LONDRES, jueves 16 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Inglaterra, meta de la visita de Benedicto XVI del 16 al 19 de septiembre, representa el epicentro geopolítico de la cultura de la muerte, pero también es conocida como Dos Mariae, dote de María.

Lo afirma el director de la pastoral de la diócesis de Westminster, Edmund Adamus, para quien el extraordinario patrimonio cristiano inglés y su actual cultura anticatólica de vanguardia hacen de Inglaterra un lugar altamente significativo para la visita del Papa.

Adamus destaca que el matrimonio constituye un elemento central, tanto de la primera evangelización de la nación como de los actuales conflictos culturales.

En este sentido, ha trabajado activamente para promover el magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio, a través de iniciativas como la peregrinación por todo el territorio nacional de una imagen de la Virgen de Guadalupe durante la visita papal, una misa en honor a unos 600 matrimonios, la creación de un instrumento para una mayor conciencia de la fecundación natural y una serie de lecciones anuales sobre la teología del cuerpo.

Las lecciones de este año tuvieron lugar el 14 de septiembre, con la participación de Brian Gail, autor de Fatherless, que habló sobre el tema Al servicio de las mujeres – Los hombres están llamados a lo grande.

En la siguiente entrevista concedida a ZENIT, Adamus habla sobre el estado de la Iglesia y del matrimonio en el Reino Unido, la esperanza de los católicos en la visita del Papa y la función de Inglaterra en la evangelización de la cultura global.

- ¿Qué aires se respiraban cuando Inglaterra se preparaba para la visita de Benedicto XVI?

Adamus: Si hubiera que tomar por bueno lo que se oía y veía en los principales medios de comunicación, podría pensarse que el Santo Padre estaba a punto de ser envestido por un torbellino de controversias y actitudes beligerantes.

Es verdad que existe una tendencia anticatólica agresiva frente a la Iglesia y el Pontífice. Pero la mayoría de la gente aprecia el valor del testimonio del Santo Padre sobre cuestiones morales fundamentales (aunque esto rara vez acabe en los medios de comunicación) y, más recientemente, sobre cuestiones sociales surgidas de la amenaza de una época de austeridad del nuevo Gobierno de coalición.


En general creo que muchas personas, sobre todo católicas -que un reciente sondeo muestra que son más de las que se imaginaba- esperan la visita papal con la esperanza y la expectativa de que su presencia y sus palabras sean una “luz gentil” (kindly light, en palabras del cardenal Newman) en un tiempo de sombras que amenazan especialmente la célula fundamental de la sociedad -la familia- y los derechos de los padres.

- ¿Qué esperanzas tiene usted en la visita papal?

Adamus: Personalmente espero una renovación del sentido y de la claridad sobre lo que los católicos entendemos, en términos de misión, por auténtica dignidad de la persona.

Espero que este amor auténtico -verdaderamente auténtico- y personal que Cristo tiene por cada miembro de la sociedad británica se manifieste de alguna manera en una mejor comprensión, por parte de la opinión pública, de la realidad de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, y no como mera entidad política (o institución jerárquica).

El arzobispo Fulton Sheen decía que no hay más de 200 personas en toda la nación que realmente odien la Iglesia católica, y que en cambio son millones las que odian lo que creen que es la enseñanza de la Iglesia católica.

Rezo para que la visita del Papa Benedicto traiga consigo algo milagrosamente significativo contra este elevado nivel de percepción errónea.

- ¿Qué función ve para Inglaterra en el ámbito de la evangelización de la cultura en la escena global?

Adamus: Es normal que la atención de los medios de comunicación en el Papa, en su mensaje y en la Iglesia católica se haga frenética en la nación que es meta de una visita papal.

Desde este punto de vista, Gran Bretaña no es una excepción, pero existe una cierta agitación respecto al tipo de atención que la visita suscitará en los medios locales y en la conciencia pública.

¿Por qué? Porque, nos guste o no como ciudadanos británicos y residentes en este país -y estemos más o menos preparados como católicos para aceptar esta realidad y todo lo que implica-, históricamente, y todavía hoy, Gran Bretaña, y en particular Londres, ha sido y es todavía el epicentro geopolítico de la cultura de la muerte.

Nuestras leyes y nuestros legisladores, desde hace 50 años o más, han actuado de una manera muy permisiva contra la vida y fuertemente contra la familia y el matrimonio.

