Confesiones del cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga

Entrevista con el prelado hondureño, presidente de Caritas

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ROMA, domingo, 16 de enero de 2011 (ZENIT.org).- El cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga cuenta que uno de sus grandes amores es formar seminaristas en su camino al sacerdocio. Añade que la primera pregunta que hace a estos jóvenes es sobre su amor a Cristo, puesto que un sacerdote «no está siguiendo una idea o una teoría o solo a una persona del pasado», sino «a Cristo vivo que está en medio de todos nosotros y que nos llama cada día».

Esta es una de las reflexiones que el cardenal hondureño, arzobispo de Tegucigalpa y presidente de Caritas Internationalis, hace en la primera parte de esta entrevista, en la que habla de su vocación salesiana y la devoción mariana de los hondureños.

En la segunda parte, que ZENIT publicará el lunes, 17 de enero, el cardenal Rodríguez Maradiaga hablará de la corrupción en América Latina y de la esperanza que suponen sus jóvenes.

–Usted entró en los salesianos a la edad de 19 años. ¿Sintió usted su vocación a una edad temprana?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Tenía 10 años. Estaba entonces en la escuela secundaria y quise ir al aspirantado cuando tenía 12 años, al terminar la secundaria, pero mi padre me dijo: «No, no irás porque eres demasiado vivo y te mandarán a casa al primer día». Comprendí después que tenía razón. Y me dijo: «Cuando termines el instituto te llevaré al seminario». Y así fue la historia. Entré como aspirante. Fui aceptado, y luego fui al noviciado y entré como salesiano a la edad de 18 años.

–¿Quién o qué fue decisivo a la hora de adoptar esta decisión?

–Cardenal Rodríguez Maradiaga: Tuve la gran suerte de estudiar en un colegio salesiano. Me impresionaba el cuidado que tenían por nosotros los jóvenes. El espíritu que había en nuestra escuela era jugar, cantar, rezar y estudiar mucho. Se nos tenía que echar de la escuela cuando acababa el día porque no queríamos irnos a casa. Teníamos un hermoso espíritu. Y un día el director, que luego sería mi antiguo arzobispo, cuando venía de misa me preguntó: «¿Querrías ser sacerdote?». Y le dije: «Por supuesto». Y así fue.

–Usted ha dicho que uno de sus grandes amores era enseñar en el seminario. ¿Cuál es la primera pregunta que le haría a un joven que le expresara interés por entrar en el seminario?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Lo primero es su amor por Cristo, porque esta es la clave. No estás siguiendo una idea o una teoría o solo a una persona del pasado. Estás siguiendo a Cristo vivo que está en medio de todos nosotros y nos llama cada día. Así que esa sería la primera pregunta.

–Usted ha dicho que hay dos cosas que unen al pueblo hondureño: el equipo de fútbol y Nuestra Señora de Suyapa. ¿Puede hablarnos de Nuestra Señora de Suyapa y qué amor tienen los hondureños por Nuestra Señora?

–Cardenal Rodríguez Maradiaga: Bien, es una imagen pequeña. Sólo tiene seis centímetros de alto. Es una imagen de madera que fue encontrada en 1747, cuando nuestro pueblo «se estaba disolviendo». Se ha calculado que cuando los españoles llegaron en 1502 sólo había 200.000 hondureños. ¿Por qué? Porque en el siglo VIII los emigraron a Guatemala y luego a Yucatán, dejando la tierra casi abandonada y vacía. Algunos dicen que hubo una guerra entre las tribus, otros dicen que fue una epidemia, otros dicen que «El Niño» había agotado la tierra y no fue posible cultivar más. En cualquier caso, el hecho es que habían quedado muy pocos y nuestra nacionalidad desaparecía. En este contexto, se encontró a Nuestra Señora. Se descubrió la imagen.

–¿Es una imagen milagrosa?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Sí, es muy milagrosa. Es una imagen de madera que dos campesinos que dormían al abierto encontraron en la montaña. Un joven sintió algo en su espalda. Lo arrojó tres veces (pero siguió sintiéndolo en su espalda) y la tercera vez el otro hombre le dijo: «Ponlo en tu saco y mañana veremos qué es». Cuando llegaron a la pequeña aldea en que vivían, llamada Suyapa – en lengua india significa «lugar de palmeras» – vieron que era una imagen y se pusieron a rezar, y comenzaron los milagros, hasta que fue posible hacer una pequeña iglesia, y luego otra, y ahora tenemos una gran capilla.

–América Latina no carece de desafíos. Usted mismo ha dicho que la «globalización» es la glotonería de unos pocos, que están dejando a la mayoría al margen de la historia. ¿Podemos decir que esto es algo que se ha acusado especialmente hoy, sobre todo con la crisis económica?

–Cardenal Rodríguez Maradiaga: El Santo Padre ha indicado en repetidas ocasiones que es una crisis de ética la que ha dejado a la mayor parte de la población de nuestro mundo fuera. Al principio era como una marginación, no una exclusión. Hoy no hay ni siquiera un margen para ellos. Soy el presidente de Caritas Internationalis, por lo que sé que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha dicho que no hay dinero para aliviar la pobreza en el mundo. Siete mil millones de dólares habrían bastado y un mes más tarde dan 600 mil millones para salvar a algunos bancos del mundo, y no dejan de arrojar dinero al «saco» porque es un saco sin fondo. Todavía no han llegado al fondo y siguen arrojando y arrojando dinero en él. Si se dividen los 600 mil millones de dólares entre los 6.500 millones de habitantes del mundo… la pobreza desaparecería inmediatamente.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada. La traducción del original en inglés ha sido realizada por Justo Amado.


Más información en 
www.ain-es.orgwww.aischile.cl   

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ZENIT Staff

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