CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- “Uno de los grandes motivos por los que estamos convencidos de la santidad de Juan Pablo II” fue “la forma en que vivió su larga enfermedad”.
Así lo afirmó hoy el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, el el editorial de esta semana para Octava Dies, el semanario informativo del Centro Televisivo Vaticano.
El portavoz vaticano recordó que “fue Juan Pablo II quien quiso que la Iglesia celebrase cada año una Jornada mundial del Enfermo, en febrero, en el día dedicado a la Virgen de Lourdes”, en referencia a las celebraciones del pasado día 11 en todo el mundo católico.
La enfermedad, afirmó, “es una parte tan esencial de la experiencia humana, que está necesariamente también en el corazón de toda experiencia de fe”.
“Afecta a toda persona, bien directamente en su carne y en su mente, bien en las personas cercanas y queridas, o en el ambiente que le rodea, e implica lo más profundo del alma, desafiando al amor, la esperanza, la misma fe”.
Por ello, añadió, “Jesucristo, con su atención a los que sufrían, con su personal pasión y muerte, es la palabra de consuelo más creíble para los enfermos, y así debe intentar serlo la Iglesia entera, animadora de solidaridad y amor en cada dimensión de la comunidad humana”.
En este sentido, y ante la próxima beatificación de Juan Pablo II, el padre Lombardi lo definió el “gran testigo de la enfermedad vivida en la fe”.
“La forma en la que la vivió – para él mismo y para nosotros – es uno de los motivos principales por el que estamos convencidos de su santidad”, subrayó. “Como Jesús que lleva la cruz, también él es un gran amigo e intercesor para todo enfermo”.
Pero la tarea de los cristianos no está sólo en el “consuelo”, sino también en el “compromiso”, añadió.
Citando unas palabras del Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe salvi, Lombardi recordó que “la medida de la humanidad se determina en la relación con el sufrimiento y el que sufre”, pues “una sociedad que no consigue aceptar a los que sufren y contribuir para que el sufrimiento sea compartido y llevado interiormente es una sociedad cruel e inhumana”.
“El sufrimiento llama y puede suscitar amor. Muchísimo amor. Si él no conoceríamos las profundidades del amor. Pidamos comprenderlo y vivirlo, para crecer en humanidad”, concluyó.