Esencialmente hemos sido uno de los terrenos culturalmente más anticatólicos, todavía más que aquellos lugares en los que los católicos sufren una abierta persecución.

La misma Inglaterra, a pesar de su extraordinario patrimonio cristiano: San Agustín, el apóstol de los ingleses, nombrado por el papa Gregorio, desafió a la tentación de la desesperación de quien había intentado convertir a los paganos británicos, recordándoles la belleza, la verdad y la dignidad del matrimonio.

Las crónicas de san Beda sobre el cristianismo inglés hablan de esta estrategia, tras la cual -como él mismo afirma- “se recuperó Inglaterra”.

Inglaterra es también la Dos Mariae, (la dote de María), un antiguo título que se remonta al siglo XIV e incluso antes, en el lenguaje espiritual del pueblo.

Este título representaba el hecho de que, desde los primerísimos tiempos, los católicos ingleses veneraban a la persona de la Madre de Cristo con una devoción tan única y honesta que se creía que la misma nación tenía una especia de función sobrenatural (en sentido metafórico) en el “matrimonio” entre el Espíritu Santo y su esposa, la Virgen de Nazaret.

En otras palabras, el cristianismo inglés, en el proyecto de Dios, tiene una función extraordinaria, como fundamento sólido (como la dote en el matrimonio) de la obra de redención y salvación desde el punto de vista histórico y global.

Inglaterra ha sido la primera nación cristiana que invistió formalmente la Iglesia del solemne rito del matrimonio, cosa que reencontramos en el rito matrimonial de Sarum.

En este antiguo rito, las palabras “y con mi cuerpo te rindo culto” (todavía usado por nuestros hermanos anglicanos), desde la Edad Media en adelante, se han convertido, en cierto sentido, en la primordial teología del cuerpo.

Si los esposos están llamados por Dios a honrarse mutuamente con el cuerpo, entonces ciertamente está claro el mayor respeto a la presencia divina en la corporeidad de cada uno de nosotros, ya que todos nosotros, en virtud del bautismo, somos como hombres casados con la Iglesia y como mujeres casadas con Cristo.

Sobre la puerta principal de la catedral católica de Westminster de la Preciosísima Sangre, hay un mosaico dedicado a Cristo triunfante. A su lado están representados la madre y el padre putativo, María y José, que a su vez están cerca de san Pedro y de san Eduardo el confesor.

Pedro y Eduardo están de rodillas frente a la escena, ambos en sus funciones simbólicas: uno como evidente cabeza de la Iglesia, el otro como rey, que personifica el reino de Inglaterra. Están arrodillados ante el tríptico de la Sagrada Familia.

Rezo para que la visita papal pueda inspirar a todos los ingleses, en la Iglesia y en el Estado, a arrodillarse interiormente frente a este inestimable icono de la Trinidad: matrimonio y familia.

- La lección que preparó para la visita papal estaba centrada principalmente en la identidad y en la función de los hombres y de las mujeres, y sobre todo de los hombres. ¿Por qué es importante desta car este tema en un momento como el actual?

Adamus: Existe una verdad fundamental que subyace en la antropología de Juan Pablo II, en su teología del cuerpo: la llamada de todo hombre es la dignidad de toda mujer; la vocación de toda mujer es la integridad de todo hombre.

En otras palabras -asediados como hemos estado durante muchas décadas y todavía más hoy a causa de la globalización de la teoría de género-, las personas están empezando a entender que la feminización de la masculinidad y la cultura machista que afecta al desarrollo de las jóvenes no representa una respuesta válida a las cuestiones más profundas de la vida.

Juan Pablo II, como sabemos, en su catequesis nos invita a “volver al principio” para captar, en la verdad del orden de la creación, algo que osaremos llamar de “divina imaginación”.

Ese sueño de Dios Padre y Creador es que sus hijas y sus hijos, en toda relación y sobre todo en la conyugal y sexual, estén infundidos por la serenidad y la tranquilidad de nuestros primeros padres.

Esto no significa sólo estar abiertos a la procreación, sino también respetar la expresión de la vida divina en el otro: verse recíprocamente con los ojos de Dios mismo.

La “mirada interior”, como la ha llamado Juan Pablo II, es fundamental para la relación hombre-mujer, sobre todo para el hombre porque nuestro ADN nos dice que somos atraídos primero por la belleza y por la bondad de lo que vemos, y después por lo que oímos, percibimos o sentimos.

