Las consagradas muestran lo que es la Iglesia, bella y pura, dice el Papa

Propone el ejemplo de otra mujer, santa Clara de Asís

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 15 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Tras la catequesis de las dos últimas semanas sobre Hildegarda de Bingen, el Papa Benedicto XVI quiso proponer, en la catequesis durante la audiencia general de hoy, el ejemplo de otra mujer de la Edad Media, santa Clara de Asís.

“Su testimonio nos muestra cómo toda la Iglesia es deudora a mujeres valientes y ricas de fe como ella, capaces de dar un decisivo impulso para la renovación de la Iglesia”, subrayó el Papa, destacando también que “en los siglos medievales, el papel de las mujeres no era secundario, sino considerable”.

Esta santa, “una de las más amadas”, fue contemporánea de san Francisco de Asís, a quien le unió una fuerte amistad y una común experiencia de fe.

“Son los santos los que cambian el mundo a mejor, lo transforman de forma duradera, inyectándole las energías que sólo el amor inspirado por el Evangelio puede suscitar. ¡Los santos son los grandes benefactores de la humanidad!”, afirmó el Papa.

Clara, enfrentándose a su familia, se unió a los frailes menores de san Francisco y pronunció los votos de su consagración en 1211. Tras ello, vivió hasta su muerte, con un grupo de seguidoras, en el convento de clausura de san Damián.

“Como Clara y sus compañeras, innumerables mujeres en el transcurso de la historia han sido fascinadas por el amor por Cristo que, en la belleza de su Divina Persona, llena sus corazones. Y la Iglesia entera, por medio de la vocación nupcial mística de las vírgenes consagradas, muestra lo que será para siempre: la Esposa bella y pura de Cristo”, afirmó el Papa.

De hecho, la santa fue la “pobre y humilde virgen esposa de Cristo”, afirmó Benedicto XVI, recogiendo algunas de las frases amorosas de la santa a Cristo, en una de las cuatro cartas que envió a santa Inés de Praga.

Otro de los rasgos de la santa, explicó el Papa, fue su amistad con san Francisco: “La amistad es uno de los sentimientos humanos nobles y elevados que la Gracia divina purifica y transfigura”, afirmó, recordando el ejemplo de otros santos.

El tercer aspecto que Benedicto XVI puso de relieve fue la radicalidad de la pobreza asociada a la confianza total en la Providencia divina de Clara de Asís.

De hecho, ésta obtuvo del papa el llamado Privilegium Paupertatis, que les permitía, cosa novedosa en aquella época, no poseer ninguna propiedad material.

“Se trataba de una excepción verdaderamente extraordinaria respecto al derecho canónico vigente y las autoridades eclesiásticas de aquel tiempo lo concedieron apreciando los frutos de santidad evangélica que reconocían en la forma de vivir de Clara y de sus hermanas”, explicó.

En el convento de san Damián Clara “practicó de modo heroico las virtudes que deberían distinguir a cada cristiano: la humildad, el espíritu de piedad y de penitencia, la caridad”, sometiéndose “a tareas humildísimas”.

“Su fe en la presencia real de la Eucaristía era tan grande que en dos ocasiones se comprobó un hecho prodigioso. Solo con la ostensión del Santísimo Sacramento, alejó a los soldados mercenarios sarracenos, que estaban a punto de agredir el convento de san Damián y de devastar la ciudad de Asís”, destacó el Papa.

El Papa concluyó afirmando que las clarisas “llevan a cabo un precioso papel en la Iglesia con su oración y con su obra”.

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ZENIT Staff

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