tuvo lugar la breve procesión con la colocación del Santísimo Sacramento en el altar de la capilla de san Francisco. A continuación, muchos de los fieles se dirigieron a las iglesias de Roma para adorar la presencia permanente del Señor en la Eucaristía.
Por Jesús Colina