CIUDAD DEL VATICANO, jueves 15 de abril de 2010 (ZENIT.org).- “La obediencia a Dios tiene el primado” y hace al hombre verdaderamente libre, aún de oponerse a la dictadura del conformismo. Lo ha dicho este jueves por la mañana Benedicto XVI, en la homilía de la Misa celebrada, en la Capilla Paulina del Vaticano, con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica.
Del 12 al 16 de abril, de hecho, se está celebrando en el Vaticano la plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica, bajo la presidencia del cardenal William Levada, sobre el tema “Inspiración y verdad de la Biblia».
Según informó Radio Vaticano, el Papa, recordando las palabras de san Pedro ante el Sanedrín: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, hay que subrayar que “la obediencia a Dios” da a Pedro la libertad de oponerse a la suprema institución religiosa.
Al contrario, en los tiempos modernos – observó Benedicto XVI – se teorizó la liberación del hombre, también de la obediencia a Dios: el hombre sería libre, autónomo y nada más.
“Pero esta autonomía – prosiguió el Pontífice – es una mentira, una mentira ontológica, porque el hombre no existe por sí mismo; es una mentira política y práctica, porque la colaboración y la participación de las libertades es necesaria y si Dios no existe, si Dios no es una instancia accesible al hombre, permanece como instancia suprema sólo el consenso de la mayoría”.
“Después, el consenso de la mayoría se convierte en la última palabra a la que debemos obedecer y este consenso – lo sabemos por la historia del siglo pasado – puede ser también un consenso del mal. Así vemos que la llamada autonomía no libera al hombre”.
“Las dictaduras han estado siempre contra esta obediencia a Dios”, subrayó el Papa.
“La dictadura nazi, como la marxista, no pueden aceptar a un Dios por encima del poder ideológico, y la libertad de los mártires, que reconocen a Dios…. es siempre el acto de liberación,, en el que llega la verdad de Cristo a nosotros”.
Hoy, en cambio, existen formas sutiles de dictaduras: “Un conformismo, por el que resulta obligatorio pensar como piensan todos, actuar como actúan todos, y la sutil agresión contra la Iglesia, o incluso no tan sutil, demuestran cómo este conformismo puede realmente ser una verdadera dictadura”.
Para los cristianos – añadió Benedicto XVI – obedecer más a Dios que a los hombres supone sin embargo conocer a Dios y querer obedecer verdaderamente.
“Nosotros hoy tenemos a menudo un poco de miedo de hablar de la vida eterna – observó –. Hablamos de las cosas que son útiles para el mundo, mostramos que el cristianismo ayuda también a mejorar el mundo, pero que su meta sea la vida eterna y que de la meta procedan los criterios de la vida, no nos atrevemos a decirlo”.
Por tanto – prosiguió el Papa – debemos tener el valor, la alegría, la gran esperanza de que la vida eterna existe, que es la verdadera vida y que de esta verdadera vida viene la luz que ilumina también este mundo.
En esta perspectiva, recoge Radio Vaticano, “la penitencia es una gracia”, gracia “el que nosotros reconozcamos nuestro pecado, que reconozcamos que tenemos necesidad de renovación, de cambio, de una transformación de nuestro ser”.
“Debo decir que los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos evitado a menudo la palabra penitencia, que nos parecía demasiado dura – observó –. Ahora bajo los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que poder hacer penitencia es una gracia y vemos que es necesario hacer penitencia, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida”.
“Abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación y de la transformación, este dolor es gracia, porque es renovación, es obra de la Misericordia divina”, concluyó.