CIUDAD DEL VATICANO, lunes 4 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Evangelizar no es violentar la libertad religiosa, porque no nace de una imposición a la conciencia, sino del anuncio respetuoso de la verdad, afirmó hoy el Papa Benedicto XVI a un grupo de obispos brasileños.
En su discurso a los prelados de las regiones Norte 1 y Noroeste de la Conferencia Episcopal Brasileña (CNBB), que se encuentran estos días en Roma para la visita ad Limina, el Papa insistió en la importancia de la llamada a la evangelización en Aparecida.
Ante todo, quiso aclarar que la evangelización no debe entenderse como una imposición, y que la creencia de que evangelizar no es necesario está equivocada.
“Dios puede realizar esta salvación por vías extraordinarias que solamente Él conoce. Sin embargo, si su Hijo vino, fue precisamente para mostrarnos, con su palabra y su vida, los caminos ordinarios de salvación, y Él nos mandó a transmitir esta revelación a los demás con su propia autoridad”.
Por ello, el Papa insistió en que aunque “los hombres podrían salvarse por otras vías, gracias a la misericordia de Dios, si no se les anuncia el Evangelio”, sin embargo “¿podría yo salvarme si por negligencia, miedo, vergüenza o por seguir ideas falsas, dejara de anunciar?”
Ante la objeción de ciertas corrientes de pensamiento que consideran que evangelizar es “imponer” y por tanto “una violación de la libertad religiosa”, el Papa respondió con una cita de la Evangelii nuntiandi de Pablo VI, recordando qué entiende la Iglesia por evangelización.
“Proponer a la conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer —sin coacciones, solicitaciones menos rectas o estímulos indebidos— , lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de un camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante”.
Además, recalcó, los no creyentes tienen “derecho” de recibir “a través de los cristianos el anuncio de la Buena Nueva de la salvación”.
“El deseo de anunciar el Evangelio nace de un corazón enamorado de Jesús, que anhela ardientemente que más personas puedan recibir la invitación y participar en el banquete de las Bodas del Hijo de Dios”, añadió.
Por ello, “la llamada a la misión no es algo destinado exclusivamente a un restringido grupo de miembros d la Iglesia, sino un imperativo dirigido a cada bautizado, un elemento esencial de su vocación”.
En este sentido, recordó la “llamada a la evangelización” del continente americano, realizada por la V Conferencia del Episcopado Latino-Americano y Caribeño en Aparecida (Brasil, 2007).
También quiso advertir contra el peligo de una “visión reduccionista del concepto de misión”, que “no puede limitarse a una simple búsqueda de nuevas técnicas y formas que hagan a la Iglesia más atractiva y capaz de vencer la competencia con otros grupos religiosos o con ideologías relativistas”.
Por ello, invitó a los presentes a reflexionar si “la desaparición del espíritu misionero tal vez no se deba tanto a limitaciones y carencias en las formas externas de la acción misionera tradicional como al olvido de que la misión debe alimentarse de un núcleo más profundo”, que es “la Eucaristía”.
“Esta, como presencia del amor humano-divino de Jesucristo, supone continuamente el paso de Jesús a los hombres que serán sus miembros, que serán ellos mismos Eucaristía. En suma, para que la Misión Continental sea realmente eficaz, esta debe partir de la Eucaristía y llevar a la Eucaristía”, concluyó el Papa.
[Por Inma Álvarez]