LONDRES, domingo, 19 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Tras las dos primeras jornadas de la visita papal, concentradas sobre todo en asuntos de Iglesia- Estado, los dos últimos días se han hecho mucho más personales y pastorales.
La dimensión institucional del viaje tuvo etapas poco comentadas en la mañana de este sábado, cuando en la casa del arzobispo de Westminster recibió en audiencia privada al primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, el viceprimer ministro, Nick Clegg, y el líder de la oposición, Harriet Harman.
El Santo Padre dio su pésame a Cameron por el reciente fallecimiento de su padre, habló con cada uno de los políticos durante unos 20 minutos y les entregó como recuerdo una medalla de su pontificado.
Cameron, anglicano, regaló al Papa una copia de la primera edición del libro del nuevo beato John Henry Newman "Apología Pro Vita Sua", impresa en 1864, junto con un recorte de periódico que describe un servicio religioso presidido por el cardenal en Edgbaston, Birmingham.
Un momento significativo de las relaciones institucionales que ha abierto esta visita tuvo lugar el viernes en la noche, cuando se celebró una cena de trabajo entre el Gobierno del Reino Unido y la delegación papal, celebrada en la Lancaster House de Londres. El tema fue la lucha común contra el hambre y el subdesarrollo.
El resto de las actividades del sábado, a partir de las 10 de la mañana, dieron el pistoletazo de salida para un maratón de celebraciones litúrgicas y encuentros pastorales, que comenzaron con la misa en la catedral de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en Westminster. La liturgia de esta catedral de este estilo bizantino, consagrada en 1910, fue tan impresionante que algunos fieles se conmovieron hasta las lágrimas.
El Santo Padre expresó su "profundo pesar" por abusos sexuales cometidos por sacerdotes, y los definió "crímenes atroces" que han provocado "la vergüenza y la humillación" a la Iglesia.
Enmarcó estos delitos en el contexto del sufrimiento de Cristo: "En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo".
El padre Jonathan How, portavoz de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, explicó a ZENIT que el Papa ha dado un sentido trascendente, a la luz del sufrimiento de Cristo, al escándalo de los abusos cometidos por clérigos.
"Si nos sentimos avergonzados y humillados por los abusos, no hacemos más que compartir lo que las víctimas y Cristo experimentado", aclaró.
Confirmación en la fe
De todas las partes de Gran Bretaña procedían los peregrinos que participaron en la mia del sábado y en la vigilia de Hyde Park. Dan Williams de Cardiff reconoció a ZENIT que un acontecimiento que tenía lugar "una sola vez en la vida" y espera que sirva para "reforzar la fe" en el país.
Billy Macauley, que había seguido al Santo Padre desde Glasgow, reconoció que la visita del Papa ha sido una gran bendición "y la misa en Bellahouston Park fue "muy potente".
"Es difícil imaginar que las palabras puedan tener tanto significado para la gente, por eso rezamos para que el Santo Padre, guiado por el Espíritu Santo, siga confirmando en la fe", afirmó.
Después de la misa, unos 2.500 jóvenes de las diócesis de Inglaterra, Gales y Escocia se congregaron en la plaza frente a la catedral para saludar al obispo de Roma.
"Pido a cada uno, en primer lugar --les dijo el Papa a los chicos y chicas--, que mire en el interior de su propio corazón. Que piense en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer".
Como se esperaba, el Santo Padre se reunió más tarde en Westminster con cinco personas que han sufrido abusos por parte de clérigos: tres de las víctimas eran de Yorkshire, uno era de Londres y uno de Escocia.
Una fuente cercana a las víctimas reveló a la BBC que pasaron entre 30 y 40 minutos con el Papa, "un buen período de tiempo" "más largo que el que pudo conceder al primer ministro".
El centro de Londres transformado
Cuando el sol se ponía a las 18.30 horas de este sábado, tuvo lugar un momento que muchos británicos y el Papa recordarán para siempre: el viaje en papamóvil recorriendo el corazón de Londres. El Mall, el gran bulevar que conduce al palacio de Buckingham, sinónimo de imperio, esplendor y momentos cruciales para la historia del país, quedó decorado con enormes banderas del Vaticano y la Union Jack
Todos aplaudieron, si bien con el típico aire británico reservado, ante el paso del papamóvil, rodeado por un equipo de guardaespaldas que caminaban apresuradamente. Entre la multitud muchos se echaron a correr para seguir a su ritmo hasta que llegó al último kilómetro de distncia del Hyde Park, donde presidió una vigilia en la víspera de la beatificación del cardenal John Henry Newman.
El Papa guió a decenas de miles de fieles en una hermosa ceremonia de la Vigilia de oración y adoración. Lamentablemente, a causa de las inquietudes surgidas por la seguridad, sólo pudieron entrar quienes tenían entradas, dejando a decenas de miles de personas en el exterior, obligadas a seguir la ceremonia en las grandes pantallas colocadas en el otro lado de la pared que se había alzado para esta ocasión.
En su discurso, el Papa ilstró todo lo que los jóvenes católicos pueden aprender del cardenal Newman. También se refirió al ejemplo de los mártires católicos, y agregó que, aunque los católicos de hoy no son colgados o descuartizados por su fe, a menudo son "parodiados o ridiculizados." Tenemos que soportar esto, añadió, convencidos de que la "bondadosa luz" de la fe "nos mostrará el camino".
Una vez más estaban presentes personas de todas las edades y culturas, e incluso las más jóvenes, con sus sudaderas de capucha, signo común de rebelión a la autoridad, se recogieron en profunda oración.
Para mí personalmente, como católico británico, ver al vicario de Cristo que atraviesa lugares tan familiares como el Palacio de Buckingham, y que da la bendición en el Hyde Park se convirtió en una experiencia casi surrealista, algo que personalmente nunca imaginaba que podría ver.
Tal vez más que el discurso en el Westminster Hall del viernes, en esos momentos me dio la impresión de que la Iglesia católica ha logrado verdaderamente ser aceptada en Gran Bretaña. En esos momentos comenzaba un nuevo capítulo para los católicos británicos, dejando atrás los problemas pasados de la Iglesia católica, a quien este país le debe sus más profundas raíces culturales.
Por Edward Pentin