ROMA, viernes 25 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El cardenal alemán Walter Kasper anunció este viernes su retiro como presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos por razones de edad.
«Mis sentimientos son ambivalentes –reconoció en un encuentro con los periodistas–: por una parte, a los 77 años, ser emérito es algo totalmente normal, incluso una liberación. Por otra, dejo un trabajo que he hecho con entusiasmo, que siempre he considerado como una cantera de la Iglesia del futuro».
«El ecumenismo no es para la Iglesia algo opcional, un lujo, sino un elemento constitutivo, uno de sus objetivos principales, y lo mismo se puede decir sobre las relaciones con el judaísmo», afirmó el cardenal, quien es también presidente de la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo.
Con este encuentro con la prensa, el cardenal se ha adelantado al anuncio oficial por parte de la Santa Sede.
Por el momento, no se ha anunciado el nombre del sucesor del cardenal Kasper al frente del Consejo vaticano que tiene dos funciones: promover el verdadero espíritu ecuménico dentro de la Iglesia católica y fomentar las relaciones con las Iglesias y comunidades cristianas para buscar la unidad plena, en particular, a través del diálogo de vida, espiritual y teológico.
«Durante once años ha sido para mí un encargo no sólo comprometedor sino también apasionante. Una experiencia que marca la vida», ha explicado el cardenal Kasper, quien tras doctorarse en teología fue asistente de los profesores Leo Scheffczyk y Hans Küng.
De 1964 a 1989 fue profesor de teología dogmática en la Facultad de Teología de Tubinga, cuando fue nombrado obispo de Rottenburg-Stuttgart. El 19 de mazo de 1999 Juan Pablo II le nombró secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el 3 de marzo de 2001 presidente. Un mes antes era creado cardenal.
El cardenal ha hecho un balance subrayando, ante todo, que «el ecumenismo no se hace en un pupitre. Diálogo es vida. Diálogo es parte integrante de la vida de la Iglesia».
En este sentido el purpurado cree que se ha creado «una sólida red de relaciones humanas con cristianos y, estoy seguro, resistirá también a acontecimientos que no sean favorables y son un fundamento seguro para ulteriores pasos».
«El alma de un ecumenismo tan vital es el ecumenismo espiritual. La unidad de la Iglesia no puede ser planificada ni fabricada», subrayó.
«Dejo el cargo con esperanza, que no es un optimismo humano, sino esperanza cristiana», concluyó, explicando que la «antorcha» ahora pasa a una nueva generación, que «ciertamente verá los diálogos emprendidos con nuevos ojos».