Testimonios sobre la riqueza de la amistad con un sacerdote, en Facebook

Los miembros del grupo “Yo tengo un amigo sacerdote que es genial” superan los 60.000

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BARCELONA, lunes 7 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Los miembros del grupo de Facebook Yo tengo un amigo sacerdote que es genial aunque los medios digan que no, creado en México el pasado mes de marzo, no han dejado de aumentar y superan ya los sesenta mil.

El espacio ha incorporado contenidos en numerosos idiomas, además del español, explicó a ZENIT uno de sus administradores, Miquel Mundet, de la ciudad española de Barcelona, quien destacó la voluntad de extenderse por muchos países de todo el mundo.

La defensa de la honorabilidad de los sacerdotes y de la verdad del sacerdocio es el objetivo de este grupo.

Numerosas personas, especialmente jóvenes, aportan su testimonio -aunque también fotografías, vídeos, textos y enlaces- sobre la importancia que algún sacerdote ha tenido en sus vidas.

“Yo tenia un excelente confesor, que me entendía y que me ayudaba a ser cada día mejor -ha dejado escrito Guada-. Un día, durante mi confesión, le conté que había conocido un chico y que me gustaba mucho”.

“Me preguntó cómo se llamaba -prosigue- y cuando se lo dije, me contó, sin poder reprimir una fortísima carcajada, que era su mejor amigo”.

Guada explica que se le hizo difícil continuar “charlando sobre mis cosas, sobre mi noviazgo con el mejor amigo del que era mi novio”, pero añade que “nos acompañó como amigo y como guía durante todo el noviazgo”.

“Después nos casó, al tiempo le pedimos que fuera el padrino de nuestro primer hijo, bautizó a los otros dos y enterró al último”. Para la joven, ese sacerdote es “un miembro más de nuestra familia”.

Este viernes, la joven Cristina Amerise recuerda en el Muro de este grupo que “quedan pocos días para que finalice el Año Sacerdotal” e invita a elevar “muchas oraciones por ellos, para que nos sigan guiando y mostrando los verdaderos senderos que nos conducen al Señor”.

En un foro del mismo grupo titulado ¿Curas abusadores?, se lee: “Cuando era muy niño, sin tener conciencia, sin libertad, sin poderme defender, uno de ellos me hizo hijo de Dios, heredero de la Vida Eterna, Templo del Espíritu Santo y miembro de la Iglesia, nunca podré perdonarle haberme hecho tanto bien”.

El texto prosigue con tono irónico: “Otro insistió en mis años tiernos, en inculcarme el respeto por el nombre de Dios, la necesidad absoluta de la oración diaria, la obediencia y la reverencia a mis padres, el amor por mi patria y me enseñó la utopía de no mentir, no robar, no hablar mal de otros, perdonar y todas esas cosas que nos hacen tan mojigatos y ridículos…”.

“Cuidémonos gravemente de tratar con ellos -concluye-, no les demos nuestros datos, no los miremos a los ojos, no les consultemos absolutamente nada, no sigamos ninguno de sus pasos, pues corremos el riesgo un día de caer en sus trampas y salvarnos”.

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ZENIT Staff

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