CIUDAD DEL VATICANO, martes 16 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Después de tres meses de estar ejerciendo como secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las sociedades de Vida apostólica, monseñor Joseph William Tobin confiesa que extraña la vida misionera de su vocación como sacerdote redentorista, aunque la suya también la entiende como una labor misionera.
“No es una simple labor de papeleo o de documentos”, asegura. “Se trata de buscar que las congregaciones que los consagrados y las consagradas del mundo respondan cada vez con fidelidad a su vocación”, dijo a ZENIT el nuevo obispo, desde su oficina, ubicada en la plaza Pío XII, justo donde acaba la vía de la Conciliación y antes de llegar la Plaza de San Pedro.
Monseñor Tobin pasó así de ser el superior general de los Misioneros Redentoristas, cargo que ejercía desde 1997, a ser el secretario de la Congregación para los Institutos de la Vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, tras el nombramiento que le hizo el papa Benedicto XVI el pasado 2 de agosto.
Nacido en Wayne County, Detroit (Michigan, Estados Unidos), en 1952, monseñor Tobin fue ordenado sacerdote en 1978 y consagrado obispo el pasado 9 de octubre. “Agradezco a Dios por mi vocación”, dijo en entrevista concedida a ZENIT. “Lo considero un gran don inmerecido”, confiesa.
–¿Cómo recibió usted este nombramiento de parte del Papa?
Monseñor Joseph William Tobin: Es un voto de confianza de parte del Santo Padre que me hace sentir indigno pero a la vez me impulsa a cumplir con esta tarea porque sé que el Papa ama la Iglesia y también tiene un amor particular por la vida consagrada. Al darme esto comparte conmigo una responsabilidad pastoral que está muy cerca de su corazón. Ante todo, respeto y doy gracias al Señor y acepto con mucha humildad este gesto de confianza.
Confieso que representa también un sacrificio porque yo soy misionero y pensaba que después de servir 18 años en el gobierno, primero como consultor y luego como superior general de mi congregación, el Señor me hubiera concedido otra forma de misión pero considero que lo que hacemos aquí no es un trabajo burocrático. Creo que servir a las congregaciones religiosas del mundo es de por sí un trabajo de misión.
– A su nueva misión se le agrega la experiencia de reciente ordenación episcopal y la vivencia a plenitud del orden sacerdotal…
Monseñor Joseph William Tobin: Hubo un momento muy fuerte en la liturgia de mi ordenación episcopal durante la letanía de los santos. Me gusta mucho esta parte del el rito. Especialmente cuando evocan a dos grandes santos: Mi patrón de bautismo que es San José y también San Alfonso María de Ligorio, el fundador de mi comunidad. Cuando estaba postrado en el piso, era conciente de que la Iglesia entera estaba rezando y pidiendo al Padre Celestial el don del Espíritu y con mucha confianza pensaba que Dios no podía negar esta oración. Fue también muy hermoso para mí la imposición de las manos que es el núcleo con la oración que consagra.
– Viene de ser el superior de los redentoristas. ¿Qué enseñanzas le deja esto para su nuevo cargo?
Monseñor Joseph William Tobin: Tuve la dicha de acompañar una comunidad internacional. Somos unos 5.000 consagrados en el mundo que trabajamos en 78 países. Esto me ofreció una especie de escuela cotidiana para aprender la pluriculturalidad de la vida consagrada, buscando siempre el eje y la fuerza que nos une que es el espíritu religioso.
Yo creo que servir una comunidad pluricultural con sus luces y sombras me ha servido en preparación para esta nueva misión. También a trabajar en un equipo que es internacional. En la curia éramos once hermanos de 10 países. Esto permite que uno se ajuste a otros modos de pensar y que no se corra el riesgo de idealizar la propia cultura.
– ¿Cuáles son los desafíos que tiene que enfrentar como secretario de esta congregación?
Monseñor Joseph William Tobin: Hay algunos muy urgentes. Por ejemplo el estado muy difícil de muchas congregaciones religiosas en África que fueron fundadas y a veces abandonadas a nivel diocesano y nivel local. Debemos preguntarnos cómo ayudarles y conservar los elementos necesarios y a veces tan básicos como la comida y la posada. También recursos para la formación inicial y continua.
– ¿Y qué cree que puede hacer la Iglesia universal por estas congregaciones?
