ROMA, jueves 17 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- «¡Qué valor tienen estos cardenales para elegir un Papa de un país que está del otro lado del Telón de Acero!». Esta fue la primera reacción del entonces secretario de Estado de la Santa Sede, monseñor Agostino Casaroli, durante el anuncio en la Plaza de San Pedro de la elección de Karol Wojtyla.
Lo recordó el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto emérito de la Congregación vaticana para los Obispos, con ocasión de la presentación, el 16 de febrero, en Roma, del libro «Shock Wojtyla – El comienzo del pontificado» (Shock Wojtyla – L’inizio del pontificato) , publicado en Italia por ediciones San Paolo con la coordinación de Marco Impagliazzo, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad para extranjeros de Perugia.
El libro, a través de quince ensayos de distintos autores, examina las reacciones a distintos niveles –mundo católico, opinión pública, medios de comunicación, diplomacias, relaciones internacionales– que se comprobaron en todo el mundo tras el anuncio del 16 de octubre de 1978.
Este volumen es el primero de una serie que, con el apoyo del Servicio Nacional para el Proyecto Cultural de la Conferencia Episcopal Italiana, quiere reconstruir históricamente el pontificado de Juan Pablo II.
Shock histórico
«Ha llegado el momento -afirmó en la presentación del libro Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y autor de la idea de este proyecto– de pasar del patrimonio de los sentimientos que suscitó en todos nosotros el pontificado de Wojtyla, a la investigación histórica».
Juan Pablo II, según Riccardi, «no fue sólo el shock sino también la terapia ante dos crisis fundamentales del cristianismo en 1978». Una en el Este de Europa, donde «el miedo inspirado por el comunismo hacía pensar que la Iglesia ya no podía hacer nada, y donde Wojtyla representó en cambio la esperanza».
Y otra en el Oeste, «donde se había afirmado la idea de una crisis imparable del cristianismo frente a la secularización, respecto a la cual la elección del Papa polaco demostró cómo la institución milenaria de la Iglesia era aún capaz de juventud y fantasía».
Shock diplomático
Un acontecimiento, el del 16 de octubre de 1978, capaz de cambiar las relaciones internacionales. «Con seguridad –afirmó Lucio Caracciolo, director de la revista de geoestrategia italiana Limes– marcó el final de la ‘ostpolitik’ [en alemán Política del Este, ndt.] de la Santa Sede», que de cara a los países del Este detrás del Telón de Acero «se convirtió en mucho más incisiva y centrada en la figura del Papa, el cual no aceptaba el status quo, y tuvo un impacto único y quizás irrepetible en la historia. Mientras en las cancillerías europeas «prevalecía la prudencia, en la convicción de que la Unio Soviética duraría mucho tiempo, Wojtyla miraba con otros ojos a otros tiempos».
«Las diplomacias, frente a un cambio, reaccionan con una actitud de conservación, negando que puedan suceder cosas nuevas», constató Caracciolo, y concluyó: «La lección de Juan Pablo II nos dice, en cambio, que las cosas nuevas pueden suceder».
Shock para Polonia
Pocos pueden afirmarlo con certeza como el pueblo polaco. «El primer shock –recordó Hanna Suchocka, primera ministra polaca bajo la presidencia de Lech Walesa y hoy embajadora ante la Santa Sede– fue la imagen de Wojtyla en el día de su elección, que surgía de la oscuridad elevando los brazos para saludar a la muchedumbre en la Plaza de San Pedro».
«Fue un shock aún mayor para las autoridades comunistas –añadió Suchocka–. Hoy sabemos por los documentos que se preparaban para entablar contacto con el Papa que fuese elegido en el cónclave, saltándose la mediación de la Iglesia polaca y ‘sobre todo’ del arzobispo de Cracovia, Wojtyla…».
Cuando se anunció la elección de Juan Pablo II, trataron de buscar elementos positivos afirmando: «mejor un Papa lejano que un primado cercano», pero sabían «lo peligroso que era para el sistema, pues conocía sus puntos más débiles y no era influenciable». La elección de Wojtyla «presentó el doble rostro de la sociedad polaca: el temor a los comunistas y la imparable fiesta popular que llenó las plazas y que no se podía controlar».
Y el día de la elección, «Juan Pablo II, saltándose el protocolo, invitó a ‘no tener miedo’. Nadie podía comprender la profunda influencia de estas primeras palabras: todo ello fue el shock del inicio que se convirtió en algo constante en un pontificado que cambió a la Iglesia y al mundo».
Shock surgido de la fe
De la misma opinión es el cardenal Giovanni Battista: «‘No tengáis miedo’, ‘Abrid las puertas a Cristo’. En esas frases se resume la línea de todo el pontificado de Juan Pablo II», así como en la frase que pronunció en Varsavia, con motivo de su primer viaje a Polonia: «No puede excluirse a Cristo de la historia».
«Todo lo que movió a Juan Pablo II –subrayó Re– ha influido en la política y en la historia, pero nacía de la fe». «En él, impresionaba la carga humana, la capacidad para hablar a las muchedumbres, la profundidad de su pensamiento, el conocimiento del mundo gracias a la escucha de tantas personas, la fascinación que ejercía en la juventud»».
Pero sobre todo «impresionaba la intensidad de su oración». «Como dijo en el santuario de la Mentorella –concluyó el cardenal Re– la primera tarea del Papa consiste en rezar. Esta afirmación correspondía a su convicción más profunda».
Por Chiara Santomiero