ROMA, jueves 20 de enero de 2011 (ZENIT.org).- En vista de una reunión del Consejo de Estado (organismo consultivo presidido por Dimitri Medvedez), el patriarca de Moscú Kyrill entregó, el pasado lunes 17 de enero, una serie de propuestas de política familiar a la dirección del Estado Ruso, informó la Agence France-Presse.
El objetivo de esta insólita iniciativa -se trata de la primera vez que la Iglesia ortodoxa ha realizado un documento oficial con propuestas concretas para las autoridades – es, en particular, la de limitar el aborto y complicar los procedimientos administrativos.
El patriarcado pide además, que los gastos del aborto no vengan asumidos nunca más por el sistema sanitario (excepto en el caso de peligro de muerte de la mujer), propone también la obligación de informar a las mujeres de todas las consecuencias negativas de la interrupción del embarazo y espera, además, la introducción de un consenso informado y de un tiempo de reflexión. El documento de la Iglesia ortodoxa sugiere también la creación de un “centro de crisis” en todas las clínicas obstétricas.
Según Aleksandr Verkhovski, del centro para los derechos humanos Sova, que habla de “propuestas, desde un punto de vista religioso, muy moderadas”, “la Iglesia ortodoxa, al igual que los católicos, se opone categóricamente al aborto, pero en este mensaje dirigido a las autoridades, cuenta con un compromiso”.
Ya el junio pasado, la Iglesia ortodoxa rusa lanzó un llamamiento a favor de normas más severas para reducir los abortos en el país, dado el preocupante descenso de la población. En aquella ocasión, el arcipreste Vsevolod Chaplin – influyente figura cercana al patriarca Kyrill -declaró que “en la época soviética nos acostumbramos al aborto y a considerarlo una parte inevitable de nuestra realidad legal sin vuelta atrás”.
“Pero hoy vemos que es posible hacer un retroceso considerable”, observó el clérigo, confirmando la necesidad de un cambio en la ley del aborto. Según el arcipreste, también los jóvenes sin ningún tipo de vínculo con la Iglesia o con otras instituciones religiosas, quieren ver una disminución en el número de abortos” (Reuters, 1 de junio de 2010).
El aborto en Rusia se remonta a principios del siglo pasado. Apenas tres años después de la Revolución de 1917, Rusia se convirtió en el primer país del mundo en legalizar esta práctica. Prohibido nuevamente en 1936 por Stalin (excepto en algunos casos), el aborto volvió a ser introducido en 1955, casi dos años después de su muerte. Menos de diez años después de esta fecha, en 1964, se registró el mayor nivel en la historia de Rusia, la entonces Unión Soviética: 5,6 millones de abortos.
El número de abortos ha comenzado a bajar en Rusia en el arco de estos últimos diez años. Según datos del Ministerio de Sanidad, recogidos por la BBC (16 de septiembre de 2003), en el 1990 hubo 3,92 millones de abortos, 2,57 millones en 1995, 1,96 millones en 2000, y 1,78 millones en 2002.
A pesar de este descenso, el nivel de abortos ha superado en 2004 el nivel de nacimientos: 1,6 millones de abortos contra 1,5 millones de nacimientos (The Times, 24 septiembre 2005).
Junto a otros factores, como el colapso del sistema sanitario tras la caída de la URSS, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas (especialmente el vodka), el elevado número de abortos ha dado lugar a un dramático descenso demográfico, iniciado a mitades de los ’90, es decir justo después del colapso de la URSS. En menos de 20 años, la población rusa ha bajado de casi 149 millones en 1991, a menos de 142 millones en 2010.
El efecto de esta caída demográfica ya es visible en el sistema educativo. Según los datos del Ministerio de Educación Pública, recogidos por The Times, desde 1999 el número de escolarizados baja casi un millón cada año. En el año escolar 2004-2005, hubo 5.604 escuelas que contaban sólo con diez alumnos.
Sin un cambio drástico de rumbo, la tendencia a la baja continuará y se podría llegar, según las previsiones de las Naciones Unidas, a 116 millones de habitantes en Rusia en el 2050 (World Population Prospects: the 2008 Revision Population Database), o incluso a 100 millones.
El aborto, que se ha convertido en un método anticonceptivo), también contribuye a aumentar la esterilidad. Hablando en una conferencia internacional, Marina Tarasova, vicedirectora del Instituto de Investigación Ginecológica y Obstétrica en San Petersburgo, hizo públicas en septiembre de 2008, cifras alarmantes: cada año pierden la fertilidad de 200.000 a 250.000 mujeres rusas, sobre todo por complicaciones durante la intervención, y el número de parejas estériles ya son más de 5,5 millones. “En el curso de los últimos cinco años, la esterilidad femenina ha crecido más del 14% en Rusia y más de 1,5 millones de rusas se ven obligadas a recurrir a tecnologías médicas avanzadas para quedarse embarazadas”, informó Tarasova (The St. Peterburgs Times, 30 de septiembre de 2008).
Para hacer frente a lo que en abril de 2005 el entonces presidente ruso, Vladimir Putin, definió como “una crisis nacional”, lanzó, en el 2007, un programa de incentivos para estimular la natalidad. Con cierto éxito: en 2008 se registraron 1,714 millones de nacimientos frente a 1,234 millones de abortos. Así, por primera vez desde 1995, Rusia experimentó, en 2009, un crecimiento de su población – mínimo o casi simbólico -, de cerca de 20.000 habitantes, también efecto de un aumento de los nacimientos: +2,8% respecto al año anterior (BBC, 19 de enero de 2010).
El problema de fondo se mantiene y éste es la tasa altísima de abortos. En 2008, se produjeron en Rusia 72 abortos por cada 100 nacimientos. Es en este punto donde la Iglesia Ortodoxa, cuya influencia crece continuamente, pretende intervenir. Desde 1993 está activo, en el centro de Moscú, el consultorio pro vida “Zhizn” (Vida), gestionado por un sacerdote ortodoxo, Massim Obukhov.”El aborto en este país formaba parte de la vida normal, muchas mujeres habían abortado 5 o 6 veces sin ningún tipo de duda”, declaró Obukhov hace más de diez años (The New York Times, 29 de marzo de 1999).
Para disminuir los abortos, alrededor de 2003, fue aprobado por el gobierno ruso, un decreto que, por primera vez desde el 1955 restringía la posibilidad de efectuar un aborto; entrando en vigor el 11 de agosto del mismo año, el texto reducía el número (de 13 a 4) de las llamadas “indicaciones sociales” para abortar después de la semana 12 del embarazo. Para el diputado pro vida Aleksandr Chujev, se trató, de una “pequeña victoria”(BBC, 16 de septiembre de 2003).
Por Paul de Maeyer. Traducido del italiano por Carmen Álvarez