Es por tanto imprescindible para el hombre alegrarse, en su propio carisma masculino, al ver en la mujer, y precisamente en cuanto mujer, su valor y su belleza intrínsecos.

En este sentido, el hombre expresa en sus acciones un signo que va a contracorriente respecto al desierto del egoísmo, del hedonismo y de la instrumentalización de la mujer para la satisfacción sexual.

Gran Bretaña en particular, con su creciente comercialización del sexo, por no hablar de sus permisivas leyes que responden a la agenda de los grupos de presión de los homosexuales, representa precisamente ese tipo de desierto.

El fenómeno de la pornografía es algo que debe afrontarse urgentemente y pastoralmente, aquí como en otros lugares, porque los niveles de consumo por parte de hombres y mujeres están aceptándose gradualmente como normales.

En esencia, es tarea del hombre prestar el debido honor y respeto a la mujer, en toda circunstancia (sobre todo a nuestras mujeres e hijas).

De esta manera, los hombres crecemos en la plenitud de nuestra humanidad en Cristo, nos convertimos en héroes y beneficiamos a las mujeres.

- ¿Cómo le han ayudado estas lecciones y la enseñanza de la teología del cuerpo en general, en su trabajo de preparación al matrimonio y de vida matrimonial?

Adamus: Me han permitido (al menos una vez al año) darme cuenta de nuevo de la gran necesidad de integrar con sabiduría una auténtica lectura de la teología del cuerpo en toda catequesis, pero sobre todo en las relacionadas con la formación de los novios, los esposos y las personas cuyo matrimonio se encuentra en dificultad.

Creo que una de las citas más infravaloradas de la enseñanza del papa es la incluida en el párrafo 29 de su Sacramentum Caritatis del 2007:

“Debido a la complejidad del contexto cultural en que vive la Iglesia en muchos países, el Sínodo recomienda tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del Matrimonio. Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar. El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal”.

La serie de lecciones, en las que hemos sido honrados con la presencia de eminentes teólogos expertos en el ámbito del matrimonio y de la familia, ha permitido que mi trabajo se concentrara en lo que considero que es el mejor nivel de preparación al matrimonio trazado por el mismo Juan Pablo II cuando dice:

“Continuad dando gran énfasis al matrimonio como vocación cristiana a la que están llamadas las parejas y dándoles los instrumentos para vivirlo plenamente, a través de cursos de preparación al matrimonio que deben realizarse con seriedad, contenidos óptimos, suficiente duración y obligatoriedad”.

En mi opinión, la preparación al matrimonio no es suficiente para cumplir con estos estándares.

Si Dios quiere, el estudio nacional sobre la preparación al matrimonio, que se está desarrollando a cargo de los obispos, afrontará esta carencia, con la ayuda también de un vademécum sobre el tema, que el Consejo Pontificio para la Familia está a punto de publicar.

Su urgencia no será nunca destacada suficientemente.

- ¿Cuáles considera los mayores desafíos del matrimonio hoy?

Adamus: Entre los mayores desafíos figuran los falsos “frutos” de la convivencia de hecho. Hay montañas de pruebas hoy que desvelan los enormes riesgos de los matrimonios precedidos por la convivencia.

La experiencia de varias parejas sexuales, antes y fuera del matrimonio, unida a la anticoncepción y al aborto, está produciendo enormes daños a largo plazo en la capacidad humana (inscrita por el Creador) de fundar un vínculo permanente.

Esto crea enormes problemas a los esposos para mantener vínculos emotivos, psicológicos y sexuales.

Los crecientes niveles de fertilidad reducida y de infertilidad crónica, debida al prolongado uso de anticonceptivos hormonales, representan un elemento crucial que debe afrontarse, porque el sufrimiento derivado de la incapacidad para tener hijos puede generar un estrés insostenible al matrimonio.

Por eso es tan importante reformar las parejas infundiéndoles ese sentido sacramental del matrimonio, para ayudar a comprender que la gracia del sacramento actúa siempre, sobre todo cuando se está abierto a la vida.

Queremos darles esa mentalidad de “Caná”, en la que “el agua” de su creencia en el matrimonio sea transformada en el “vino” de su permanente certeza de ser uno en Cristo.

[Por Genevieve Pollock, traducción del italiano por Patricia Navas]