Monseñor Joseph William Tobin: Creo que un valor muy importante es el de la solidaridad. Somos una familia. Hay consagrados y consagradas en iglesias locales que tienen muchos recursos y a veces si ellas pueden vivir en un modo más sencillo. El resultado sería un apoyo mayor a hermanos y hermanas que se enfrentan con condiciones muy difíciles. Lo más importante es que no se sientan aislados o abandonados. Las congregaciones por pequeñas que sean pertenecen a la Iglesia Universal, especialmente cuando gozan de la aprobación a nivel diocesano o pontificio, deben sentirse parte de la Iglesia, apoyados y fortalecidos.
– Otro desafío es el tema de las visita apostólica a las congregaciones religiosas en Estados Unidos…
Monseñor Joseph William Tobin: Una clave para nosotros, y esto se notó en el documento de este dicasterio hacia la vida fraterna en comunidad, es que los religiosos debemos ser maestros y maestras de diálogo porque somos maestros y maestras de la vida fraterna. Creo que un punto muy importante es el dialogo y creo que los dos hermanos o hermanas nos debemos acercar a la búsqueda mutua de la verdad.
Cuando yo iba a visitar a mis hermanos durante mis años de superior general les decía: “No vengo como policía, tampoco vengo como turista. Vengo como alguien que apuesta por lo más precioso que tiene: mi vida en un proyecto que es la misión de la congregación”. Cuando hablamos como consagrados y consagradas debemos darnos cuenta que estamos hablando de la apuesta de nuestra vida que debe tener sentido y si debemos corregir algo, debemos acudir a la gracia de la conversión, que siempre es un desafío de la vida consagrada. A mi modo de ver esto es un diálogo, una apuesta, que a la vez es una respuesta.
– ¿Cómo trabajar para que las antiguas comunidades permanezcan fieles al carisma original?
Monseñor Joseph William Tobin: Yo siempre a los redentoristas les invito a reflexionar sobre la inspiración de San Alfonso María de Liborio. Es verdad que la secularización es un desafío pero hay otros. Me acuerdo que una vez, visitando una provincia que vivía bajo una dictadura militar, los hermanos en un momento me decían “aunque hemos denunciado el régimen y algunos de nosotros fuimos a la cárcel, este modo de pensar de los militares nos ha penetrado y a veces nos tratamos los unos a los otros como militares”. Como dice Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi: “La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio”. Para nosotros se trata de ir al interior de una cultura sin perder el alma. Este es el desafío y yo creo que muchas congregaciones de la Iglesia van a ir revelándose sobre esas preguntas.
– También están naciendo muchas otras nuevas congregaciones…
Monseñor Joseph William Tobin: La imagen que yo tengo de la vida consagrada es como un ecosistema floreciente en el que nuevas formas deben aparecer y ese es un signo de la salud del ecosistema. Debemos esforzarnos para conservar lo bueno del pasado y acoger lo nuevo que vaya suscitando el Espíritu.
– Pero por otro lado hay una crisis de respuesta al llamado a la vocación a la vida consagrada
Monseñor Joseph William Tobin: Especialmente en Occidente. En Nigeria, por ejemplo, no hay crisis de respuesta al llamado. Los redentoristas r
ecibimos de ese país, cada año, 500 pedidos para entrar y escogemos a 14. En otros países de África la situación es más o menos similar. También en Vietman, Tailandia, Indonesia hay muchas vocaciones. Es verdad que en algunos países, especialmente en Europa Occidental Canadá y Estados Unidos hay crisis pero en otras partes del mundo la crisis consiste en un buen número de formandos con pocos recursos. La crisis no es siempre numérica.
– ¿Qué aportan las congregaciones religiosas a la Iglesia como cuerpo místico de Cristo?
Monseñor Joseph William Tobin: Los consagrados debemos mostrar y evidenciar en nuestra vida una cierta libertad, que es diferente a la libertad del laico. Es verdad que los laicos son libres para ir donde los religiosos no podemos pero nosotros somos aún más libres para vivir una vida misionera por no tener tantas responsabilidades de familia. Si no usamos bien esta libertad debemos cuestionarnos porque la vida consagrada no es de irresponsabilidad sino de una libertad radical. Creo que es muy bueno que la Iglesia haga hincapié sobre la vocación del bautismo. Pero debemos recordar que tanto en el Concilio Vaticano II, y luego Juan Pablo II en su exhortación Apostolica Vita Consecrata nos dijo que la vida consagrada es esencial dentro de la vida de la Iglesia. “Con la profesión de los consejos evangélicos los rasgos característicos de Jesús —virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente ‘visibilidad’ en medio del mundo”, dijo el Papa.
Por Carmen Elena Villa