México: Singular sesión de lucha libre en apoyo de un Seminario

Tres sacerdotes de Ciudad Juárez realizan un combate-catequesis

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CIUDAD JUÁREZ, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En Ciudad Juárez, Chihuahua, México, se produjo un singular combate, en los patios del Seminario. El 3 de octubre, se enfrentaron los enmascarados “El Fariseo” y el “Orante”. ¿Quién estaba detrás de las máscaras de estos campeones de lucha libre? ¡Sacerdotes!

Una catequesis creativa en uno de los lugares del mundo en el que la vida vale poco y la violencia es el pan de cada día. Es el primer combate, el ganador, se enfrentará a “El Siervo” en 2011.

La diócesis de Ciudad Juárez declara a ZENIT que, en la injustamente llamada “ciudad más violenta del mundo”, “la lucha de la vida diaria ha sido trasladada al ring por un grupo de sacerdotes diocesanos que cambiaron momentáneamente la sotana por una máscara, para apoyar la formación de nuevos pastores para la Iglesia”.

Por tercer año consecutivo, en la verbena popular que cada año organiza para obtener recursos para su manutención, el Seminario Conciliar de Ciudad Juárez presentó una peculiar función deportiva.

Sacerdotes se enfrentaron en el cuadrilátero, en una función de lucha libre, que no solamente llevó esparcimiento al público asistente, sino además, una catequesis.

“Quisimos aprovechar el espacio para que además haya una enseñanza… que la gente se lleve un aprendizaje para su vida cotidiana”, dijo el padre Roberto Luna, quien desde hace un año se convirtió en Beto “El Orante” Luna, un luchador técnico que apoya al seminario.

Párroco de una comunidad en la zona de franco crecimiento poblacional en Ciudad Juárez, “El Orante” Luna se enfrentó en el 2009 a luchadores profesionales de esta frontera, que ofrecieron su espectáculo para ayudar a la institución.

Pero en esa ocasión, por sorpresa, apareció un enmascarado que lo retó. Se trataba del padre Istibal Valenzuela, quien en la función del primer domingo de octubre, cumplió su reto bajo la máscara de “El Fariseo”.

Los sacerdotes luchadores fueron motivados por el padre Guillermo Sías, integrante del equipo formador del Seminario, quien en 2008 pensó en ofrecer un espectáculo de Lucha Libre para apoyar a la institución y se convirtió en “El Siervo”, un luchador enmascarado que pelea con los técnicos, es decir, “con los buenos”.

“La lucha libre es un deporte arduo y requiere mucho coraje… pero coraje desde el corazón, no un coraje negativo, sino por emprender algo y lograr victorias –declaró el padre Guillermo–. Es un deporte que refleja el espíritu de lucha del hombre”.

La propuesta fue apoyada por el rector y director espiritual del Seminario, padre Benjamín Cadena, quien dijo al respecto: “En la máscara, toda persona puede sentirse reconocida porque no es un rostro concreto, que sí lo hay, sino también el símbolo de una persona que enfrenta una lucha y que tiene un oponente”, explicó.

El padre Roberto “El Orante” Luna confirmó: “En Juárez conocemos a muchísimos luchadores cotidianos que viven en la búsqueda de sacar adelante a una familia, aunque no se les reconozca su profesionalismo, su entrega y amor”.

El sacerdote aclaró que la promoción de la lucha libre debe incluir una catequesis, para que no induzca a los espectadores a la violencia, especialmente a los niños.

“Es importante hacer ver a los niños que se trata de un espectáculo donde hay códigos, reglamentos y límites en la expresión”, dijo el director espiritual del seminario.

“Si se toma en cuenta ese aspecto educativo, se pueden resaltar otros valores positivos y necesarios”, añadió.

Durante la función, en los patios del Seminario de Ciudad Juárez, “El Fariseo” venció a “El Orante”, quien perdió además de la lucha, su cabellera.

Pero en la misma función apareció otro sacerdote enmascarado que retó al “Fariseo” para vengar a su amigo “El Orante”.

El reto se dirimirá en la función que el Seminario presente en 2011 y con el apoyo de un cuarto luchador, “El Siervo”.

Así, los fieles católicos de Ciudad Juárez no sólo apoyan a su seminario con un rato de esparcimiento en la lucha libre, sino además aprenden a trasladar los rasgos de esa lucha a la vida cotidana, aprendiendo a respetar las reglas, gracias a sus sacerdotes.

La lucha libre es un deporte-espectáculo al que son aficionados muchos niños y mayores. Quienes participan son verdaderos atletas y gimnastas, que tienen nombres pintorescos, con partidarios y detractores. No es un combate de boxeo, los participantes se parecen más a los especialistas del cine. Saben caer, hacer piruetas, y la finalidad es hacer que el adversario quede inmovilizado.

Los luchadores realizan combates con coreografías programadas y resultados planeados, algo que los organizadores sólo han reconocido recientemente, pues hasta 1990 pretendía que se trataba de verdaderos combates.

La lucha libre profesional moderna usa tipos de agarre y acrobacias aéreas, y varios estilos de artes marciales. Es especialmente popular en Japón, Estados Unidos y México.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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