Lolo, periodista y discapacitado, a los altares

Será beatificado este sábado en Linares

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 8 de junio de 2010 (ZENIT.org).- «Apasionado por la verdad». Así ha definido este martes el presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, el arzobispo Claudio Maria Celli, al primer periodista laico que será beatificado el 12 de junio, Manuel Lozano Garrido, más conocido como Lolo.

En una rueda de prensa celebrada en la sede central de «Radio Vaticano» este martes también tomó la palabra el padre Rafael Higueras, postulador de su causa de beatificación, para asegurar a la luz del testimonio del futuro beato que «ser un buen periodista es fácil pero ser periodista cristiano es heroico».

Monseñor Celli y el padre Higueras presentaron el modelo que deja al mundo de hoy, en particular a los periodistas, este laico, periodista y discapacitado, que será beatificado en Linares, provincia de Jaén (España), localidad en la que nació, el 9 de agosto de 1920, y en la que falleció, el 3 de noviembre de 1971.

La ceremonia será presidida por el arzobispo Angelo Amato SDB, prefecto para la Congregación de la causa de los Santos, en representación del Papa Benedicto XVI.

Monseñor Celli destacó la unión que siempre hacía Lolo en su profesión «entre las noticias y la buena nueva del Evangelio, veía a Jesús como paradigma de la comunicación».

Según el presidente del Consejo para las Comunicaciones Sociales, en la Eucaristía y en su amor por la Virgen María se encontraban «las grandes raíces de su servicio como periodista».

Su vida

Sólo tenía 22 años cuando Lolo comenzó a sentir una parálisis progresiva que le obligó a permanecer en silla de ruedas. Así llegó a estar totalmente inmóvil y los últimos nueve años de su vida ciego. Murió en 1971.

Pese a sus limitaciones físicas escribía artículos de prensa, cuentos, cartas, ensayos. Publicó nueve libros, entre ellos su autobiografía.

Entre los medios que publicaban sus artículos se encuentran el diario «Ya», las revistas «Telva» y «Vida Nueva» y la agencia «Prensa Asociada». Fundó la revista «Sinaí» para enfermos. Recibió importantes reconocimientos profesionales, como el «Premio Bravo».

Apóstol de la pluma y con las almas

La casa de Lolo se convirtió en un centro apostólico. Allí acudían decenas de personas en búsqueda de consejo, orientación y consuelo.

Entre ellos se encontraba el monje benedictino Juan Javier Flores Arcas, rector del Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma, quien en diálogo con ZENIT destacó cómo los años de productividad intelectual de este periodista (década de los sesenta e inicios de los setenta) fueron «años en que la Iglesia se comenzó a despertar un sentido de evangelización, de apertura, de medios de comunicación, y él desde su situación se dio cuenta de que ésta era su misión en la Iglesia».

Una vez Lolo dijo: «Si cada uno de nosotros tuviéramos un micrófono para hablar de Cristo ¿No sería un campo maravilloso para la nueva evangelización?», según contó el padre Rafael Higueras, quien conoció personalmente a Lolo, lo acompañó los últimos nueve años de su vida celebrando la Eucaristía en su casa, y estuvo presenten en el momento de su muerte mientras rezaba el Ave María.

Para Lolo fue fundamental una peregrinación que realizó a Lourdes en 1958, donde dijo a la Virgen María «te ofrezco la alegría. Bendita alegría».

«Allí, en el tren lleno de enfermos, pensó que no podía perderse tanto caudal de redención como el dolor de quienes sufren», dijo el padre Higueras.

«A la vuelta de Lourdes, en el andén del tren en Madrid –cuenta su postulador– se encontró con los fundadores de PPC, la editorial de Propaganda Popular Católica, de la que surge Vida Nueva. Con algunos de estos enfermos fundó el primer grupo. Durante unos meses dudaron qué nombre ponerle. Lo pusieron Sinaí en recuerdo con el éxodo Moisés que alzaba los brazos al cielo», dijo.

Esta asociación está conformada por pequeños grupos de 12 enfermos quienes junto con un monasterio se dedican a orar y a ofrecer el dolor por los medios de comunicación. Lolo les escribía a través de una revista mensual que llevaba su mismo nombre.

El padre Flores dijo que a pesar de que cada vez estaba más débil físicamente, «encontrarlo era un oasis de paz, de vida interior, de fe y esto ha supuesto una huella intensa».

Sobre la enfermedad y su aparente inutilidad a los ojos del mundo, Manuel Lozano Garrido escribió: «…tenemos reservada para nosotros una empresa muy grande: ayudar a los hombres a salvarse, unidos a Ti… Haz, Señor: que conozcamos nuestra vocación y su sentido íntimo… Recoge, Señor, como un manojo de lirios en tus manos clavadas, nuestra inutilidad, para que le des una eficacia redentora universal».

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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