ROMA, viernes 21 de enero de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI recibió hoy en audiencia a los dirigentes, funcionarios, agentes y personal civil de la Policía del Estado italiano, de servicio en Roma, por primera vez en su pontificado.

Benedicto XVI dirigió un afectuoso saludo a los agentes, y a sus seres queridos, “¡especialmente a los niños!”, al tiempo que les agradeció su servicio en la ciudad, y especialmente el “trabajo extra” que les toca a causa de las actividades papales.

En su discurso, el Papa subrayó la necesidad de que “la sociedad y las instituciones públicas reencuentren su 'alma', sus raíces espirituales y morales”, para dar “nueva consistencia a los valores éticos y jurídicos de referencia”.

“La época en la que vivimos está marcada de profundos cambios”, explicó el Papa, que “a veces generan una sensación de inseguridad”.

La causa de esta inseguridad, afirmó, es “la precariedad social y económica”, pero, “agudizada por un cierto debilitamiento de la percepción de los principios éticos sobre los cuales se basa el derecho, también de las actitudes morales personales, que siempre dan fuerza a estos principios”.

“Nuestro mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, al mismo tiempo se ve afectado por la impresión de que el consenso moral ha disminuido y que, por consiguiente, las estructuras básicas de la convivencia no llegan a funcionar totalmente”, afirmó.

En estas circunstancias, “se vislumbra la tentación de pensar que las fuerzas movilizadas para la defensa de la sociedad civil estén finalmente, destinadas al fracaso”.

“Frente a esta tentación nosotros, en particular, que somos cristianos, tenemos la responsabilidad de redescubrir una nueva resolución en la profesión de la fe y en el cumplir el bien, para continuar, con valentía, estando al lado de los hombres en sus alegrías y sufrimientos, tanto en las horas felices como en las horas oscuras de la existencia terrena”, subrayó el Papa a los agentes.

La dimensión subjetiva de la existencia supone, “por un lado un bien, porque permite poner al hombre y a su dignidad en el centro de la consideración, tanto en el pensamiento como en la acción histórica”, cuando “se pone en evidencia el valor de la conciencia humana”.

Pero, afirmó, “aquí encontramos un gran riesgo, porque en el pensamiento moderno se ha desarrollado una visión reductora de la conciencia, según la cual no hay referencias objetivas en el determinar lo que vale y lo que es verdad”.

“La consecuencia más evidente de ésto es que la religión y la moral tienden a ser confinadas al ámbito del sujeto, de lo privado: la fe con sus valores y sus comportamientos, no tendrán derecho nunca a tener un lugar en la vida pública y civil”.

Sin embargo, destacó el Papa, para los cristianos “el verdadero significado de la “conciencia” es la capacidad del hombre de reconocer la verdad, y anterior a ésta, la posibilidad de escuchar la llamada, de buscarla y de encontrarla”.

“La fe cristiana y la Iglesia no cesan nunca de ofrecer su propia contribución a la promoción del bien común y de un progreso auténticamente humano”, añadió.

Dirigiéndose a los agentes, subrayó que ellos, debido a la “singular vocación” de la ciudad de Roma, deben ofrecer “un buen ejemplo de interacción positiva y provechosa entre el laicismo sano y la fe cristiana”.

“Sabed considerar siempre, el hombre como el fin para que todos puedan vivir de un modo auténticamente humano”, les exhortó, concluyendo su intervención.