Por Edward Pentin

LONDRES, martes 21 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Tras las dos primeras jornadas de la visita papal a Gran Bretaña, centradas sobre todo en cuestiones Iglesia-Estado, los últimos dos días fueron mucho más personales y pastorales.

En la dimensión institucional del viaje, huvo aspectos poco comentados. En la casa del arzobispo de Westminster, este sábado el Papa recibió en audiencia privada al primer ministro británico, David Cameron, su vice Nick Clegg y a la líder de la oposición Harriet Harman.

El Santo Padre expresó sus condolencias a Cameron por la muerte reciente de su padre, habló con cada político durante 20 minutos y entregó como recuerdo una medalla de su pontificado.

Cameron, anglicano, entregó al Papa un ejemplar de la primera edición del libro del nuevo beato John Henry Newman Apologia Pro Vita Sua, impreso en 1864, y un recorte de periódico que describe un servicio religioso presidido por Newman en Edgbaston, Birmingham.

Un momento significativo de las relaciones institucionales que abrió la visita tuvo lugar el viernes por la tarde, en una cena de trabajo entre el Gobierno del Reino Unido y la delegación papal en Lancaster House de Londres, una mansión administrada por el Ministerio de Exteriores de este país. El tema tratado fue la lucha común contra el hambre y el subdesarrollo.

El resto de las actividades del sábado supusieron un maratón de celebraciones litúrgicas y encuentros pastorales, iniciados con la Misa en la catedral de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en Westminster. La liturgia de esta catedral, de estilo bizantino, consagrada en 1910, fue tan impresionante que algunos fieles se conmovieron hasta las lágrimas.

El Santo Padre expresó su “profundo dolor” por los abusos sexuales cometidos por los sacerdotes y los definió “crímenes incalificables” que provocaron “la vergüenza y la humillación” de la Iglesia.

Benedicto XVI enmarcó estos graves delitos en el contexto del sufrimiento de Cristo: “En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo sigue, según la incisiva expresión de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo”.

El padre Jonathan How, portavoz de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, explicó a ZENIT que el Papa ha dado un sentido trascendente, a la luz del sufrimiento de Cristo, al escándalo de los abusos cometidos por sacerdotes.

“Si nos avergonzamos y somos humillados por los abusos, no hacemos otra cosa que compartir lo que las víctimas y Cristo han experimentado”, dijo.

Confirmación en la fe

Los peregrinos que participaron en la Misa del sábado y en la vigilia de Hyde Park procedían de todas partes de Gran Bretaña. Dan Williams, de Cardiff, dijo a ZENIT que es un acontecimiento que sucede “sólo una vez en la vida” y que espera que sirva para “reforzar la fe” en el país.

Billy Macauley, que siguió al Santo Padre desde Glasgow, reconoció que la visita papal “fue una gran bendición” y la Misa en Bellahouston Park “de gran impacto”.

“Es difícil imaginar que las palabras puedan tener tanto significado para la gente, por esto pedimos que el Santo Padre, guiado por el Espíritu Santo, siga confirmando en la fe”, declaró.

Tras la Misa, cerca de 2.500 jóvenes de las diócesis de Inglaterra, Gales y Escocia se reunieron en la plaza frente a la catedral para saludar al Obispo de Roma.

“Pido a cada uno de vosotros, antes que nada, mirar dentro del propio corazón. Pensad en todo el amor, para recibir el cual vuestro corazón ha sido creado y en todo el amor que este está llamado a donar”, dijo el Papa a los jóvenes.

Benedicto XVI se encontró después en Westminster con cinco personas que sufrieron abusos por parte de clérigos: tres de las víctimas eran de Yorkshire, una de Londres y una de Escocia.

Una fuente cercana a las víctimas reveló a la BBC que estuvieron entre 30 y 40 minutos con el Papa, “bastante tiempo”, el encuentro “duró más que el que tuvo con el primer ministro”.

El centro de Londres transformado

Cuando se puso el sol, a las 18,30 del sábado, se produjo un hecho que muchos británicos y el Papa recordarán  para siempre: el viaje en papamóvil por el centro de Londres. El Mall, la gran avenida que lleva al Palacio de Buckingham, sinónimo de imperio, esplendor y momentos cruciales para la historia del país, estaba decorado por enormes banderas británicas y vaticanas.

Todos aplaudieron, aunque con la tradicional discreción británica, el paso del papamóvil, rodeado por un grupo de escoltas que caminaban rápido. Entre la multitud, muchos corrieron a la par con el vehículo hasta llegar a un kilómetro de Hyde Park, donde el Papa presidió una vigilia en vísperas de la beatificación del cardenal John Henry Newman.

Benedicto XVI guió a decenas de miles de fieles, en una bella ceremonia de vigilia de oración y adoración. Lamentablemente, a causa de las medidas de seguridad, pudieron entrar sólo quienes tenían el billete, mientras que otros miles de personas se quedaron en el exterior, teniendo que seguir la ceremonia por pantallas gigantes situadas fuera del recinto preparado para la ocasión.

En su discurso, el Papa explicó todo lo que los jóvenes católicos pueden aprender del cardenal Newman y se refirió al ejemplo de los mártires católicos, añadiendo que, aunque los católicos de hoy no son ahorcados o descuartizados por su fe, a menudo son “dejados de lado, o ridiculizados”. Hay que soportar esto, añadió, convencidos de que la “amable luz” de la fe nos mostrará el camino.

Una vez más, había personas de toda edad y cultura, e incluso los más jóvenes permanecieron recogidos en profunda oración.

Para mí personalmente, como católico británico, ver al vicario de Cristo pasando ante lugares tan familiares como el Palacio de Buckingham y dando su bendición en Hyde Park, fue una experiencia casi surrealista y algo que nunca imaginé que pudiera llegar a ver.

Quizá, más que en el discurso de Westminster Hall del viernes, en aquellos momentos tuve la impresión de que la Iglesia Católica ha logrado en verdad ser aceptada en Gran Bretaña. En aquellos momentos empezó un nuevo capítulo para los católicos británicos, dejando atrás un pasado problemático del país con la Iglesia Católica, a la que debe sus más profundas raíces culturales.

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Edward Pentin es un escritor freelance inglés afincado en Roma. Puede contactarse con él en epentin@zenit.org

[Traducción del inglés por Nieves San Martín]